¿Qué haces ahí, Toledo, asentada sobre esa alta roca de siete cerros, que ciñe en ancho rodeo el celebrado Tajo del oriente a occiente, dominando esa fértil y frondosa Vega y rodeada de empinados montes? Ahí estás como una reina hermosa, olvidada por la ingratitud y maltratada por los años, ostentando aún tus antiguas galas; ahí estás presentando en magnífico panorama tus más preciadas joyas. Aquí tu Alcázar suntuoso que domina con su mole inmensa a la ciudad que aparece dormida a sus plantas; allí la gótica catedral, cuya gigantesca torre parece taladrar las nubes; acá el célebre monasterio, erigido por la fe de Isabel y de Fernando, con sus gallardas agujas y airosos botareles; más allá la grandiosa fábrica levantada por la caridad del consejero del primer monarca de ambos mundos; al lado del occidente las celebradas sinagogas, que respiran todo el orientalismo de sus fundadores; y más adelante, en fin, otros cien monumentos cuyas ruinas aumentan tu dolor y amargura.José Amador de los Ríos. Toledo Pintoresca (1845)