Como saben ustedes, este blog, que ya tiene edad suficiente para eso, tiene sus propias tradiciones. Una de ellas, apropiada para estos días en que un año termina y otro empieza, consiste en invitar a unos amigos sabios a que pasen por aquí y nos dejen unos pensamientos edificantes, algunas ideas interesantes sobre la vida, sus placeres y sus encrucijadas.
En anteriores ocasiones, los amigos que han venido nos han hablado, por ejemplo, sobre el papel fundamental que tienen las palabras en nuestra vida; o sobre la felicidad; o sobre los placeres sencillos, la confianza en el porvenir, etc.
Esta vez han venido algunos habituales, como Stevenson, Stefan Zweig y Sándor Márai, además de Patrick Modiano, Tolstoi y Leon H. Vincent. Y todos ellos nos traen interesantes reflexiones sobre algo tan compejo y tan esencial para el ser humano como son las relaciones personales.
Ya sean relaciones de amistad, de amor, de familia, o los contactos casuales y fugaces que se establecen cada día, las personas estamos constantemente tratando con otras personas, relacionándonos unos con otros, en una cadena sin fin.
Y esta cadena, claro, a veces se enreda y cruje, se atranca y funciona mal.
Pero de una forma o de otra, siempre sigue en marcha. Porque, como nos dice Patrick Modiano, no podemos vivir aislados, o al menos no por mucho tiempo, porque si no, nos sentiríamos perdidos, como en un inmenso océano y sin rumbo:
En esa vida que, a veces, nos parece como un gran solar sin postes indicadores,
en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontes perdidos, nos gustaría dar con puntos de referencia, hacer algo así como un catastro para no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamos vínculos, intentamos
que sean más estables los encuentros azarosos.
-Patrick Modiano. En el café de la juventud perdida (2007)-
Pero por supuesto, no puede haber ninguna relación verdadera ni podemos ser felices si no nos apoyamos en sentimientos sinceros:
La verdad hacia el sentimiento, la verdad en una relación, la verdad
hacia tu propio corazón y tus amigos, nunca simular o falsificar la emoción:
ésa es la verdad que hace posible el amor y feliz a la humanidad.
Robert Louis Stevenson. "El Dorado" (1881)
Por su parte, Sándor Márai plantea que las relaciones entre las personas también están regidas por ciertas leyes; que algo tan serio como una relación importante no se forja de manera casual, sino que, aunque no nos demos cuenta, ese proceso tiene su camino y su momento, como lo tienen todos los elementos del universo aparentemente caótico en el que vivimos:
... a las personas no solamente las atan las palabras, los juramentos y las promesas [...] Hay algo diferente, una ley más severa, más dura, que determina si dos personas
están ligadas o no [...] Dos personas no pueden encontrarse antes de estar maduras para su encuentro. Maduras no desde el punto de vista de sus inclinaciones y sus caprichos,
sino en su fuero más íntimo, obedeciendo la ley irrevocable de sus destinos, de su estrella, de la misma manera que se encuentran dos astros en la infinitud del universo,
con una exactitud perfectamente determinada, en el instante previsto, en el instante que pertenece a los dos, en la infinitud del espacio y del tiempo.
-Sándor Márai. La herencia de Eszter (1939)-
Y quizá esas leyes naturales que gobiernan las relaciones tengan algo que ver con la reflexión de Leon H. Vincent, que se refiere a la imposibilidad de que un número muy elevado de amigos puedan ser amigos verdaderos. Y no porque esas personas no sean buenos amigos en potencia, sino porque las relaciones verdaderas exigen cierto tiempo y dedicación; requieren que les prestemos un poco de atención, porque son como una planta delicada, que si la descuidamos se marchita. Y nos resultará imposible prestarles esos cuidados si el jardín es excesivamente grande.
Este particular genio ejemplificaba la desgracia de tener demasiada facilidad
para establecer esas relaciones que quedan a medio camino entre el trato ocasional
y la amistad. Por darle a la cuestión forma de paradoja, tenía tantos amigos
que no tenía ningún amigo. Quizás esto sea injusto, pero la amistad conlleva
Leon H. Vincent. El bibliótafo (1898)
Pero, como decíamos al principio, las relaciones son complicadas y no es difícil equivocarse. Porque los seres humanos somos complicados, y con frecuencia no somos conscientes de que las relaciones no siempre significan lo mismo para las dos partes; es decir, no siempre tienen la misma importancia o la misma trascendencia para unos y otros. Por eso hay que tener en cuenta los sentimientos ajenos cuando tomamos decisiones que afectan a otros, si no queremos que esa relación se convierta un quebranto para ellos:
Un adulto tiene que pensar, antes de inmiscuirse en un asunto, hasta dónde está dispuesto a llegar. No se juega con los sentimientos ajenos. Lo admito, usted encandiló
a esa buena gente llevado por los motivos más nobles y honrados,
pero en nuestro mundo no importa si uno actúa con dureza o timidez,
sino sólo lo que al final se consigue o se provoca.
Stefan Sweig. La impaciencia del corazón (1939)
Por último, Tolstoi nos muestra que la felicidad, la nuestra y la de los otros, no tiene más secreto que el amor. Porque el amor y la entrega que ofrecemos a otras personas, produce a su vez amor hacia nosotros.
Sin duda amar es más fácil que lo contrario, seguramente porque estamos hechos para eso.
Parecía tan difícil vivir mal y tan fácil amarlos a todos y ser amada...
Todos eran tan buenos y tan dulces conmigo [...] "¿Por qué son todos
tan buenos conmigo? ¿Qué he hecho para merecer un amor así?",
me había parecido confuso. Sólo ahora entendía por qué él solía decir
completamente de acuerdo con él.
Lev Tolstoi. La felicidad conyugal (1859)
Yo les deseo a todos ustedes un año lleno de relaciones felices, y espero que sigan haciéndome feliz a mí con su presencia.
Muchas gracias por todo.