No sabemos lo que estamos comiendo. España es líder mundial en abuso de fármacos antibióticos. Se usan, aunque ya esté prohibido, para el crecimiento de los animales en granjas intensivas. Y esto entre otros problemas, provoca que las bacterias se hagan resistentes a los mismos y cuando hay que usarlos en humanos no son eficaces. La Agencia de Medicamentos también está alertando de este problema de salud pública que provoca muchas muertes.
La organización Justicia alimentaria está pidiendo que no se usen antibióticos en los animales si no hay una necesidad terapéutica. Estamos comiendo antibióticos al comernos los animales «alimentados» con estos fármacos. El problema es tal que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha desarrollado la campaña «Los antibióticos NO valen para todo» con el objetivo de concienciar al público general sobre los riesgos asociados al uso inapropiado de estos medicamentos en personas y animales.
Para la organización citada es prioritario restringir el uso de antibióticos en animales sanos, excepto en los casos autorizados por la Administración pública y debidamente justificados, ya que el desarrollo de bacterias resistentes a este tipo de medicamentos constituye una de las amenazas más serias para la salud pública mundial.
Debido a este problema mueren unas 700.000 personas en el mundo cada año (los fallecimientos por accidente de tráfico son 1.200.000).
Estas bacterias farmacorresistentes pueden causar infecciones en el ser humano y son más difíciles de tratar, ya que NO responden al tratamiento, lo que supone estancias hospitalarias más largas, incremento de los costes médicos y aumento de la mortalidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si no se toman medidas urgentes, muchas infecciones comunes y lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales.
El uso de antibióticos en la ganadería es para poder mantener las condiciones actuales de hacinamiento de miles de animales en las granjas industriales de cerdos, pollos o bovinos. Esto favorece la aparición de patologías, básicamente por la misma acumulación animal (y de densidad de agentes infecciosos) y por la situación de estrés que genera una inmunosupresión crónica.
Antes de que los animales se pongan enfermos se le suministran antibióticos. Esto supone que pagamos la sobremedicación de los animales con nuestra salud«, explican desde Justicia Alimentaria.
Lo que subraya la Aemps es que
el autoconsumo de antibióticos en casos de infecciones víricas como la gripe o el resfriado es uno de los comportamientos erróneos que pueden provocar el desarrollo de resistencia y comprometer, por tanto, la eficacia terapéutica de estos medicamentos en futuros tratamientos. Así, se destaca que los antibióticos sólo tratan infecciones bacterianas, no alivian el dolor ni la fiebre y deben utilizarse siempre bajo prescripción médica o veterinaria«.
La Unión Europea ha aprobado hace poco el Reglamento 2019/6, que ha supuesto un paso en la dirección adecuada para reducir el exagerado consumo de antibióticos en la ganadería industrial. El Reglamento será completamente efectivo en 2022 y estipula que los medicamentos antimicrobianos no se aplicarán de manera rutinaria y reitera que no se pueden usar como promotores del crecimiento (eso ya estaba prohibido anteriormente) ni para aumentar el rendimiento.
La novedad estriba en que, además, indica que no se deben usar para la profilaxis (administración de un medicamento a un animal antes de existir signos clínicos de una enfermedad) y cuando haya diagnóstico de una enfermedad en parte del grupo, metafilaxis, solamente cuando el riesgo de propagación de la infección sea alta y no existan otras alternativas apropiadas disponibles.
La metafilaxis ha sido el gran agujero legal por el que se colaban (y se cuelan aún) la mayor parte de toneladas de antibióticos aplicados masivamente en ganadería industrial», explican desde la mencionada asociación.
Además, en todos los casos, estos productos solo deberían estar disponibles con receta veterinaria y será el equipo veterinario quien decida, después del diagnóstico correspondiente, que no existe otra opción.
Este Reglamento mejora el actual sistema pero no detalla las medidas de control y fiscalización que aseguren que esa recomendación se cumpla en las granjas industriales y además no fija objetivos de reducción en el uso de antibióticos. No sería la primera vez que una normativa adecuada se queda en papel mojado por falta de instrumentos de control y coacción sobre los agentes económicos implicados.
Por ello, hay que exigir al Gobierno español que complemente el Reglamento europeo con medidas adecuadas que aseguren su cumplimientos (incluyendo sanciones) y que fije objetivos de reducción drástica en un corto período de tiempo. España es líder europeo y uno de los mayores del mundo en el abuso y mal uso de antibióticos en ganadería.