Revista Cocina

¡Qué gracioso!

Por Dolega @blogdedolega

Bangkok Dishwasher

Creo que la edad me está privando de la capacidad de aguantar estupideces. Eso, ó el número de estúpidos por metro cuadrado, ha crecido considerablemente y ha llegado a un punto verdaderamente insoportable, ó que como estoy en el paro y ya no tengo que tratar con tanta gente todos los días estoy desactualizada de la cantidad de estúpidos nuevos que surgen. No sé cual es la verdadera razón, pero el día está siendo completito.

¿Y porque les cuento todo esto?

Porque para alegrarme aún más la temporada que llevo, el lavavajillas ha decidido cambiar su actividad. Ahora cuando lo pones a funcionar en vez de fregar los platos empieza a pedir pista e intenta despegar del suelo.

Vale, hay que llamar al técnico. Busco en internet el número del servicio técnico. Llamo y me contesta una encantadora señorita que después de pedirme todos los datos para que el técnico se pase por casa, me advierte que ellos no son el servicio técnico oficial. ¿¡!?

¡¡¡Ahhhhhh!!!

Que la web que tiene todos los logos de la marca de mi lavavajillas y que pregona a los cuatro vientos que es el servicio técnico de dicha marca, al final del todo en letra diminuta, gris clarita y apenas visible dice que ellos no son el servicio técnico oficial de esa marca. Pues eso.

Busco el servicio oficial, el verdadero, el genuino, el fetén.

Llamo y me dicen que el técnico se pasará “a lo largo del día”. Eufemismo que significa: “Te jodes y te quedas en casa esperando a que suene el timbre el tiempo que haga falta. Tú no tienes nada que hacer, nuestro técnico sí.”

Por fin suena el timbre.

¡Mira que hay clases de técnicos de electrodomésticos ehhh!

Los bordes, los eficientes, los serios, los tímidos, los correctos, los chulos… Pues a mí me toca el gracioso. Ese que se desencuaderna de risa con sus chistes.

-Buenos días, soy el técnico del lavavajillas

-Buenas, pase.

-¡Huy tiene gatos!

-Si

-¡Yo también tenía, pero mi perro se los comió! Jajajajajjajajajajajjajajajajajajajjajaja

Lo miro. Pestañeo cuatro veces en silencio. Pienso, “Dolega, esto pinta fatal. ¿No será que te has equivocado y ha venido el falso técnico oficial?”

Pasa a la cocina. Me pide que le explique lo que le pasa al lavavajillas. Lo hago, le digo que hace un ruido atroz y que vibra sin parar. Lo prueba. Una vez, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces. Temo por la encimera de la cocina. Cuando ya se convence del todo de que cada vez que lo enciende el lavavajillas hace un ruido atroz y brinca sin parar me mira.

-¡Pues sí que parece que le gusta saltar! Jajajajjajajajajajajajajajajajajajaj

Lo miro. Pestañeo cinco veces. Agarro fuerte la fregona y la cambio de sitio.

Empieza a sacarle las cestas, las aspas, el filtro, el otro filtro. Lo saca para afuera y lo inclina peligrosamente hacia la encimera. Se mete debajo y desatornilla la base del aparato.

-¡¡¡¡Huy huy huy huy que el electrónico va a estar jodidooooooo!!!!

Saca un voltímetro y se pone a ver si tiene corriente. Después de probar seis veces encendiendo y apagando el cacharro, mira a ver si tiene corriente… sin comentarios.

-Pues sí que funciona el electrónico, así que va a ser el motor.

Empiezo a arrepentirme de no haber salido directamente a comprar uno nuevo. Básicamente por no tener que aguantar al espécimen que tengo delante.

Mira en un lateral de la puerta.

-¡¡¡¡Pero si es que es del año 2000!!!! Señora, si esto está más viejo que mi abuela.

Jajajajajjajajajajajajajajajajajjajajajajajajajja

Empiezo a decidir si le atizo con la fregona ó directamente me lio a bofetadas con él.

Me dice que ese modelo de motor ya no lo fabrican y que solo me puede ofrecer ponerme uno de segunda mano sin garantía, por supuesto.

-¡Porque vaya usted a saber cuánto dura!

Jajajajjajajajjajajajajajajajja

Se le congela la risa cuando me ve la mirada que le estoy echando. Rellena un parte técnico, recoge las herramientas y me da a firmar el papel.

Me atiza 39 eurazos por venirme a decir que me compre un lavavajillas nuevo y tenerle que aguantar sus estupideces. Le pago y le abro la puerta lo más rápidamente posible.

Salimos a ver uno nuevo. Como estoy de muy pero que muy mal humor, el Consorte me invita a merendar.

-Ya verás que un batido de chocolate y un pastel de manzana te cambian el ánimo.

Llegamos a la cafetería. Nos atiende una camarera que no rebasaba los 18 años de edad.

-¡¡¡Hola chicos, que vais a tomar!!!

El consorte tiene el pelo blanco desde los 27 años y yo tengo el pelo blanco desde que me da la gana. Somos dos señores mayores, dos viejos, vamos. La camarera puede ser casi nuestra nieta.

El consorte ve el panorama. Me mira. Decide pedir él. Teme lo peor si abro yo la boca.

Yo, sin embargo temo que la niña suelte un chistecito y yo me le tire a la yugular y acabemos en comisaría.

Hemos vuelto a casa y llovía.

 


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