Para ello hay que remontarse al 1491, cuando Leonardo Da Vinci estuvo al servicio de Ludovico Sforza como maestro de banquetes.
Le horrorizaron varias de sus costumbres como dejó patente en el siguiente texto:
La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas en grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en la que vivimos.Así que preocupado por los modales en la mesa, en una ocasión puso un paño individual para que cada comensal lo utilizara a la hora de limpiar sus manos. Sin embargo, no salió del todo como él habría esperado. Al menos, así lo recogió el embajador florentino en Milán, Pietro Alemanni:
Y en la víspera de hoy presentó en la mesa su solución a ello [...] Pero, para gran inquietud del maestro Leonardo, nadie sabía cómo utilizarlo o qué hacer con él. Algunos se dispusieron a sentarse sobre él, otros lo utilizaron para sonarse las narices. Otros se envolvían las viandas y se las guardaban en los bolsillos o faltriqueras. Y cuando hubo acabado la comida, y el mantel principal quedó ensuciado como de costumbre, el maestro me confió su desesperanza de que su invento llegase a establecersePor suerte y aunque tardó en establecerse, su uso fue normalizándose poco a poco, hasta llegar a la situación actual.
FUENTES: [1] [2]