En el proceso de derrota de la libertad y la justicia frente al terror y las pistolas, hay un montón de pequeñas cosas susceptibles de ser analizadas. Se me ocurre por ejemplo que el relato que cuenta el gobierno y el relato que cuentan los terroristas es coincidente. Eso no sorprende a nadie: ellos son la pareja de baile de esta terrorífica y lamentable historia.
Pero hay más. Ahí está el uso torticero de la palabra "democracia". Para la extrema izquierda estadoespañola no somos demócratas quienes queremos una victoria policial y judicial sobre los torturadores y asesinos. Su manoseado concepto de "democracia" está relacionado con el "derecho a decidir" y con la destrucción del estado de derecho, ese invento liberal que cumple poco más de doscientos años y que significó que todos los ciudadanos somos iguales ante una única ley y esa ley llega a todos los rincones. Así, cuando se les llena la boca con la palabra "democracia", realmente se refieren a su forma degenerada, esto es, la demagogia, que diría Aristóteles. Yo apuntaría de forma más concreta hacia el concepto de oclocracia (el gobierno de la muchedumbre confusa), aunque quién soy yo para corregir al sabio griego.
También está desde el materialismo filosófico el concepto de "fundamentalismo democrático". Esto es, el uso mítico de la palabra "democracia" como quienes en la Edad Media decían ser cristianos. Es decir, el otorgamiento de un poder mágico a esa palabra. "Soy demócrata y quien no es demócrata está expulsado de la iglesia". Yo no quiero eso. Si es eso lo que piden, que me desapunten: llevaré con honor la etiqueta de antidemócrata y empezaré a darle publicidad a las palabras "república", "estado liberal" y "constitución". Contraponiéndolas a su mito democrático, idealización torticera y oscurantista dnde las haya.
La izquierda estadoespañola dice "no son demócratas quienes se oponen al cumplimiento de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo". Bien, en primer lugar, pasemos por alto que para esa gentuza no es demócrata la mitad de Europa. En segundo lugar crean un hombre de paja al afirmar que le pedimos al gobierno que no cumpla con las resoluciones del TEDH. Yo defiendo que se cumpla esa sentencia, ahora bien, también defiendo que en uso de su potestad, el sistema penal español tenga en cuenta el choque de bienes jurídicos a proteger. Sin duda el sacar a la calle a asesinos y violadores reincidentes provoca un problema de seguridad pública. Quiero que mi sistema judicial haga su trabajo y me proteja. ¿No somos demócratas quienes pedimos amparo a un estado democrático? No me cuadra.
También está la contabilidad del mal, la contabilidad de los muertos, la contabilidad del ser estadoespañol amoral. ¿Qué más da, se preguntaban en eldiario.es, cumplir 1,08 años de cárcel por asesinado que 1,25? Son estas pequeñas cosas las que dan la medida de la miseria moral de algunos de nuestros conciudadanos. ¿Qué más da?, preguntan, cuando en esa diferencia está todo. A quién le importa, comentan, ufanos, guiñándose un ojo mientras encienden el siguiente porro, es cosa pequeña, dicen. Sin embargo esas pequeñas cosas son las que motivaron a un par de tipos en Cádiz decir en público que este país no es patrimonio de ninguna familia, sino de la nación y que la nación es soberana y que esta soberanía hizo que por fin la república tomara asiento. Iguales leyes para todos, el triunfo de la confianza en instituciones y vecinos. Esas pequeñas cosas son la diferencia entre tener a un hombre-medicina al fondo de la cueva y un centro de salud en la plaza del pueblo. Ahí está todo.
Otra cosa, mariposa: la cochambre hablando de fascistas con alegría. Como el señor Sopena y otros estadoespañoles. Si alguien merece tal epíteto, que ha desbordado su significado inicial para convertirse en un insulto político, digo yo que serán quienes usan la violencia con tales fines. ETA, sin ir más lejos. Y con ETA, todos los que les ríen las gracias. Que a nadie se le olvide que cuando ETA empareda vil e inhumanamente a un padre de familia durante dos años, lo hace por el delito de ser español. Bien, sabéis que yo tengo mis ideas sobre la descentralización política de España y he de decir que cada vez me percibo más solo (la miserable polarización), pero ello no me impide saber que cuando meten a esa persona en ese agujero o cuando salta por los aires una cafetería con gente lejana, mi posición está con la víctima, cuyo delito, ser español, comparto. Con lo que no puedo situarme en una órbita de complacencia o simple conmiseración con la víctima inmediata. No. En ese agujero estamos todos. En esa cafetería morimos todos.
Y esto me lleva al tema de las víctimas. Hay auténticos miserables que pretenden relegar a las víctimas a un papel secundario en la vida política de este país. Fui en varias ocasiones a manifestaciones de asociaciones de víctimas y estoy seguro de que no comparto casi nada con parte de la gente que estaba allí, pero eso no me impide constatar que el discurso de las víctimas es la brújula moral de la nación. Una plaza llena de gente compartiendo el dolor provocado por quienes odian a todos ellos sin distinción. La nación en la plaza haciendo frente a quienes quieren destruirla. Y haciéndoles frente de forma cívica (civitas, civilización). Si nosotros somos la civilización, ¿eso en qué les convierte a ellos?
Está también el asunto del relato histórico. La historicidad del presente es un asunto muy peliagudo. Sería un error tratar de establecer hoy el relato porque esto no ha acabado. Desde luego que toda persona civilizada con un mínimo de moral y con un mínimo sentido de lo que significa la nación (la nación no es el estado español, la nación no es una nube de colorines opresora y malvada, la nación es tu casa, tu vecino y la panadería de la esquina. Nación es el ámbito en el que se comparte el dolor, nación es sufrir juntos y dejar a un lado las diferencias arbitrarias por razones geográficas, sociales, religiosas, políticas y sexuales), defenderá el relato de que aquí matar sale gratis. Siempre que exista una motivación política y se cuente con contactos, se pueden cometer todo tipo de tropelías. Los malvados descorchan champán cada vez que ponemos nimias diferencias sobre el tapete para negar que en este carro estamos todos juntos. Siempre que se cometa un crimen contra la nación, como nadie sabe qué es eso, el crimen sale gratis. El terrorismo etarra es un terrorismo contra la nación y la civilización. A mi me da igual si eres nacionalista, centralista, comunista o liberal: formas parte de la nación, que es una reunión de todos los que sufren como tú. Es a ella a la que atacan y por lo tanto, diferencias aparte, todos tenemos que estar unidos en esto que es la construcción política que nos damos para convivir en paz y en libertad.
Frente a la idea de que el terror en España (y Francia) es un ataque contra España (y Francia) están quienes hablan del proceso de paz. Me es imposible ponerme en el lugar de alguien que piense que liberar a auténticos psicópatas homicidas tenga algo que ver con la paz. ¿Qué paz es esa que incluye al asesino del marido de una señora trabajando en una cristalería debajo de su casa? Dicen los que dicen que saben de esto, que en un proceso de paz lo normal es que las víctimas de ambos bandos cedan mucho y hagan grandes gestos por el futuro compartido en común. Es muy bonito mencionar este detalle, pero tan relevante es comentar esto aquí como ponerte a cantar Ojalá llueva café en el campo. Esa es una churra y esa es una merina. ¿Qué paz es esa que permite a una banda terrorista decidir cuándo autodisolverse? Ahí está el tocino y allí la velocidad.
No hay paz porque no hay dos bandos enfrentados. Matan a nuestros paisanos a centenares durante décadas. Todo ello con la cobertura que da una sociedad inmediata profundamente tarada. Los terroristas a la cárcel y quienes les ayudan también. "Pero es que todas las opciones políticas deben tener eco en las instituciones". No. Cuando el fin de un grupo político y de sus tentáculos es la pura destrucción, no sólo no se le debe dar eco, sino que se le debe hacer frente en el plano de las ideas. A los aliados les llevó cinco años desnazificar Alemania. Y obligaban a la gente a ir al cine a ver documentales de Frank Capra y a enterrar a los muertos de los campos de exterminio. O se hace una activa y paciente campaña de propaganda política hasta exterminar el odio o volveremos a la casilla de salida y entonces serán nuestros nietos los que vean volar sus entrañas en las cafeterías.
Tenemos que ganar nosotros.
Escoria ignorante y servil, ¿qué diablos hacemos aquí?