Revista Psicología

¿Qué pasa cuando un niño no juega?

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
¿Qué pasa cuando un niño no juega? juegos-de-ninos

Una de las primeras imágenes que evocamos al pensar en un niño, probablemente se relaciona de alguna manera con el juego infantil.

El juego es necesario para relajar tensiones, divertirse y disfrutar del ocio. Pero además el juego llega a ser en la etapa preescolar, la actividad más desarrolladora del niño. Cuando un pequeño juega a "las casitas" o a los bomberos -por solo citar dos ejemplos- incorpora reglas y roles sociales. Además estimula su imaginación, creatividad, capacidad de memoria y otros recursos mentales. El juego con otros niños es esencial para entrenar pautas de relación y aprender competencias emocionales y sociales. Entre los tres y seis años de vida, el niño se desarrolla más durante el juego que con cualquier otra actividad.

Cuando arriba al período de la escolarización, el estudio pasa a ocupar un lugar protagónico. No obstante, el juego continúa siendo muy importante para el niño. En una reciente investigación realizada en la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana, se les hizo la siguiente pregunta a un grupo de escolares entre 9 y 10 años: ¿Qué es para ti estar bien, sentirte bien? Y todos expresaron como primera respuesta: el poder jugar y compartir con otros niños. Sin embargo, diferentes realidades hoy resultan adversas a esta definición de bienestar elaborada por ellos mismos.

A algunos padres les preocupa la preparación de los hijos. Desde edades tan precoces como los tres o cuatro años de vida, otros desde que comienzan los estudios primarios, son incorporados a diversas actividades formativas complementarias. Tal es el caso de la enseñanza de idiomas, baile, pintura, actuación, entre otras. En estos casos es importante tomar en cuenta los intereses de los niños y que además, el espacio y el tiempo para la necesidad de juego estén garantizados.

Por otra parte, suprimir el juego es una medida disciplinaria frecuentemente empleada para regular la mala conducta de los hijos. Pero no es recomendable hacerlo constantemente o por largos períodos de tiempo. Recordemos que el juego, además de una necesidad, es un derecho de la infancia.

Por último, una alerta para familiares, maestros y todo adulto encargado de un niño. Cuando un pequeño que habitualmente disfruta del juego y el compartir con otros niños, rechaza jugar, no accede a compartir con sus amiguitos de siempre, se torna retraído y huraño, no lo dude ni un momento: algo importante está conspirando contra su bienestar psicológico y debemos averiguarlo.

Pero si el niño no juega porque de algún modo y por alguna razón, los adultos no lo propiciamos, es nuestro deber y está en nuestras manos revertir una situación que conspira contra su pleno desarrollo físico y mental.

Un niño que no juega no es un niño feliz.


Volver a la Portada de Logo Paperblog