Y resulta que me resfrié. Me duele la garganta y cada oración que intento articular suena a “GrrrrHmmmahmmmmgrrr”. Un horror. Nadie me entiende y yo no estoy haciendo demasiado esfuerzo tampoco. ¡Un poco de comprensión, caramba!
Resulta también que para ir a trabajar decidí ponerme unos zapatos nuevos, divinos ellos, con tacos ellos… pero dolorosos. Y como era de esperarse, mis pies son ampollas. Y como me duelen (mucho) camino pisando huevos, despacito y arrastrando mi existencia.
Resulta también que anoche me quedé leyendo. Parece ser que al insomnio le gustó mi cama y me viene a visitar todas las noches. Y como uno de esos amantes atentos, no se va sin dejarme un regalo: ojeras que me llegan a los tobillos. Ojeras oscuras, casi verdes, casi amarillas, no sé.
Resulta también que a mí, tomar sol no me gusta. A diferencia del resto de las chicas que ya se van aprovechando del verano que se acerca, yo sigo arrastrando mi color de piel natural. Color de piel que después de un invierno largo es una especie de combinación entre blanco viejo – amarillo – verde agua. ¡Uy, como estoy
Resulta también que, de repente me llegó un pilón de trabajo nuevo. Me paso el día de reunión en reunión,buscando información, leyendo, escuchando, discutiendo. Levanto el teléfono,corto el teléfono, escribo mails, mando mails, me levanto, me siento. Así, hasta que me queda la cabeza tan vacía que me pesa.
Resulta también que ni bien llego a casa necesito ponerme el pijama. Pijama que claramente no nació pijama pero morirá de esa manera.
Y el pijama debe ser acompañado de chocolate, es una regla de tres simple. Pero, resulta que me olvidé de pasar por kiosco y chocolate no hay. Tengo hambre, quiero chocolate, quiero chocolate, chocolate, chocolate! CHOCOLATE!
Quiero pensar en otra cosa que no sea el chocolate y mi dolor de pies. No lo logro. Prendo la tele.
The Walking Dead.
Me engancho.
Resulta que como en todas las series/películas de zombies se vino el fin del mundo y sálvese quien pueda.Todos corren de la pobre mayoría que sufrió una muerte larga, espantosa y llena de dolor. Y corren, como nunca en sus vidas, porque los muertos vuelven a la vida. Y como si fuera poco, te quieren comer. A vos, a tu perro, a tu gato, a tu mamá y a todos los que te conocen.
Y si no logran comerte, porque tuviste suerte y te escapaste en el primer mordiscón, fuiste igual, te convertís en zombie. Pero si realmente tenes mucha, mucha suerte algún amigo que te haya quedado de tu vida humana se puede apiadar de vos… y darte un escopetazo en el marote.
Entre tanta secuencia de escape y de violencia en The Walking Dead también hay lugar para los corazones rotos y los tríos amorosos. Obvio. De esas cosas no nos salvamos ni en la puerta del Apocalipsis. Y reconozcámoslo, el (no)amor vende. El sufrimiento, también.
Y si a la violencia y al sufrimiento le sumamos un poco de sexo prohibido cantamos ¡Bingo!
Entre tanto muerto-vivo también hay lugar para las miserias humanas ajenas y la violencia de género. Padres y maridos golpeadores, mujeres infieles y cuasi-nazis. Los héroes y los anti-héroes.Los buenos y los malos dentro del grupo de los buenos. Dentro de ese grupo que nos representa.
¿Y nosotros que hacemos? Elegimos bando. Nos encariñamos con algún personaje y rogamos que no se lo coman.
Y seguimos viendo. (Aunque a veces escondamos la cara atrás de nuestras manos)
Y nos encanta.Y queremos más. Una sola hora evidentemente no nos alcanza.
Se termina el episodio semanal de The Walking Dead y yo recuerdo que tengo hambre. En mi camino a la cocina me veo reflejada en una ventana:
Ropa vieja. Incomprendida. Despeinada. Ojeras. Palidez absoluta. Hambre voraz.
Cabeza que pesa y está totalmente embotada. Pies que arrastran. GrrrrHmmmahmmmmgrrr.
Caramba.
¡¿Y a mí por qué no me llamaron como extra?!
Twitter: ohdaeni