Hoy hace un año que presentábamos en la EOI el libro Fútbol: Fenómeno de Fenómenos (LID, 2009), un acto en el que participaron Eduardo Inda (Director de Marca), José Luis Astiazarán (Presidente de LFP), José Ignacio Rivero (Vicepresidente Real Madrid y prologuista), Alfonso González (Director General EOI), y yo mismo (se pueden ver a la derecha de la pantalla de este blog el vídeo-resumen y el vídeo-completo de la presentación).
El libro analiza el impacto del fútbol como fenómeno político, económico, social, cultural, educativo y solidario, demostrando que no existe otro fenómeno con la capacidad de influir en tantos ámbitos y en tantos países al mismo tiempo. Tal vez por eso un periodista alemán dijo: "El mundo es redondo porque Dios es hincha del fútbol".
A lo largo de estos meses (y más en los meses previos a la llegada del Mundial) se han puesto en contacto conmigo numerosos medios de comunicación de radio (COPE, Ser, Intereconomía, Punto Radio, Radio Popular...), prensa (Marca, As, 20 minutos, Dossier Empresarial, Cinco Días...), televisión (Antena 3), blogs/webs (Sportyou, Liga de Fútbol Profesional...), tanto de España como del otro lado del Atlántico (México, Chile, Guatemala, Colombia, Brasil...) para preguntarme a cerca del fútbol como "fenómeno de fenómenos".
En estos días de Mundial se puede comprobar la euforia colectiva desatada en nuestro país con el deporte rey y la selección. Las empresas acondicionan salas para seguir los partidos y otras dan tiempo libre para seguir los encuentros; los aficionados se agolpan en las fan zone para disfrutar de los encuentros ataviados con camisetas, gorras, banderas, pins, pinturas o cualquier otra ocurrencia asociada a la Roja. Según un estudio somos el país que más gastaremos en merchandising y souvenirs (27 euros por persona) muy por delante de franceses e ingleses (15 euros); los políticos aprovechan para hacer declaraciones y vincular éxitos futbolísticos con las virtudes como nación; los periódicos venden más que nunca y las televisiones incrementan las audiencias y los shares; los bares venden más que nunca, ya que se estima que el consumo de cerveza por persona un día normal es de un botellín y los días de partidos se incrementa a 14 partidos (ver post Con la selección ganamos todos).
Pero la pregunta recurrente que me hacen los periodistas es: ¿Por qué el fútbol ha logrado lo que no han conseguido otros deportes? En el libro explico algunas razones que reproduzco a continuación:
Primero. El fútbol satisface muy bien necesidades que están presentes en todos los seres humanos:
- Necesidad de grupo: Aristóteles decía que "el hombre es un ser social por naturaleza"; necesita de los demás, y en el fútbol, el sentimiento de grupo se manifiesta de manera muy acusada. Cuando uno decide apoyar y hacerse seguidor de un equipo (más si es la selección nacional) uno es aceptado de manera incondicional con independencia del género (hombre o mujer), la edad (jóvenes o adultos), la tendencia política (de izquierdas o derechas), la religión (católico o ateo) o el estatus (alto o bajo económico). La defensa de unos colores nos une a todos.
- Necesidad de desatascar tensiones: Fue Séneca quien afirmó que "empezar a vivir es empezar a sufrir". La vida no es fácil y para unos menos que para otros. Por este motivo, todos necesitamos de vez en cuando evadirnos del asfixiante día a día, algo así como "el escape de la realidad inmediata" (Raymond Carh). El fútbol lo hace posible. Siguiendo un partido -en el estadio, en un bar, en casa...- es de las pocas ocasiones en las que uno se puede quitar las caretas y la pose formal para chillar, gritar, abrazarse, saltar, cantar, insultar... El fútbol sirve de efecto terapeútico.
- Necesida de de ilusionar: cada partido se nace y se muere; cada partido es una ocasión para ganar, y con ello, obtener reconocimiento. La ilusión es el motor de la vida. El hombre es un ser proyectivo, necesita de ilusiones y vive empapado de futuro; el mañana es el que nos moviliza y tira de nosotros para adelante. Por eso, se ha dicho que "gran parte de la pasión futbolística depende de esperar cosas que no suceden necesariamente". El fútbol mantiene a la gente expectante como a un niño la llegada de los reyes magos. Cada encuentro –con independencia de lo favorito que sea el equipo contrario– uno siempre lo espera ganar. Cada partido –máxime si es contra un grande–despierta la esperanza de los seguidores por salir ganadores –lo que nos hace estar vivos y alegres–, cosa que, en el caso de ocurrir, alimenta aún con más fuerza la espera del siguiente encuentro.
Segundo. El fútbol es, ante todo, emoción debido a la imprevisibilidad del desenlace. El misterio del resultado, corto casi siempre, incrementa la incertidumbre que, según algunos estudios empíricos, es la variable más determinante para acudir al estadio o seguir un partido de fútbol. En este deporte caracterizado por marcadores ajustados, el azar, malo o bueno, tiene su protagonismo. Los errores arbitrales, los fallos del portero, los dichososo penalties... dejan fuera a cualquier favorito (ver post El balón tiene razones que la razón no entiende). En un Mundial no se puede fallar ningún día; cualquier despiste te apea de la competición y eso aumenta la emoción. Lo hemos visto en el España-Paraguay. En menos de un minuto dos penalties en dos áreas distintas y dos errores de los lanzadores. Lo vimos en el Ghana-Uruguay. En el último instante de la prórroga Ghana se quedó con la miel en los labios.
Tercero. La facilidad para opinar. El fútbol no es ciencia y como tal, admite opiniones. En la ciencia la verdad se conoce de antemano, en el balompié no, lo que le convierte en un elemento de debate y discusión, algo que atrae porque a todo el mundo le gusta dar su opinión. El fútbol es el deporte del que todo el mundo sabe... y mucho. Todos somos –sin serlo– entrenadores y presidentes; y además creemos saber más que el resto; y más aún, los demás no tienen ni idea. En el fútbol todo está sometido al escrutinio de la opinión pública: la disposición táctica, los cambios a lo largo del partido, los fichajes, la gestión empresarial, el juego o cualquier otro aspecto. Todo el mundo opina, participa y entiende. Hay tantos entrenadores como personas. Todos llevamos uno dentro; y además, somos mejores que los demás: "Varios cientos de miles de españoles, a lo mejor millares de miles, aplican sus energías de los lunes, los martes y los miércoles a glosar los lances del partido de fútbol que ya pasó, y sus arrestos de los jueves, los viernes y los sábados a predecir los aconteceres del partido de fútbol que está al caer. Los domingos descansan y van al fútbol: a sufrir o solazarse, honestamente, viendo sufrir a los demás" (Camilo José Cela).
Cuarto. La simplicidad de las reglas. Es otro de los factores que ha contribuido a su notoriedad. Explicarle a cualquier persona que nunca haya acudido a ver un partido de fútbol en qué consiste es relativamente sencillo. La RAE lo define así: "Juego entre dos equipos de once jugadores cada uno cuya finalidad es hacer entrar un balón en una portería conforme a reglas determinadas, de la que la más característica es que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos". Las 17 reglas de la International Board son simples y claras y poco se han retocado con el paso de los años. La única norma un poco más enrevesada, el "fuera de juego", es fácilmente comprensible. Y poco más. En otros deportes –cricket, fútbol americano, béisbol...– la comprensión del juego no resulta tan sencilla.
Quinto. El fútbol está al alcance todo el mundo. Es el deporte más democrático que existe. Y es el más democrático porque es el más barato de practicar, lo que le convierte en un aliado de pobres y desfavorecidos ayudando a su expansión por todos los rincones del planeta. En cualquier momento y en cualquier lugar se puede organizar un partido de manera improvisada. Todos lo hemos hecho alguna vez. El equipo necesario es mínimo. Basta un par de camisetas para cada portería –o dos árboles, o dos piedras, o incluso un banco de la calle sirve–; unos cuantos para un lado y otros cuantos para el otro; una pelota, si es que la hay, en muchos casos es un lujo; si no, basta una pelota de papel prensado y atado con gomas, todo ello metido en una media de mujer, como hacía Di Stefano; o una naranja, como usaba Pelé; o una bolsa de plástico rellena, como utilizaba Samuel Eto´o entre chabolas de su ciudad natal de Douala en Camerún; o una lata de refresco, cualquier niño en alguna ocasión ha jugado con ella; si no hay zapatillas –en barrios del Tercer Mundo es así– se juega descalzo o los chicos se las reparten entre el que tiene que estar en el terreno de juego y el que descansa. El fútbol, siempre solidario, se abstrae de consideraciones económicas y se acerca de manera incondicional a las clases menos afortunadas. España, por fin, ha llegado a finales en un Mundial, "la cita de mayor interés planetario". Quedan apenas unas horas para el Alemania-España. Todo un país pendiente de un partido en el que tenemos posibilidades de seguir avanzando (ver post ¿Ganará la Roja?). Me despido con estas palabras de Alejandro Jodorowsky que dan la bienvenida al libro: «A raíz del Campeonato Mundial de Fútbol [de 2002] me vi obligado a tomar en cuenta un deporte que para mí era un símbolo de una incultura repugnante, un resumen de la estupidez de una civilización con el alma atrofiada. No comprendía por qué se daba tanta importancia a que un grupo de patanes diera patadas a una bola de cuero. Creía que era una actividad que desarrollaba la agresión y el patrioterismo, provocaba accidentes mortales en países subdesarrollados, atrofiaba la creatividad espiritual de los niños y servía de excusa a los burócratas para ocultar su vacío existencial llenando sus tertulias alcohólicas con guturales sobre el gol. Estaba equivocado. Me dije: un espectáculo al que asisten reyes, presidentes, ministros –que no asisten a inauguraciones de ferias de libros–, un acto que es televisado para que lo vean millones de personas, tiene que tener un profundo significado. No puede ser algo imbécil. Millones de personas, más reyes, presidentes, ministros y dictadores, no se pegan al televisor así como así. El fútbol tiene que significar algo para la humanidad; porque si es un juego sin contenido espiritual, entonces esta civilización está demente y la humanidad se deja manipular por comerciantes que esquilman para sus panzas dinero que podía ser utilizado en fines benéficos como hospitales, alimento para seres desvalidos, etcétera. ¡No, me dije, el fútbol tiene que estar aportando algo a la humanidad!».
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- Posts: ¿Por qué el fútbol es un fenómeno social? (I) y ¿Por qué el fútbol es un fenómeno social? (II).