Hasta ahora mis retos eran retos solitarios: escribir 100 postales, vestir con 33 prendas, el ayuno de quejas. Todos estos retos son independientes de la gente que me rodea: no les afectan directamente más allá de las reflexiones que quieran hacer. Este mes es diferente: atacando el hogar afecta a todos que viven en él.
Lo mío, lo tuyo, y ¿lo nuestro?
El minimalismo es una filosofía de vida personal. Es mi brújula en muchas decisiones, el norte que me permite navegar en una realidad compleja y cambiante. Lo aplico a mi propia vida, lo comparto, sin afán de obligar a nadie. Mi armario tiene 33 prendas y no me voy a quejar que tu tengas más. Muevo mi pulserita a cada queja y no te exijo que hagas lo mismo. Reviso mis libros y regalo la mitad. Me parece bien que quieras mantener los tuyos. Cada uno con lo que le haga feliz.
¿Suena fácil? El verdadero reto son la colección de tuppers y una balanza rota.
La definición efímera de la propiedad compartida
¿De quién son los tuppers en tu cocina? ¿Son tuyos, porque eres la que más los usa? ¿Son suyos, porque fue quién los compró? ¿No son de nadie, porque no han visto la luz del día en muchos meses? ¿Quién, y en qué momento, puede decidir que es hora de sustituir recipientes o reducir su número?
Teóricamente, si algo no funciona, no sirve o no se utiliza, no tiene derecho de estar en tu casa. En la práctica hay variables emocionales que querrás tener en cuenta para evitar malentendidos. Por ejemplo, para mi fue una balanza que había dejado de funcionar. En cambio, para ella fue un resultado de una búsqueda larga por la balanza que encajara perfectamente. Nuestra relación con las cosas cambia conforme más esfuerzos (tiempo, dinero, trabajo manual) hemos invertido en su adquisición. Yo simplemente no tenía apego a la balanza, porque cuando llegué ya había estado ahí. En el juego de cuchillos ( tampoco los utilizamos todos) la relación está invertida. Aquí soy yo quién se agobia si no están puestos en su sitio.
Si decides incorporar este componente emocional a tus decisiones sobre qué se va, qué se queda y qué se sustituye, te será más fácil compaginarlo con tu pareja.
Escóndelo o háblalo. O háblalo y escóndelo.
Si no estás seguro o no te atreves de deshacerte de alguna cosa, siempre la puedes guardar en una caja aparte. Si durante seis (o doce) meses no tocas la caja, es que realmente no hace falta, y lo puedes donar / tirar tranquilamente. Cuándo se trata de cosas de los dos, tienes dos opciones:
- Escóndelo y háblalo. La Wii hacía de decoración en nuestra casa desde que me vine a vivir ahí. El polvo era testigo mudo del desinterés general de los habitantes de la casa. Así que un buen día la guardé, sustituyéndola por un cesto de flores. Dos meses más tarde se lo comenté a mi pareja que no se había ni dado cuenta. (Juraría que la Wii sigue ahí). El aparato sigue guardado y dentro de unos meses será más fácil tomar una decisión final.
- Háblalo y escóndelo. La alternativa es que directamente comentes tus inquietudes con tus compañeros de casa. A lo mejor están de acuerdo contigo y podéis acelerar el proceso. O quizás tienen otras ideas para el cacharro en cuestión. Si juntos llegáis a la conclusión de que vale la pena vivir sin […] durante un tiempo para probarlo, ahora sí, escóndelo.
Debo admitir de que la segunda opción es mucho más difícil, ya que las posibles discusiones salen a la luz mucho antes de que en el primer caso. Sin embargo, creo que para una buena comunicación en pareja es importante hablar especialmente de los pequeños cambios del día a día. Son estas pequeñas mejoras las que nos harán crecer juntos como pareja.
¿Cuál ha sido tu experiencia con los intentos de despejar el caos en la presencia de otra persona? ¿O te dedicas solo a lo tuyo? ¿Dónde trazas el límite?
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Imagen: hopkinsii / flickr