En los viajes, como en otros campos de la vida, las expectativas juegan un papel importante. A veces una experiencia o una película son alabados por tanta gente que aunque te gusten, nunca están a la altura de lo esperado. Y si te hablan mal o no te hablan de ella, tiendes a idealizarlas. Y con las ciudades, sucede igual. Por eso, creo, Zamora me gustó tanto. Lejos de resultarme una ciudad más, disfruté descubriendo, poco a poco, la gran cantidad de pequeños detalles que la hacen especial. La entrada amurallada y empedrada que lleva al corazón de la ciudad; sus fachadas modernistas, coloridas y resultonas; las sutiles diferencias de sabor de cada vino de Denominación de Origen de Toro; las vistas desde el puente de piedra; la original disposición de su catedral y las sorpresas en su interior; graffitis callejeros que dan color a la ciudad; la zona ajardinada del castillo; o el ambiente de sus bares y la posibilidad de probar una amplia variedad de tapas.
Con en torno a 70.000 habitantes, Zamora no es una ciudad demasiado grande, por lo que se presta perfectamente a un viaje de fin de semana o de puente, como hice yo. No obstante, ostenta el reconocimiento de ciudad con mayor concentración de monumentos románicos por metro cuadrado en toda Europa y tiene un lugar privilegiado también en la Ruta Europea del Modernismo, debido también a la gran cantidad de edificios de este estilo que alberga. Por eso, aunque no tenga mucha fama, como he adelantado, creo que es una de esas sorpresas que descubres en un viaje y que te deja una sonrisa al volver; que no es poco.
Principales atractivos turísticos de Zamora
Entre los principales atractivos destacan sin duda su catedral, diversas iglesias en genial estado de conservación y el castillo, que a pesar de estar en un estado bastante ruinoso, tiene una zona ajardinada muy agradable.
La primera referencia de la ciudad que seguramente tomemos será la Plaza Mayor, desde donde parte la calle Ramos Carrión que nos llevará casi directamente –después se convertirá en Calle Rúa de los Notarios- a la Plaza de la Catedral.
En el camino, podremos visitar la iglesia San Juan de Puerta Nueva, románica y situada en la plaza central de la ciudad; la de San Cipriano, desviándonos en la plaza homónima; y la iglesia Santa María la Nueva, para completar un paseo por el paradigma artístico más característico de la ciudad. Otros centros religiosos relevantes serían San Esteban, San Vicente, San Andrés o San Isidoro.
La catedral de Zamora, que exteriormente destaca por una enorme cúpula revestida de escamas de piedra, aunque tampoco es muy grande, resulta llamativa y original. Por cuatro euros, puedes hacerte con una audioguia e ir conociendo los lugares que componen la catedral. Para mí lo más llamativo es la capilla de San Ildefonso, por las pinturas góticas de sus paredes, y la colección de tapices que exponen en el Museo Catedralicio.
Tras la visita al monumento más afamado de la urbe, nos adentramos en el castillo, justo en frente, que además es gratuito. Aunque no está bien conservado, es interesante dar un paseo para ver los restos y obtener unas maravillosas vistas de la catedral y la zona.
En busca de los detalles
Quizás la mayor sorpresa fue encontrar en una ciudad pequeña varios detalles que indican que la ciudad está viva; que la ciudad es colorida; entusiasta; que se hace acogedora a los ojos del viajero.
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Una foto publicada por Mundo Turístico (@mundoturisticoblog) el 11 de Oct de 2015 a la(s) 9:26 PDT
A ello ayudó encontrar varios graffiti repartidos por la urbe, desde algunos que se integraban perfectamente con el entorno, hasta otros sobre temas tan asociados a la ciudad como la Semana Santa y otros que parecían estar encargados por firmas comerciales, como ya parte de la esencia de Zamora.
También lograron este efecto los edificios modernistas de la ciudad, fachadas construidas fundamentalmente entre 1875 y 1930 y en las que el color, las formas y la vitalidad ofrecen al quién las observa otro motivo de alegría… al menos visual. Otro regalo de Zamora que me encandiló.
Otro nombre propio en los detalles que hicieron de esta ciudad un destino especial es Balborraz. Se trata de una calle, una unidad de medida a la que cada vez presto más atención en mis viajes. Una vía bonita, estilosa, elegante y original que merece mucho la pena y que puedes tomar también para llegar a la parte baja de la ciudad y dar un paseo en los márgenes del Río Duero.
Observar tranquilamente la ciudad
No hay nada mejor tras una mañana intensa de turismo que darte un capricho comiendo y después, dar un paseo por una zona bonita donde poder poner en orden lo vivido. Ese fue nuestro plan, trazado perfectamente para un pasar un día encantador –y así fue-. A la tarde, nos fuimos a dar un paseo por la orilla del Río Duero, disfrutando de la naturaleza con tonos otoñales y parando a descansar y observar los patos o una cabaña en mitad del curso del río.
Como broche final, nos acercamos al puente de piedra, que cruza el Duero y ofrece unas buenas vistas de la ciudad. Una perspectiva, como otras veces, que no me gusta perderme.
¡Otra tapa, por favor!
Supongo que el viaje a Zamora –ni la ciudad misma- me hubiera gustado tanto si no hubiera encontrado una actividad tan apasionante como la de ir de tapas, comer divinamente y disfrutar de la compañía de grandes amigos. Reconozco que no suelo dar importancia a esta parte en los viajes; muchas veces viajo sola o estoy tan centrada en aquello que visitar que se me olvidan esos momentos de asueto en los que disfrutar de la gastronomía, probar tapas en busca de algo realmente bueno y disfrutar de una buena conversación.
Así que el domingo nos dedicamos fundamentalmente a tomar algo –en este caso, vinos de la localidad cercana de Toro- e ir de bar en bar probando las diferentes propuestas de tapas que tenían que ofrecernos. El sistema es el siguiente: la tapa se paga a parte, pero el precio suele ser económico, entre 1 y 1,50 euros. Además, gracias a Internet pudimos identificar y localizar fácilmente a restaurantes que merecen la pena. Os apuntaré alguno de sus nombres.
Para tapear en Zamora, hay dos zonas: los alrededores de la Plaza Mayor y ‘Los Lobos’, algo más alejada pero muy a mano. En la primera de ellas, la calle de los Herreros es una de las calles más animadas y hay varios bares que merecen la pena. Los Abuelos tiene tapas más tradicionales y no me pareció especialmente destacable y el Buen Amor es una parada obligatoria si queremos tomar un buen vino, además de buenas tapas, aunque frías. Nosotras lo elegimos el primer día para comer y tanto el trato como la comida nos dejó encantadas. Pero el vino, del mismo nombre que el bar, ecológico y de la casa, merece una mención especial. ¡Me encantó! Además, el local tiene una sala de bodega donde hacen exposiciones y en ocasiones, hacen algún evento cultural.
En la misma Plaza Mayor, se sitúa uno de los imprescindindibles a mí modo de ver. Se trata de Los Caprichos de Meneses, un bar/restaurante de cierto nivel y tapas sabrosísimas. Entre ellas, mejillones en suspensión, “chupachups” (una especie de tempura con foie y salsa de manzana), Española (una especie de tortilla muy fina y cremosa) o de solomillo. Pero sin duda, la que más me gustó de todas ellas fue una mouse de boletus, de la que me llevé un recuerdo imborrable. En otra calle que sale de la plaza central de la ciudad, se encuentra el Horno, un restaurante más tradicional donde disfrutar de tapas como pulpo u otras más elaboradas como una tosta de cecina con queso e higos.
Ya en ‘Los Lobos’, un recorrido por los bares más típicos nos llevará a El Lobo, siempre hasta arriba para pedir un pincho moruno que picante o no está siempre buenísimo; el Merlú, donde la especialidad son los figones, ¡buenísimos! ; El Caballero, que sirve las patatas bravioli más conocidas de la ciudad; y el Bambú, para ponernos hasta arriba de sus mejillones ‘tiberios’. Un recorrido para disfrutar de una buena gastronomía y también del ambientazo que tiene esta ciudad al caer el día. ¡Que no se diga!
Datos básicos:
- Cómo llegar: Fui a Zamora en transporte público. Concretamente en un autobús de la compañía Avanzabus, cuyo billete de ida son en torno a 20 euros y el trayecto dura tres horas. Hace pocas paradas, aunque alguna dura quince minutos.
- Alojamiento: Nos alojamos en el Hotel Jarama. Con una categoría de dos estrellas, está muy bien situado, cerca del centro y es muy correcto. Está reformado y limpian todos los días. Además, tiene un bar/restaurante al lado para poder comer. Bastante recomendable.
- Días para conocer Zamora: En un día y medio puede verse todo lo que apunto en el post, por lo que sería suficiente, pero mejor si se tiene algo más y se puede disfrutar con tranquilidad.