Esta pasada noche los republicanos en Nueva York tuvimos nuestro evento social mensual en la Quinta Avenida. Mi chófer (sí, tranquilo progre paranoico: tengo un chófer porque no tengo carnet de conducir y porque además no me gusta conducir) me conducía por toda la Quinta Avenida hasta llegar al evento y durante el camino no pude evitar pensar en Latinoamérica, al ver en una esquina de la calle 72 una familia claramente latinoamericana por el aspecto racial que tenían. Tras pensar unos momentos en aquél continente exótico y lejano, inmediatamente me vino a la mente Venezuela y el gobierno del indeseable Maduro. Ya os dije que no soy de los que dicen “no podemos hacer nada” contra las tiranías o dictaduras ni tampoco contra delincuentes internacionales.
La Habana y Washington siempre están en polos opuestos cuando se trata de cualquier tema en política exterior – sea Irán, Siria, Ucrania, Corea del norte, el terrorismo o incluso el destino del Sáhara occidental. Pero cuando se trata de Venezuela, parece que Cuba y EEUU están de acuerdo. Ambos países están a favor de un “dialogo” nacional con farsantes, para acabar con un levantamiento popular contra el gobierno criminal e incompetente de Nicolás Maduro.
Durante la mañana de hoy jueves (en cuestión de una hora o dos), el asistende Obama en Latinoamérica, Roberta Jacobson, tendrá que responder las preguntas de los senadores republicanos sobre su trabajo. Los senadores deberían preguntarle por qué está en los intereses estadounidenses ayudar a un régimen izquierdista, aplastar las manifestaciones democráticas y qué se debe hacer ahora que esa estrategia ha sido un fracaso absoluto.
A principios de febrero, los estudiantes universitarios venezolanos tomaron las calles de las principales ciudades venezolanas para protestar contra la delincuencia callejera tan brutal que sufre ese país y la escasez de alimentos y otras cosas básicas para vivir. La respuesta del régimen fue brutal, brutal señores, desproporcionada, con pandillas financiadas por Maduro y su gobierno dando palizas y pegando tiros contra manifestantes desarmados. Más de 40 personas han sido asesinadas, líderes de la oposición encarcelados o expulsados de sus cargos por “delitos” inventados, provocando que hasta los obispos católicos, nada amigos de la libertad jamás, denuncien las “tendencias totalitarias” del gobierno criminal de Maduro. El movimiento estudiantil continúa presentando un problema para ese régimen.
Hay informes de las organizaciones para los derechos humanos donde citan que ha habido abusos serios y sistemáticos por parte de las fuerzas de seguridad venezolana, incluido asesinatos ilegales, torturas, trato inhumano, y detenciones ilegales.
En vez de defender a los venezolanos de cualquier ideología política que están luchando para salvar su país y defender sus derechos, los diplomáticos de EEUU les obligaron a entrar en un diálogo de chiste. El día 10 de abril, uno de los grupos opositores se mostró partidario de participar en un “diálogo” con gobiernos sudamericanos pro-Maduro. Sin embargo, el movimient estudiantil y otras formaciones claves de la oposición rechazan el diálogo mientras el gobierno tenga prisioneros políiticos y utilice pandillas callejeras de Maduro para aterrorizar el país.
Mientras tanto, el régimen de Maduro sigue amenazando ilegalmente a la oposición. El Tribunal Supremo de Venezuela ha prohibido las manifestaciones públicas, criminalizando así a la oposición; el régimen incluso ha empezado a detener manifestantes muy jóvenes para luego chantajear a sus familiares para que éstos paguen dinero.
El problema para Maduro es que su regimen no cuenta con el dinero necesario para hacerle frente a un deterioro económico grave. Los propios informes de su gobierno demueestran que a pesar de su riqueza petrolífera, el crecimiento económico de Venezuela ha frenado en seco. La inflación, señores, ya alcanza más del 56% (escalofriante, me pone hasta nervioso aunque no tenga nada personal en Venezuela), la escasez de cosas básicas alcanza el 30%. China les ha prestado 40 mil millones y por eso la economía ha “continuado” en los dos últimos años. Ese dinero se ha agotado y el ministro chino de exteriores Wang Yi visitó Caracas el mes pasado y les dejó sin más préstamos.
Los problemas políticos de Maduro ya no son superables tampoco. Ahora solo un 25% de venezolanos apoya su gobierno.
En resumen, un régimen antidemocrático conocido por su hostilidad contra los EEUU, su complicidad en el criminal narcotráfico y su afinidad por Irán y sus grupos terroristas tiene la espalda contra la pared. EEUU se ha negado a imponer sanciones contra el gobierno venezolano, como pide un grupo bi-partidista en el Congreso, gracias a los senadores Robert Menéndez (Demócrata de New Jersey) y la Republicana Ileana Ros-Lehtinen (Florida). Según los oficiales de Obama, dicen que esas sanciones acabarían con el “diálogo”, como si congelar las cuentas o revocar visados de los criminales que violan los derechos humanos haría más daño que disparar contra estudiantes inocentes e incendiar sus campuses. Pero eso es lo que hoy pasa por política exterior en los EEUU, como casi siempre ocurre cuando hay un demócrata en la Casa Blanca.
En la época de la Guerra Fría, es verdad que EEUU a veces no hacía nada contra determinados regímenes antidemocráticos, pero en aquella época eso a veces servía los intereses occidentales. Hoy, la política exterior de USA hacia Venezuela no solo es injusta, sino también totalmente estúpida y contraproducente para los intereses occidentales.