Revista Arte

¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así.

Por Artepoesia
¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así. ¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así. ¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así. ¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así. ¡Qué maravilla, cuántas criaturas bellas aquí!; oh, mundo feliz, en el que vive gente así.
En el discurso que Miranda, personaje shakespeariano de la obra dramática La Tempestad, hace en el acto V, dirá: ¡Oh, qué maravilla! ¡Cuántas criaturas bellas aquí! ¡Cuán bella es la humanidad! Oh, mundo feliz, en el que vive gente así. Sin embargo, el relato dramático acabará bien, curiosamente. El autor lo quiso así, y por ello hasta los románticos decimonónicos aplaudieron esta obra. Trata sobre la negación y la venganza, pero, finalmente, el poderoso personaje desalmado -Próspero- terminará por perdonar a todos.
Cuando el pintor estadounidense John Singer Sargent (1856-1925) decidió retratar a las hijas de su amigo Edward Boit, recordaría inspirado el lienzo de Velázquez que viese en el Prado en su viaje a España en 1880. Las Meninas le fascinaría, y, dos años después, en el París donde viviría por muchos años, compondría por fin su magistral obra Las hijas de Edward Darley Boit. La escena enmarcará el apartamento que su amigo Boit tendría en París, donde, junto a unos jarrones japoneses, aparecerán retratadas las cuatro hijas de Edward. 
Qué genialidad, qué ubicuidad de perfección y naturalidad, de situación y profundidad y de luminosidad y tenebrismo. Las niñas eran nietas de John Perkins, un aguerrido y despiadado comerciante famoso por sus negocios orientales y su contrabando de opio; también por su filantropía al final de su vida, construiría uno de los mejores conservatorios de música de Nueva Inglaterra. Su hija, Marie Louise, acabaría casándose con Edward Boit y tendrían cuatro niñas, Florence, Jane, Marie Louise y Julia
Y Singer Sargent las situará en su obra en una disposición genial. La más pequeña en un primer plano cercano al espectador -como su inspirada menina-, más atrás y a la izquierda aparecerá Marie Louise -como su inspirado Velázquez- y por último, en un fondo intermedio, las otras dos, una sesgada y la otra derecha, también como los otros personajes retratados por el maestro español. Y, además, con la sutileza de mantener un orden cronológico con ellas: de la más pequeña a la mayor. El único órden, sin embargo, que mantendrá la obra. Una blanca luz iluminará a las retratadas desde un lado anterior. Pero, al fondo del todo, la oscuridad más cegadora, a cambio, denotará un rudimento de misterio. De la inocencia al despertar, de la luz a las sombras. 
El escritor victoriano Henry James cuando vió la pintura la describiría como la escenificación ideal de un mundo feliz, de niños encantadores que, seguros y satisfechos, se dejarían retratar dichosamente. Sin embargo, no es para nada así. La dimensión semioculta de unos rasgos latentes en la obra inducirá a presentir la profunda inquietud que encerrará ahora la sagaz puesta en escena del creador. Lo que los grandes genios -los únicos- serán capaces de entender antes de hacerlo. Durante el final de su vida, las dos hijas mayores -Florence y Jane- sufrirán enfermedades mentales, y ninguna de las cuatro abandonará la soltería, a pesar incluso de haber recibido una de las mayores herencias de la época. Finalmente, donarían las cuatro esta extraordinaria obra al museo de Finas Artes de Boston.
(Óleo Las hijas de Edward Darley Boit, 1882, de John Singer Sargent, Museo de Boston, EEUU; Fotografía de una modelo en la semana de la moda de Toronto, 2009; Imagen de un grabado del pintor expresionista alemán Otto Dix, 1891-1969, retratando la crudeza de los años de entreguerras; Lienzo del pintor del primer barroco italiano Bartolomeo Schedoni, La Caridad, 1611, Museo de Capodimonte, Nápoles; Fotografía de la exposición del cuadro de Singer Sanger en el Museo de Boston, donde se aprecian los Jarrones japoneses, los mismos que aparecen en el cuadro, donados también por las hermanas Boit.)

Volver a la Portada de Logo Paperblog