No sé que tenga que ver la imagen, pero la puse porque me gustó.
Que rápido llegó la temporada de ramadas. Si, esas fechas que me traen a la mente esos recuerdos de cuando salía a las calles a cantar unas cuantas rimas estúpidas con un pequeño altar portatil mal fabricado, el cuál se encontraba dentro de una caja de zapatos y que adornaba con unas cuantas ramas de limón, plátano o de cualquier árbol que se cruzara en mi camino con el fin de pedir unas cuantas monedas como si fuera un indigente del centro.Unas cuantas monedas cosechadas (ya sea por lástima o por caridad) por unos pésimos cantos donadas amablemente (o de mala gana) por los habitantes de las casas visitadas se juntaban con los míseros MXN$ 5.00 que mi madre me daba para que supuestamente me comprara un desayuno en la cooperativa de la escuela (como si fuera a adquirir todos los nutrientes que un desayuno me debe otorgar con 5 míseros pesos [carajo, madre ¿Que pasaba por su mente? {quizás sabía que no compraría nada y por eso me daba 5 pesos}]) para tratar de obtener dinero ya que estas épocas representaban mi única fuente de ingresos.
¡Dichosos los que nacimos en este estado y podemos disfrutar de los beneficios de esta costumbre!
No obstante, no puedo evitar fijarme de lo rápido cambian los tiempos que cuando salía, lo hacía con una veladora y no una lámpara de celular, que de las casas visitadas no salía alguna persona con acento tabasqueño o del centro del país, que los niños los veías en la calle y no pegados a una consola o celular, que no pertenecían a alguna religión protestante o hasta musulmana...
Quizás y, a mis dos décadas de existencia, ya no me percate del reducido número de niños que chingan a uno en la puerta de su casa o simplemente ya no me interese. Quizás y sea por la terrible zona margina donde vivo en la cuál los padres prefieren evitar que sus hijos salgan a visitar casas extrañas bajo la intemperie y la poca luminosidad que otorga el alumbrado público (si es que funciona) o simplemente pareciera que la promesa de conseguir unas cuantas monedas ya no es atractiva para el niño de ahora.
Que rápido cambian los tiempos que hoy en día ya ningún pésimo cántico molesta la tranquilidad de mi hogar...
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