Exvoto dedicado a la diosa Igualdad
encontrado en una caverna llamada
'Concejalía de educación'.
Sin duda, la más poderosa diosa del panteón de supersticiones modernas es Igualdad. Esta diosa pagana es la que más se invoca hoy en todos los documentos públicos. Incluso tiene sus propios jueces y juzgados. Pero esto no es algo nuevo en la Historia; la misma devoción con que hoy se rinde pleitesía a la diosa Igualdad, era la que tenían los romanos hacia la diosa Concordia y antes que ellos, los griegos a las diosa Harmonía. Diosas paganas creadas para ser invocadas como protección contra las adversidades personales o la arbitrariedad del destino. Junto con ellas, otras diosas y dioses parecidas ocupaban los altares: Pax: Diosa de la Paz; Natura: Diosa de la naturaleza; Angita: Diosa de la curación (hoy Seguridad Social); y por supuesto, todo el panteón de dioses del averno: la diosa Recortes, el dios Caspa y la diosa Recañí.
Como pasaba con cualquier civilización arcaica, toda pasión humana es susceptible de estimular la superstición del rojo y ser sublimada elevándola a los altares públicos. Concordia tenía su templo en el Foro romano y era protectora de la Familia imperial. Igualdad tiene sus templos ministeriales, sus sacerdotisas funcionariales, sus ritos legales, sus oraciones, sus misterios e incluso sus sacrificios humanos. Por eso es tan difícil entenderse con ellos: no existe la separación iglesia-estado en sus mentes. Algo en lo que el resto les llevamos quinientos años de ventaja.
Igualdad no sería una diosa si no tuviera su propio relato mitológico. Igualdad es hija de la Razón. En un principio su padre decidió que su destino sería igualar a los hombres en dignidad y derechos; eso complacía tanto a los dioses como a los Hombres que la mimaban por sus virtudes civicas. Por desgracia, resultó ser una joven díscola y vanidosa, que se vendió a los rojos dedicándose a igualar las bolsas, costumbres y caracteres, por lo que atrajo las iras de los dioses más antiguos y venerables a quienes les gustaban los Hombres tal y como eran; y quienes no veían bien eso de inmiscuirse en las sus vidas después de casi dos mil años de cordial distanciamiento. Según la pintan Igualdad es una diosa bifronte, hermafrodita, clara y oscura, vestida de magenta, en su mano derecha tiene una báscula trucada, y en su puño izquierdo agarra por el cuello a la serpiente Discriminación, que es otro de esos dioses del Hades que produce espanto en los niños de sus escuelas rabínicas. Igualdad es una diosa que si se la reza con devoción proporciona trabajo, ayuda a conseguir coitos, retribuciones públicas y socorre en los juicios.
Lamentablemente Igualdad no existe. Es un mito. Es un subproducto de la mala combustión espiritual. Si de verdad existe la igualdad que me fulmine ahora mismo con un rayo… espero… sigo esperando. Nada. Si de verdad existiera debería poder manifestar su poder de alguna forma. Pero no; por lo tanto hacemos lo que se ha hecho siempre en las mitologías: nos inventamos a su contraria junto con una serie de males, cuya ausencia podemos achacar a la intercesión benéfica de la diosa. Lo mismo que Concordia; una diosa que hoy seria socialista, tenía a su hermana Discordia, una diosa que hoy sería considerada “capitalista”, ya que era la mano invisible de Adam Smith, que metía malos pensamientos en la cabeza del sastre para vender más baratas las togas que la competencia o que empujaba al labrador a trabajar en fiestas para tener mejor cosecha que el vecino; así, Igualdad tiene a su hermana Desigualdad que es una furia que según sus pitonisos capados causa más muertes que el 'cambio climático', lo que supondremos que significa 'muchas'. Por eso se la reza: no por que se vea su influencia en nuestro mundo sino porque se cree, que de alguna manera, en el más allá, podrá aplacar a su malvada gemela.
Para demostrar que eso no es así; que Desigualdad es una diosa inofensiva; puedo poner un ejemplo personal: Larry Ellison, el dueño de Oracle, considerado el quinto hombre más rico del mundo, estuvo en España por un evento deportivo y yo estuve con él en su sede. La desigualdad entre su riqueza y la mía seguramente será de 1 a 10.000, por decir algo, y sin embargo no me caí muerto en el sitio. Ni yo ni nadie. Es más, ninguno de los allí presentes nos sentimos para nada amenazados por la diosa Desigualdad. ¿Pero la desigualdad no mataba? Pues está claro que no. El hecho de que él sea inmensamente rico no me convierte a mí en pobre; como el hecho de que él coma caviar de beluga, no hace mi comida menos sabrosa. Sin embargo, cada vez que los sacerdotes de Igualdad se han entrometido en las vidas y los bolsillos de la gente, sí que han demostrado ser capaces de empobrecerlos y de escamotearles los nutrientes y proteínas que necesitan para avanzar junto con sus familias día a día.
Igualdad nos dice que no seremos discriminados por ninguna razón, pero que somos libres de discriminar a quienes no tienen ninguna de esas razones para ser discriminados. Igualdad nos dice que tendremos las mismas oportunidades que los que son más merecedores esas oportunidades que nosotros. Igualdad nos dice que es posible conseguir un mundo donde cada uno sea igual a cualquier otro, pero cada vez que se ha logrado ese mundo resulta que allí nunca la han visto por allí. Es una pena que de todo el panteón hayan elegido a la diosa más enemistada con Iustitia.