El "gato-zorro" mirando despreciativamente a los que creían que era una nueva especie que confirmaba los sueños de los fanáticos de monstruos.
Considere los siguientes titulares del 2019, a modo de ejercicio: "El gato zorro de Córcega ¿mito o realidad de una nueva especie salvaje?", "Descubren una nueva especie de gato, por años se creyó que era mito" o "Gato-zorro: una nueva especie sorprende a la comunidad científica". Seguramente, si un amante de los monstruos se topa con este tipo de titulares, lo primero que pensará es una respuesta positiva a la pregunta con la que titulo esta entrada, ¿no cree? Si los titulares no son suficientes, tal vez nuestro hipotético criptofan se emocionará más con algo como lo publicado en El País:
“Este animal forma parte de la mitología de nuestros pastores. Contaban que estos gatos forestales atacaban las ubres de sus ovejas y cabras. Es a partir de ese relato, transmitido de generación en generación, que comenzamos nuestras investigaciones”, contó Cecchini a la AFP. El programa comenzó en 2008.
“Partimos de esa mitología y entramos en la realidad de un programa de investigación científica aplicando todos los métodos que conocemos. Logramos, poco a poco en estos últimos diez años, determinar que el animal existía todavía. Finalmente, lo fotografiamos con cámaras infrarrojas nocturnas y, por fin, al cabo de varios años, logramos también capturarlo”, relató por su parte Benedetti a la emisora nacional.
¿Qué es un críptido, para empezar?
Lo anterior hablando del presunto "descubrimiento" del "gato-zorro" como una posible nueva especie de felino salvaje en la isla de Córcega. Es más, seguramente los criptoaficionados pudieron sentirse identificados con la siguiente declaración de uno de los investigadores que participó en el descubrimiento:
Su objetivo ahora es que “este gato sea reconocido y protegido”, dijo Benedetti. Y, por qué no, agregó Cecchini, lograr un poco de merecido reconocimiento tras ser tomados durante años por “locos”, indicó. “Eso que era un mito, hoy en día es una realidad”, dijo con regocijo.
Muchos seguro lo identificarán como un "logro más" de la criptozoología. Un críptido que resultó ser real, aparentemente, como Celacanto, Okapi, el panda gigante o el dragón de Komodo... ¿o no? En realidad, terminó demostrándose que el gato-zorro era un gato doméstico feral, no una nueva especie (algo que los medios ya no informaron en su momento). Pero aún en los tiempos de controversia, era muy dudoso y había algunos puntos importantes que señalar, para desmotivación de algunos en aquellos momentos. Primero, el gato-zorro aún no había sido reconocido como una especie diferente de gato montés (hasta hoy, como señala el artículo citado, solo existen dos especies reconocidas: la europea y la africana), por lo que sigue seguía siendo apresurado hablar de una nueva especie de la misma manera en la que se habla de los otros "críptidos reconocidos por la ciencia".
En segundo lugar, hay que establecer exactamente qué es un críptido. Si tenemos una definición tan ambigua como "un animal no reconocido científicamente, pero que aparece en mitos y tradiciones antiguas y/o modernas", no obtendremos mucha claridad ni profundidad sobre una pregunta que debería ser fundamental para cualquiera que sueña con ver a la criptozoología aceptada como una ciencia.
Según el libro Abominable Science! (2013), del investigador Daniel Loxton y el paleontólogo Donald Prothero (ambos miembros de la Skeptic's Society), Bernard Heuvelmans, considerado el padre de la criptozoología, aseguraba que un críptido debía ser un animal "verdaderamente singular, inesperado, paradójico, impactante o emocionalmente perturbador". Los ejemplos clásicos, como el Yeti, Nessie o las serpientes marinas gigantes, sin duda encajan a la perfección con lo que entendía por críptido, mientras que un felino extremadamente parecido a un gato doméstico no tiene ninguna de estas características. Loxton y Prothero, sin embargo, señalan también que Heuvelmans aplicó el término para referirse a animales desconocidos poco "singulares", como a una marmota etiope y un gato montés del Mediterráneo (¿tal vez el gato-zorro de Córcega del que precisamente estamos hablando? Heuvelmans se habría decepcionado). Al respecto, Loren Coleman y Jerome Clark, en Cryptozoology A to Z (1999), comentan precisamente que, mientras la mayoría de las personas (y los propios criptozoólogos) se concentran en los críptidos más famosos y sorprendentes, "comprenden sólo una fracción de los animales ocultos, descatalogados o que superan a los que han intrigado y frustrado a los criptozoólogos antes que la criptozoología como tal existiera." Por lo que el padre de esta pseudociencia tampoco puede ayudar de mucho para precisar este concepto.
George Eberhart, autor de Mysterious Creatures. A Guide to Cryptozoology (2002), distingue por su parte hasta 10 tipos distintos de críptidos, con todo y ejemplos:
1. Anomalías de distribución, o encontrar un animal muy fuera de su rango conocido, como avistamientos de grandes felinos en el Reino Unido.
2. Variaciones inusuales, típicamente sobredimensionadas, de animales conocidos, como las anacondas supergigantes en el Amazonas, muy por encima de las más grandes registradas.
3. Supervivientes de especies recientemente extinguidas, por ejemplo, el tigre de Tasmania.
4. Especies supervivientes que solo se conocen por el registro fósil, como el monstruo del lago Ness, un supuesto plesiosaurio.
5. Supervivencia de especies desde el registro fósil hasta tiempos históricos, pero no modernos, como los mamuts lanudos que supuestamente sobrevivieron más allá de hace unos 11,000 años.
6. Animales no conocidos en el registro fósil pero relacionados con especies conocidas, como los pumas negros en América del Norte.
7. Animales no conocidos del registro fósil ni relacionados con ninguna especie conocida, para los cuales Eberhart proporciona a Pie grande como ejemplo porque aunque algunos afirman que el críptido es un Gigantopithecus superviviente, él argumenta que el registro fósil de este simio conocido es demasiado pobre, con algunos pocos fragmentos de mandíbula y dientes aislados, para establecer una comparación tan fuerte entre los dos.
8. Animales míticos con una explicación probablemente zoológica, como los hipogrifos que pueden representar descripciones de fósiles de dinosaurios ceratopsianos vistos a lo largo de antiguas rutas comerciales más allá de las montañas de Altai en China y Mongolia.
9. Entidades aparentemente paranormales o sobrenaturales con características animales como hombres lobo o el hombre polilla.
10. Engaños conocidos o identificaciones erróneas tipificadas como el famoso Jackalope, un conejo con cuernos de venado, creado por dos taxidermistas en Douglas, Wyoming, como una broma.
Visto así, el gato-zorro de Córcega podría haber sido considerado en un primer momento como un críptido tipo 6, aunque menos impactante que otros que suelen identificarse con esta definición. Eberhart, además, postula seis exclusiones a estos tipos de críptidos:
1. Insignificancia, en otras palabras, el críptido debe ser grande, extraño, mortal o significativo para las personas. Aquí ya tropezamos con el gato-zorro, pues su tamaño no es sorprendente ni tampoco encaja con los otros adjetivos, y su presencia en el folclor local puede que no sea lo que llamaríamos "significativo para las personas".
2. Falta de controversia. Es necesario que haya desacuerdo entre dos grupos, los que creen en el críptido y los que dudan. En esto parece que no encaja el felino de Córcega, pues los investigadores que lo descubrieron se mostraron bastante alegres al demostrar que no estaban locos buscando una especie desconocida (lo que significa que se respiraba mucho escepticismo en su ambiente). La controversia no faltaba.
3. Es probable que se vean o se encuentren errores erráticos como una ocurrencia única. Aquí nuevamente parece salvarse el gato-zorro, pues no quedaba claro si era un gato doméstico, un gato salvaje de una especie conocida introducido recientemente, como para tratarse de una ocurrencia única, sino de una especie que llevaba mucho tiempo reportándose.
4. Los seres humanos extraños como los zombis, aunque estos pueden tener una base histórica , no son lo suficientemente animales como para contar como críptidos. El gato-zorro ciertamente no tiene nada qué ver aquí.
5. Seres paranormales o sobrenaturales, por ejemplo ángeles o demonios. Aunque estas criaturas a menudo se representan con una mezcla de características humanas y animales, incluso en el folclore existen fuera del mundo natural y sus leyes. Básicamente, el organismo debe tener ADN para contar como críptido.
6. Extraterrestres, excepto en los casos en los que se afirma que los extraterrestres han vivido en la tierra el tiempo suficiente para que puedan ser considerados residentes, como el chupacabras. Nadie habló de aliens en Córcega.
¿Hay algún logro en criptozoología en primer lugar?
Parece que el gato-zorro quedaría excluido de la lista de críptidos, más o menos, por la misma razón que lo sería usando la definición de Heuvelmans. Sería en este sentido que "críptido" es (casi) sinónimo de "monstruo", y el gato-zorro no es uno. Sencillamente sería una nueva especie, una subespecie o algo más, como las cientos de mamíferos que se descubren todos los años. Aparentemente. Y hay que resaltar esto: aparentemente, usando las definiciones que los propios criptozoólogos dicen usar, el gato-zorro no contaría como un "éxito" de la criptozoología, sino a lo mucho un logro de la zoología. Este "aparentemente" es precisamente una objeción adicional: los criptozoólogos, como lo ejemplificó Heuvelmans, suelen contradecirse a conveniencia, sin que exista un consenso real de aquello que acuerdan como presuntos conocimientos, métodos, definiciones o principios.
Si el caso de un animal recientemente descubierto no es lo bastante interesante, puede ser pasado completamente por alto entre los portales de criptozoología, y no tener mención alguna por ninguna "autoridad" en el tema. Pero si adquiere relevancia, como lo hizo el caso del gato-zorro, no duden que los criptozoólogos y/o su club de fans estarán compartiendo la noticia a diestra y siniestra (y de hecho, lo siguen haciendo hasta la fecha) como si hubieran predicho el descubrimiento, justificara sus creencias en cuanto bicho imposible se imaginen o se adjudicaran un gol a su favor.
Tal vez los criptofans se escudarán en el viejo confiable de los malos argumentos: el celacanto. El celacanto es la corona de logros que la criptozoología se adjudica. De hecho, es bastante fácil encontrar listas donde se aseguran cosas como que "los criptozoólogos han logrado varios éxitos." Prácticamente cualquier portal, foro o libro de criptozoología los contiene, así que no es sorpresa que existan muchas dudas de un reclamo tan popular y extraordinario (después de todo, si acordamos que la criptozoología es una pseudociencia, ¿cómo podría estar haciendo descubrimientos?).
En esto de los éxitos criptozoológicos hay algo que no me cuadra. Son éxitos, de acuerdo, pero ¿de quién? Porque, una vez más, ¿dónde están los avezados criptozoólogos en todas estas historias? Ni siquiera se habla de ellos en vuestras webs, salvo que se suponga que el tanto se lo tiene que apuntar la criptozoología, sin más (buen truco: hablar de criptozoología, genéricamente, para no tener que nombrar a esos criptozoólogos que nunca están en el escenario del descubrimiento), siempre que los nativos conocieran al animal en cuestión antes que los científicos. Pero el mérito, en todo caso, debería ir a parar a los nativos, ¿no? Me parece también que os parece que el mérito es de la criptozoología cuando hay un debate entre los zoólogos sobre si el animal en cuestión es especie o subespecie, cosa que en muchos casos no es fácil de delimitar. Pero ahí tampoco me imagino a los tuyos haciendo, pongamos por caso, análisis genéticos para tratar de resolver la cuestión…
[...]
Por cierto, si en estos descubrimientos ha habido predicción criptozoológica (a mí me parece que no, ya ves tú), ¿qué papel ha desempeñado la criptozoología en los otros, en aquellos en los que no ha habido predicción? Podrían ser todavía más. Continuamente se descubren nuevas especies animales. Si no están en vuestra lista quizá sea porque no os ponéis al día leyendo los periódicos. Aquí tienes algunos titulares de los últimos meses: «Nuevo carnívoro en la selva de Borneo», «La expedición española al Luba halla seis nuevas especies», «Un grupo de científicos descubre un nuevo mundo submarino en el Caribe», «Descubierta área inexplorada con nuevas especies en Indonesia», «Nuevo crustáceo cubierto de pelo», «El CSIC halla en los Andes siete nuevas especies de ranas»…
Ya hay más… Y si estáis atentos, veréis que la lista seguirá aumentando. Los cálculos más audaces dicen que faltan millones de especies por catalogar (la mayoría, eso sí, de individuos pequeñitos), sobre todo en los puntos calientes de biodiversidad, 25 lugares repartidos por todo el planeta que suman más de dos millones de kilómetros cuadrados de superficie terrestre.
Escribe el biólogo y blogger Carlos Chordá, en su librito El yeti y otros bichos ¡vaya timo! (2007). Chordá es contundente en este punto:
Me daré por satisfecho cuando me nombres a un solo criptozoólogo participante en cualquiera de esos inminentes descubrimientos.
Por su parte, el paleontólogo Ryan Haupt explica cómo es que algunos animales, que hoy los criptozoólogos enlistan como descubrimientos suyos, tardaron tanto en ser descubiertos:
Todos estos animales también tienen en común un hábitat muy remoto o de difícil acceso con poblaciones humanas bajas, especialmente occidentales con la capacidad de recopilar evidencia que se consideraría científicamente válida. A medida que nos aventuramos en la selva tropical, encontramos nuevos animales; mientras nos aventuramos en las profundidades del océano, lo mismo. Dependiendo de los animales encontrados, estos se consideran victorias para la criptozoología, pero independientemente, siempre son victorias para la ciencia y muestran el poder de una búsqueda cuidadosa, investigación y la demanda de evidencia confiable en la exploración de la vida en todo el mundo.
Oh, sorpresa, no hubo criptozoólogos en el caso del gato-zorro. Tal vez queda claro que una postura escéptica rechaza el reclamo de los criptozoólogos como autores de algún éxito digno de mencionar, pero puede que aún no quede del todo claro el por qué.
La criptozoología, como muchas otras pseudociencia, se alimenta de los anhelos de las personas por cubrir ciertas áreas o ciertos problemas que desconocemos o de los que aún no se tiene una solución (no importa mucho si el problema en realidad es imaginario). A diferencia de otras pseudociencias, como la astrología, el psicoanálisis o la parapsicología, la criptozoología carece de una explicación "omnipresente", lo que los filósofos llaman un marco teórico único en el que se basan sus practicantes. Los criptozoólogos solo están de acuerdo en que hay críptidos (especialmente de los primeros 9 tipos descritos arriba), pero no hay un consenso sobre cuáles son los críptidos que indudablemente vale la pena buscar, ni cuáles son los mejores métodos, ni cuáles las mejores teorías. Puede haber muchos criptozoólogos buscando a Pie grande, pero no pueden ponerse de acuerdo en cómo es que un primate gigante llegó a América, cuando el registro fósil y arqueológico apunta que el único primate de gran tamaño que ha habitado este lado del mundo es el homo sapiens. Algunos apostarán por criaturas extintas (como Gigantopithecus), mientras otros hablarán de una especie de la que no se tiene registro alguno, y unos cuantos más apostarán por una entidad paranormal o incluso un extraterrestre, asegurando la perpetuación y evolución (cultural) del mito, sin tener realmente conocimientos sobre su presunto objeto de estudio.
La criptozoología, vista de este modo, solo es el conjunto de especulaciones de animales cuya existencia es seriamente puesta en duda. Y dichas especulaciones no necesariamente deben estar conectadas entre sí, y mucho menos conectadas con el conocimiento científico de algún ecosistema o de alguna especie reconocida. Y como hay cientos de animales "ocultos" en los mitos y el folclor, no importa si el criptofan termina desechando su creencia en uno, habrá muchos más. Es así que cada caso debe ser analizado de forma individual. Por eso, los razonamientos estilo "si el celacanto se creía extinto hace 65 millones de años, y estaba oculto viviendo bajo nuestras narices, es obvio que los dinosaurios/plesiosaurios/pterosaurios/mamuts/neandertales/tilacinos siguen existiendo", fallan: porque el asombroso descubrimiento de un animal no está lógicamente conectado con la posible existencia de otro, ni tampoco su descripción es razón suficiente para pensar que es justificable la búsqueda de otro ser fantástico.Como les dije a los criptofans desde un inicio, todos estos eran puntos necesarios de aclarar, para decepción de algunos.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* El yeti y otros bichos ¡vaya timo!, por Carlos Chordá, Editorial Laetoli, España, 2007.
* Abominable Science!, por Daniel Loxton y Donald Prothero, Columbia University Press, EEUU, 2013.
* Mysterious Creatures. A Guide to Cryptozoology, por George Eberhart, ABC-CLIO, Inc., EEUU, 2002.
* "Cryptids That Turned Out To Be Real", por Ryan Haupt, en Skeptoid.
* El grupo La ciencia y los monstruos. Cuestionando los reclamos criptozoólogicos.