Hola a todos queridos lectores. Esta semana, al contrario de lo que estáis acostumbrados a leer en mi blog, toca una entrada en la que investigo una parte muy importante de la historia de mi isla. Me refiero a la importancia que tuvo el comercio de la cochinilla en el siglo XIX. No es que me haya vuelto un adulto de un día para otro y ahora solo vaya a escribir de cosas serias ni mucho menos... es simplemente que entre los carnavales y los exámenes he decidido aprovechar este trabajo que he terminado hoy mismo para la asignatura de Historia y así no tener que exprimirme la cabeza cuando sinceramente, no es el fin de semana en el que más lúcido me siento. Por cierto, las fotos que vais a ver son mías (hay que presumir un poco de vez en cuando) Bueno os pego el trabajo:
Antes de nada creo que es importante decir que la razón por la que elegí este tema antes que cualquier otro es que ya sabía bastantes cosas de la cochinilla, aunque sobre todo he tenido en cuenta que mi padre tiene mucha información. Por tanto sabía que iba a poder conseguir algo interesante que simplemente buscando en Internet me habría resultado más difícil.
Lo que se conoce como “Cochinilla de Canarias” es el producto de origen animal en nuestro archipiélago resultante de la desecación natural de las hembras adultas del insecto “Dactylopius coccus”, conocido como cochinilla. Una vez este ha sido recolectado de las palas de la tunera es utilizado para la extracción del colorante natural, el cual se utiliza para dar color a bebidas como la Coca-Cola, a alimentos como el salchichón, a productos textiles, a productos farmacéuticos y, sobre todo, como carmín de pintura de labios.
Introduciéndonos un poco más en el terreno de la historia, es importante saber que su cultivo fue introducido en Canarias en el primer tercio del siglo XIX tras producirse una crisis de la agricultura y coincidiendo con el auge de la industria textil en Europa que demandaba, entre otras cosas, todo tipo de sustancias tintóreas (en especial el carmín). Volviendo atrás para ir poco a poco se puede decir que este insecto, procedente de Méjico, fue ya utilizado en aquellas tierras como productor de colorante desde antes de la llegada de los europeos a América. Los aztecas lo llamaban “nocheztli”, lo que para ellos significa “sangre de nopal”. Fue en el año 1820 cuando Ildefonso Ruiz del Río presentó a la Real Sociedad Económica de Cádiz unas palas de nopal con cochinilla procedentes de Méjico. Esta llevó a cabo un cultivo de cochinilla de forma experimental hasta que unos años después se decidió expandir su cría por otros lugares de España con climas que presentaran unas buenas condiciones, entre los que se escogió Canarias. Llegó a nuestro archipiélago en el año 1825 y en concreto a Lanzarote diez años después, en 1835. Su cultivo comenzó en Tiagua y a mediados del siglo se extendió hasta los pueblos de Mala y Guatiza. La entrada en vigor de la ley de Puertos Francos en 1852, que permitió el libre comercio de Canarias con el exterior, hizo posible que nuestra isla se lucrara enormemente de este cultivo. Los destinos principales de la cochinilla eran Reino Unido (70%) y Francia (25%). Fue con la aparición de las anilinas, de más barata obtención, con la que se produjo la decadencia de la cochinilla. En el año 1885 su explotación a gran escala dejó de ser rentable. A pesar de esto, su cultivo no desapareció totalmente del archipiélago ya que algunas familias canarias, principalmente de Lanzarote y Fuerteventura, continuaron llevando a cabo su recolección. La razón por la que fueran estas islas en las que más agricultores continuaron con la cochinilla es la escasez de agua que impedía cambiar a cultivos como el del plátano.
Actualmente Canarias es el único lugar de la Unión Europea donde se produce cochinilla para su comercialización. Algunos de los factores que hacen que esta se pueda diferenciar del resto son cosas tan sencillas como: que se realiza un secado natural utilizando únicamente la insolación solar; que se cultive un único tipo de huésped, la tunera; y un único tipo de insecto que como ya dije antes recibe el nombre científico de Dactylopius coccus. Agricultores de la actualidad confirman que los mejores momentos que atravesó la venta de cochinilla fueron los mediados de la década de los ochenta, en los que se llegó a su precio máximo (90,15 euros). Algunas firmas italianas como “Martini-Rossi” compraban este producto canario para dar color a sus productos. Los pocos cultivos de cochinilla que quedan hoy en día se encuentran en zonas de Mala y Guatiza aunque ya la mayoría son fincas abandonadas. La cochinilla canaria no ha podido competir con su mayor rival, la sudamericana, dónde se produce más y con costes inferiores. “La última vez que se vendió con fundamento fue en 1997”, dice el cosechero Leandro Caraballo Umpiérrez. Los agricultores que se siguen dedicando a este tipo de cultivo almacenan el producto esperando a que se pueda vender a mayor precio. Esto puede ocurrir si se produjese un fenómeno atmosférico en Sudamérica como el del Niño, con el que dejaron de producir algo más de un año. Una idea que han propuesto algunos agricultores es que se invierta dinero en la construcción de una fábrica envasadora y vender frasquitos de 15 gramos de cochinilla a los turistas en los diferentes puntos de interés de las islas. Todos coinciden en que si no se buscan soluciones el cultivo de cochinilla en Canarias no tardará en desparecer.