Que sus escritos perpetúen sus nombres (Reseña de 'Kengi y la magia de las palabras' .- Paolo Lanzotti)
Javier Allué (@javiallulli) “… El hombre muere, su cuerpo se convertirá en polvo.Todos sus semejantes vuelven a la tierra,
Pero el libro hará que su recuerdo sea transmitido de boca en boca.
Más vale un libro que una sólida casa
O que un templo en Occidente,
Más aún que un castillo fuerte
O que una estela elevada en un santuario
… los sabios profetas han pasado
Y los hombres se olvidarían si sus escritos no perpetuasen sus nombres” Egipto. Extracto del Papiro Chester Beatty IV, verso, Reino Nuevo, D. XIX.
Todo el mundo tiene su libro. Ese tomo especial, que guardas con cariño. Páginas para cuando no sabes qué leer, o simplemente quieres volver a encontrarte con un viejo amigo. Conocemos cada capítulo, cada escena, cada diálogo. Sabemos qué va a pasar y por qué, y cómo reaccionarán unos personajes que son como los viejos compañeros a los que a veces olvidamos, pero que nunca perdemos. Los conocemos, los odiamos y los amamos igual que a ese libro: lo recordamos y releemos muy de ciento a viento, como quien visita a un pariente lejano.
Y, sin embargo, siempre es una lectura especial. En los rincones más oscuros de las manidas páginas realizamos nuevos descubrimientos e interpretaciones, o al menos eso nos parece a nosotros. Siempre deseamos que la historia acabe bien, aunque sepamos que el final no va a variar un ápice respecto al guión original. Es ese libro que nos enganchó a la literatura, o que nos emocionó especialmente, o que nos hizo reflexionar, o simplemente un poquito de esas y otras muchas satisfacciones juntas.
Para mí, ese libro no es otro que ‘Kengi y la magia de las palabras’, un texto juvenil de la magnífica serie El Barco de Vapor, a la que tantas horas de disfrute adeudo en mi cuenta. Como tal, es un libro de lectura ligera y frases sencillas. No existen subordinaciones, complicaciones en la trama o profundidad en los diálogos.
Lanzotti, que ganó el Premio Barco de Vapor 1997 por esta novela, nos ambienta (muy acertada y rigurosamente, por cierto) en la época dorada de los Sumerios, concretamente en lo que (adivinando por el contexto) se conoce como la III Dinastía de Ur, entre el 2112 y el 2004 a.C.:
'Kengi y la magia de las palabras'
Autor: Paolo Lanzotti
Editorial: SM -Barco de Vapor
El joven sumerio es, por supuesto, distinto a los demás. Soñador, inquieto y curioso, su vida cambia cuando salva de morir ahogado al noble Lugaresi en el río Éufrates. Agradecido por la gesta, el noble ofrece una recompensa a Kengi, quien se atreve a demandar aquello que le apasiona y le aterra: convertirse en escriba para comprender la magia de las palabras, enfrentándose a una sociedad estricta y rígida, a la costumbre de los dioses, a las envidias e intrigas cortesanas y a un maestro que sólo quiere hacerle fracasar.
La ingenuidad del muchacho nos trasladará a un mundo de envidias, en el que el progreso social estaba vetado, las desigualdades eran profundas y el temor a los dioses, las hambrunas y la guerra dominaban la vida de los hombres. Sin embargo, Kengi permitirá al lector abierto emocionarse con su integridad, sus esfuerzos, su sentido del deber y su desbordante imaginación. A lo largo de las páginas el protagonista conocerá el llanto y el gozo, la desilusión y la honradez, la fuerza de voluntad, el esfuerzo y, finalmente, el amor.
Por encima de una lectura juvenil, ésta es una lectura para aprender. Para aprender sobre el valor de cada ilusión. Para aprender sobre los sueños, y sobre cómo no rendirse para lograrlos. Para aprender sobre tomarnos un respiro y volver a tener, por un minuto, una hora, un día o toda la vida, 12 años. Para aprender sobre el amor, la honradez, el tesón y la justicia. Pero, sobre todo, para comprender el maravilloso milagro por el que, a lo largo de los siglos y los kilómetros, dos personas pueden comunicarse a través de unos símbolos inscritos y enlazados sobre una tablilla, un papel o una pantalla de ordenador, como lo estamos haciendo ahora tú y yo. Hace 4.000 años los egipcios nos lo dijeron “Y los hombres se olvidarían si sus escritos no perpetuasen sus nombres”. La persona, su recuerdo, sus compañeros y vivencias mueren. Pero la palabra escrita perdura a lo largo de los siglos, testigo de aquello que los hombres quisieron expresar con ella. Ésta es la verdadera magia de este libro. De todos los libros. Es la magia que nació en Mesopotamia. Es la magia de las palabras. De los escribas y escritores.
Que sus escritos perpetúen sus nombres.