Revista Medio Ambiente

¿Qué ve un maltratador cuando se mira al espejo?

Por Ne0bi0 @buenosviajeros

El año pasado, hasta 25.436 hombres fueron condenados por violencia de género. Por otra parte, el número de mujeres víctimas de agresiones machistas logró descender en un 8,4%, si bien llegó a unas cifras altamente preocupantes: 29.215 víctimas. Desde 2003, más de 1.000 mujeres han sido asesinadas a manos de un hombre en nuestro país, como recordó recientemente la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género. La figura del maltratador, por desgracia, sigue sin ser residual.

Según los expertos, hay dos vías para conseguir que este deje de serlo: la educacional, elaborada como una estrategia a largo plazo, y la intervención; esto es, conseguir que un maltratador asuma su condición y deje de serlo. "El ser humano tiene capacidad para cambiar; el maltratador no es una excepción", apunta Marisol Lila, investigadora del departamento de Psicología Social de la Universitat del València. Es directora de Programa Contexto, un proyecto que surgió en 2006 como respuesta a la carencia de recursos relativos a la rehabilitación en la provincia de Valencia. Durante un año, a través de esta institución, tratan a delincuentes de este corte, la mayoría de ellos condenados judicialmente a una pena que no implica la entrada en prisión.

Desde 2003, más de mil mujeres han sido asesinadas a manos de un hombre en nuestro país

"Plantearse si un maltratador nace o se hace sería entrar en un debate filosófico desacertado", opina Lila. "Nosotros partimos del modelo ecológico para la intervención y la interpretación de la violencia de género. No hay una única causa, sino muchas que pueden concurrir en un hombre -o una pareja- en un momento determinado. Ninguno de los factores de riesgo es una causa directa, sino que son factores probabilísticos. Es decir, que hay gente que puede nacer con una tendencia a una personalidad más agresiva, y no ser necesariamente un maltratador porque su entorno consigue hacerle aprender el manejo de sus impulsos. También hay quienes sufren muchísimos elementos de estrés y no por eso, por ejemplo, son maltratadores. Las experiencias previas, como haber sido víctima de maltrato o abuso, suelen tener mucho peso en la probabilidad de acabar ejerciendo violencia de género; desde luego, vivir en una sociedad permisiva con ciertas actitudes machistas también aumenta la probabilidad de que una mujer acabe sufriendo algún tipo de violencia por parte de un hombre". Lila, en este sentido, carece de dudas. "Está demostrado que el ser humano tiene capacidad de cambiar. Con técnicas psicológicas es posible, si bien cuanto más arraigadas estén ciertas conductas más difícil se torna el proyecto".

El principal reto es lograr que el delincuente se dé cuenta de que, efectivamente, es un maltratador. "Al programa llegan obligados alrededor del 80%. Suelen ser personas sin la conciencia de tener un problema y, por tanto, mucho menos conscientes de que puedan cambiar en algo". Cuando lo acaban, no obstante, suele ser muy distinto. "Muchos lloran cuando se enfrentan, conscientes, al 'monstruo' que fueron una vez", explica Lila.

El éxito de este tipo de intervenciones está ampliamente documentado. Según un estudio realizado por el Ministerio del Interior, el 92% de los condenados por violencia de género que siguieron el programa de la asociación R-inicia-t no volvió a reincidir en el periodo de muestreo (realizado entre 2010 y 2015).

El principal reto es lograr que el delincuente se dé cuenta de que, efectivamente, es un maltratador

Los psicólogos Felipe Martín y Gustavo Tapioles, fundadores de dicha asociación, coinciden con Lila en que el maltratador puede cambiar; según señalan, no obstante, no es un camino fácil. "Se trabajan las nuevas masculinidades, el control de impulsos y la agresividad, así como ciertas habilidades sociales fácticas, las distorsiones cognitivas y el hecho de cómo interpretamos y justificamos nuestros comportamientos", explica Tapioles. "Es un procedimiento casi mayoritariamente cognitivo-conductual; esto es: cómo influyen las interpretaciones que hacemos en cómo nos sentimos y cómo nos comportamos en función de esos sentimientos".

En R-inicia-t hacen un seguimiento inicial individual en el que, por ejemplo, miden el nivel de agresividad o de celos. "Posteriormente pasamos a 32 sesiones de dos horas que son intervenciones psicoeducativas grupales", apunta Martín. "Trabajamos con ellos como medida alternativa a su entrada en prisión, y es por tanto un programa estricto, por eso tenemos muy en cuenta que se lo tomen en serio y no lo estén usando como mera vía para evitar la cárcel, lo que supondría un quebrantamiento de condena".

Normalmente, la intervención se lleva a cabo con la víctima. "Se suele hacer, claro, cuando el daño ya está hecho, y entonces es muy difícil recuperar a las personas. Por eso, si somos capaces de cortocircuitar al agresor y que siga resolviendo sus problemas sin uso de violencia, nos ahorramos el tener que rescatar a muchas víctimas después", explica Tapioles.

Además del tratamiento, en la asociación aprovechan la experiencia adquirida con agresores para dar formación en institutos, sindicatos, empresas, cuerpos de seguridad del Estado y otras instituciones. "No hay que olvidar que el factor educacional es fundamental", advierte Martín. Y concluye: "La frase más repetida por los maltratadores cuando acaban el programa es que, si hubieran tenido toda esa información en su día, nunca le hubieran puesto la mano encima a una mujer".

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