China se encuentra bajo el escrutinio internacional por fundadas sospechas de estar atentando gravemente contra los derechos humanos. A las acusaciones que desde hace años se vienen vertiendo sobre el gigante oriental en relación al puño de hierro con el que gobierna el Tíbet y la persecución a la que somete a sus habitantes, se suman las denuncias de países como Estados Unidos o Reino Unido por el trato que las autoridades dan a otra minoría étnica, los uigures, en la región autónoma de Xinjiang.
Situada en el noroeste, Xinjiang es la región más grande del país y también la más próxima a Asia central y Europa. Un bastión estratégico para el comercio exterior chino, rico en petróleo o gas natural, y uno de los mayores centros de producción de algodón del mundo. Sin embargo, la región es también el hogar de 12 millones de uigures, una minoría musulmana que por historia, cultura, etnia y religión se siente más próxima a países como Turquía -hablan un idioma propio emparentado con el turco- que a China. Una disidencia que tiene mal encaje con los deseos de uniformidad y alineación de Pekín.
En 2021, marcas internacionales como 'Nike' o 'H&M' dejaron de comprar el algodón chino procedente de Xinjiang
Gobiernos extranjeros, activistas y observadores internacionales, desde la organización Human Rights Watch hasta las Naciones Unidas, se muestran preocupados por lo que consideran mucho más que indicios de que el Gobierno totalitario de China está cometiendo crímenes contra la humanidad y actos de genocidio contra la población uigur, además de otros grupos étnicos musulmanes de la región. Las estimaciones hablan de más de un millón de uigures retenidos en cárceles, campos de 'reeducación' y sometidos a trabajos forzosos.
Testimonios de uigures en el exilio añaden escalofriantes detalles de torturas, abusos sexuales, familias separadas a la fuerza y campañas de esterilización a las mujeres. Los intentos gubernamentales por transformar la región a la imagen y semejanza china también incluyen la persecución a figuras y símbolos religiosos musulmanes, así como una migración masiva de población china a la zona, auspiciada por las autoridades con el objetivo de diluir la presencia uigur en Xinjiang.
Las escasas aproximaciones que la prensa internacional ha podido realizar a esta desconocida zona del mundo confirman los peores temores para esta etnia. Un reciente reportaje de la BBC mostraba un panorama de férreo estado policial, con controles por toda la ciudad, cámaras de vigilancia, test de ADN, escaneo de matrículas y monitorización de los movimientos de la población local a través de apps. Ahora se ha sabido que el autor de esos trabajos periodísticos, el corresponsal en china de la BBC, John Sudworth, se ha visto obligado a abandonar el país y refugiarse en Taiwán tras recibir presiones y amenazas de las autoridades de Pekín.
Las justificaciones de China no convencen a la comunidad internacional: Estados Unidos acusa al país de genocidio
En 2020, el Instituto Australiano de Política Estratégica encontró pruebas de la existencia de una red de más de 380 campos de concentración en la zona. Al comparar fotografías áreas actuales con las de años anteriores, se aprecia un incremento significativo en el número de edificios y barracones instalados tras los muros de estos recintos. La principal sospecha apunta a que se está obligando a la población uigur recluida en estos centros de 'reeducación' a trabajar en las plantaciones de algodón (la región produce la quinta parte de la producción mundial de esta materia prima). En 2021, marcas internacionales como Nike o H&M dejaron de comprar el algodón chino procedente de Xinjiang por este motivo.
Sin embargo, las autoridades chinas niegan las acusaciones de persecución étnica y justifican la existencia de los campos de reeducación con el argumento de combatir los intentos separatistas de los uigures y la amenaza del terrorismo islámico. Pero estas razones no convencen a la comunidad internacional: el secretario de Estado en Estados Unidos, Antony Blinken, o el secretario de Relaciones Exteriores en Reino Unido, Dominic Raab, no han dudado en acusar públicamente a China de genocidio y graves violaciones contra los derechos humanos contra la población uigur.
Naciones Unidas define el genocidio como la "intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso". Una lacra que recuerda a los peores pasajes del siglo XX y que podría estar viviendo un nuevo capítulo en la remota Xinjiang.
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