A mediados de los 50 era fácil escuchar aquel comentario que decía: “Pasa más hambre que un maestro de escuela”. Esto venía a indicar que el funcionario estaba muy mal pagado. En aquella época pues, estos trabajadores públicos sobrevivían con unos salarios de miseria a los que se sumaban algunos huevos, hortalizas o incluso gallinas, sobretodo en las zonas rurales. El cargo de los políticos era en general honorífico y sin compensación económica ya que recaía en la gente económicamente holgada. Esto luego ya se rentabilizaba de una u otra forma y no precisamente a base de huevos o gallinas.
Llegó la democracia y el pobre funcionario fue convirtiéndose poco a poco en el afortunado trabajador de lo público con un agravio comparativo progresivo con el trabajador privado. Algunos de ellos (incluidos los políticos), bien posicionados estratégicamente ya no se conformaban con el “pago en especie”. En algunos casos, la corrupción galopante fue instalándose poco a poco en la Administración, sobretodo en asuntos públicos relacionados con el ladrillo. En tiempos de prosperidad, las prebendas conseguidas por el funcionario eran lógicas y en consonancia con los tiempos que corrían. No era cuestión sólo de sueldos, se incluían muchísimas más ventajas de las que carecían los trabajadores privados. Eran la avanzadilla de lo que iba a ser la sociedad el bienestar. Bien estaba que fueran por delante y que sirvieran de faro a seguir para las empresas privadas.
Pero como todo, la cosa acabó corrompiéndose. Muchos (no todos, ¿eh?), acababan aposentándose y comenzaban a “columpiarse”. Los partidos políticos que ganaban unas elecciones se convertían en padrinos de una legión de nuevos funcionarios que como buenos “estómagos agradecidos” suponían el voto esclavo a sus idearios, hasta que las ganaba “el otro partido” que acababa haciendo más de lo mismo. Esto se dio a todos los niveles de la Administración, pero sobretodo fue escandaloso en la Autonómica y Local.
Aún no hace muchos años (puede que cuatro o cinco), hablaba yo con mi amigo funcionario y se quejaba del exceso de trabajo y de la necesidad de más funcionarios. Como a los políticos, también le costó bastante darse cuenta de que estábamos ante una crisis de muchísimo calado. Incluso se llegó hace un par de años o tres a “abrírseles” un Plan de Pensiones de forma altruista con el dinero de todos los ciudadanos que ya empezaban a boquear. Yo alucinaba ante aquello. La gente quedándose en la calle, sin trabajo, y a ellos les daban graciosamente una paga en forma de Plan de Pensiones para su jubilación. ¿De quién fue cosa aquello? Pues clarísimamente de políticos en forma inyección de capital a los Bancos “sus amos” y de paso gesto a la búsqueda de votos y de la complicidad del funcionariado para ellos poder seguir con sus privilegios sin que “les denunciaran” públicamente. Esto por una parte; por la otra fue culpa de los Sindicatos que aún estaban “en otro mundo” y continuaban con sus reivindicaciones laborables a pesar de la situación de los “civiles”.
A todo esto que era del dominio público se le sumaba aquella sensación de toda la vida de que “el funcionario no funciona”; aquello del “vuelva usted mañana” se había asumido como normal. Se imponía pues una solución que clamaba justicia. Ante algunos abusos de los políticos que pretendían manejar no sólo el dinero público sino también al funcionario, hubo un plante y una busca de refugio en la “profesionalización” del funcionario, lo cual permitía plantar cara a los políticos abusones e impedir la indefensión del trabajador público. La clave pasaba pues por “poner un poco de orden” sobretodo dentro del “río revuelto” de la Administración. Se revisaron puestos de trabajo innecesarios o duplicados, se pusieron máquinas fichadoras para controlar llegadas, salidas y “pequeños cachondeos” como escapadas, uso de instalaciones o consumo de “material” incluidas llamadas telefónicas particulares y días de libre disposición, pero ya habían adquirido mucho poder. Aunque se pensó en poner a funcionarios que vigilaran a los funcionarios (jefes), nunca llegó a ponerse en práctica en serio porque “un compañero debe tener manga ancha con otro compañero”, todo lo más un pequeño comentario, si viene al caso, pero en muy pocas ocasiones un expediente disciplinario; en definitiva, aquello que los políticos bipartidistas tan bien aplican del “hoy por ti mañana por mí”.
Lo bien vierto es que el dinero público es algo muy deseado, el dinero sin amo es muy sufrido, es una especie de “territorio sin dueño” y que tanto algunos políticos como también algunos pocos funcionarios, piensan que es suyo y van tirando de él mientras el resto de ciudadanos con sus impuestos va financiando todo ese tinglado retroalimentativo con sus impuestos.
Aunque todo esto se veía claramente, mientras no había crisis pues se dejaba correr; pero ahora, cuando la gente está agua al cuello, cuando los banqueros nos han llevado a la ruina e hipotecado por veinticinco años para que no se produzca el efecto dominó, los políticos de Europa les han dicho a los de aquí que “habíamos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades”, ahora con el desastre sobrevenido a muchas personas de nuestra sociedad con el consiguiente sufrimiento, con la desaparición de la clase media, parece que algunos están despertando de su letargo y empiezan a quejarse aunque aún no a exigir responsabilidades. No puede ser que más de media España esté “alimentando” a la otra casi media: Políticos, banqueros, especuladores, funcionarios, parados, religiosos… y chupópteros vividores de todas clases.
Hay que señalar responsables, y antes ya hemos citado a banqueros y políticos (algunos de ellos corruptos), pero cuando estamos viendo que el Estado del Bienestar se derrumba, cuando vemos que los servicios públicos van a privatizarse (en otro momento hablaremos sobre esto), cuando nos damos cuenta de que nuestros impuestos no son para servicios públicos y sí para mantener un tinglado injusto, cuando sufrimos el doble pago de los servicios sociales… es cuando pensamos que en el desmoronamiento del servicio público, probablemente algo han tenido que ver además algunos funcionarios que en contraposición a la empresa privada se ha puesto de manifiesto que no son competitivos, pudiéndose decir que algunos de ellos han contribuido a “cargarse” el servicio social que hoy parece que sólo sirve para pagar sueldos de la gente del Sistema.
A pesar de todo tengo que romper una lanza y hacer justicia loando al funcionariado honrado y trabajador que quiere mantener el prestigio de lo público, que aunque parezca lo contrario son la mayoría.
Es difícil acertar plenamente en una abstracción de casi dos folios (el más largo escrito hasta ahora). Sólo espero que quien no esté entre los citados, que no se identifique. El tema es muy complejo pero había que tocarlo. Si me he equivocado en algo ruego se me disculpe. Mi intención como siempre ha sido un intento de aproximación a la objetividad.
Caña a aquellos funcionarios que “se han balanceado” y que han dado argumentos para la privatización de los servicios sociales.