LUIS BRITTO GARCÍA.
Hace años denuncio que la Comisión y la Corte Interamericana de la OEA quieren desconocer nuestros tribunales, para suplantarlos en la decisión de cuestiones relativas a la soberanía de Venezuela, como la legitimidad de las elecciones. Así, el primero en cuestionar los comicios del 14 de abril es Insulza, presidente de la OEA, quien exige “realizar una auditoría y un recuento completo de la votación” y pone “a disposición de Venezuela el equipo de expertos electorales de la OEA”. Vale decir, expertos extranjeros y no el Consejo Nacional Electoral, deben declarar quién ganó nuestras elecciones. Para escoger al Presidente de Venezuela también se ofrecen voluntarios el Gobierno de Estados Unidos y el canciller de España, García Maspero, ambos demandando recuento de votos al que Carter calificó como el sistema electoral “más perfecto del mundo”. Por no contradecirlos, el candidato perdedor reclama asimismo recuento manual de votos y, en lugar de exigirlo por vías de derecho, convoca motines que incendian o destruyen casas partidistas, mercados solidarios o unidades de atención médica, y asesinan a nueve compatriotas. Durante las elecciones una agresión informática, seguramente imperial, hackea las cuentas de Twitter de Nicolás Maduro, del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. y de Teresa Maniglia, jefa de Prensa de Miraflores; inhabilita la página web del Consejo Nacional Electoral y fuerza a interrumpir la conexión a Internet durante minutos para impedir la expansión del virus. No son tecnologías al alcance de un candidato cuyo promedio académico apenas remonta el 10. ¿Cómo en solo seis meses pudo el bolivarianismo perder 685.794 votos y la oposición neoliberal ganar 679.099? ¿En verdad esos electores detestan que uno de cada tres venezolanos esté estudiando, y en forma gratuita? ¿Aborrecen el servicio médico sin costo de Barrio Adentro? ¿Les amarga que los patronos deban pagarles prestaciones sociales? ¿Los subleva que seamos el país más feliz y con menor desigualdad social en América Latina? ¿Odian tener pensión para su vejez? ¿Les repugna que la Misión Milagro devuelva la vista? ¿Les duele que el Gobierno les dé viviendas? Si tantas ventajas los molestan, nada les impide rechazarlas pero ¿tienen que votar para que sus compatriotas también las pierdan? ¿Y cuánto tiempo conservará la oposición esos votos volubles? ¿Qué ha cambiado en esos seis meses? Examinemos la coyuntura. Perdimos un dirigente incomparable, pero su obra está ante nosotros exigiendo que la completemos. Arreciaron los sabotajes eléctricos. Hubo una inoportuna devaluación de 47%, y los capitalistas acapararon, especularon y dispararon la inflación sin sufrir sanciones ejemplares. Examinemos las tendencias constantes. Primero, el desgaste aflige a toda obra humana. Luego, la perduración del burocratismo matavotos, de trámites innecesarios y repetitivos. Luego, la incapacidad del capitalismo de ocupar el 7,6% de desempleo y el 40,9% del empleo informal. La oposición promovió el pánico valiéndose de una Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009 del Instituto Nacional de Estadística, según la cual ese año murieron 19.133 víctimas de la violencia. Las últimas elecciones enseñaron que las encuestas no son confiables. Pero con esta el especialista en guerra sucia, J. J. Rendón, y el candidato perdedor sembraron en el electorado una paranoia que casi se vuelve victoria. El bolivarianismo rescató de la pobreza grandes sectores a los cuales los medios opositores engañan predicándoles que pueden volverse oligarquía. Siempre digo que revolución sin ideología es piñata, ante la cual la gente se arrodilla mientras quedan caramelos. El problema es cultural. Más valen ideas que dádivas. El bolivarianismo puede recuperar sus contundentes mayorías. Salvo la muerte, todo tiene remedio. [email protected] luisbrittogarcia.blogspot.comRevista América Latina
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