En esta ocasión nos vamos a hablar de marcas, sino del país que va camino de convertirse en el referente de la electromovilidad más avanzada. ¿Tienes idea quién puede ser? Unas pistas: no es Francia, ni Estados Unidos, ni Japón, ni Alemania … En efecto, has acertado, es China.
Desde que China se convirtiera hace unas décadas en la fábrica (barata, en primera instancia) del mundo, nos hemos acostumbrado a que sus productos inunden nuestros mercados y nuestras vidas.
Primero fueron las imitaciones baratas, para dar paso posteriormente a los productos de calidad con un salto cualitativo del gigante asiático. No te olvides que el iPhone que llevas es chino y muchos modelos europeos de coches vienen de China …
Si concretamos este hecho en el mundo de la automoción, podemos ver que China dio sus primeros pasos fabricando copias de vehículos de combustión interna, dándose el caso de que la gran mayoría de modelos no terminaron de gustar a nivel global.
Después de mucho insistir con la combustión interna, apareció un nuevo nicho de producto, el coche eléctrico. Este tipo de vehículo es más fácil de construir y podía aprovechar fácilmente las cadenas de fabricación y suministro de las que ya disponía China.
Siendo esta nueva categoría de producto ninguneada tanto por Japón como por Europa y Estados Unidos, en la actualidad ninguna de estas potencias económicas puede competir con la potente industria china. Bueno, solo existe un pequeño reducto de resistencia (y de innovación disruptiva) que se llama Tesla.
Después de que la revolución cultural de las décadas 1960 y 1970 mermara la economía de China, el país comenzó a abrir sus mercados al mundo exterior, con el objetivo de importar los conocimientos tecnológicos extranjeros para que las empresas nacionales pudieran incorporarlos.
A principios de la década de los 80, los fabricantes de coches extranjeros empezaron a instalarse en China a condición de que formaran una empresa conjunta con un socio chino.
Al trabajar con las compañías extranjeras, las chinas obtendrían el conocimiento suficiente para llegar a funcionar de manera independiente algún día.
De esta manera, los coches producidos en China empezaron tener amplia presencia en el mercado, siendo en su mayoría esas imitaciones a las que nos referíamos.
Lo cierto es que ciertos aspectos relacionados con la motorización no eran tan buenos como los de la competencia estadounidense, japonesa o europea, que les llevaban mucha ventaja en el desarrollo del motor de combustión.
China consciente de esta desventaja, y de lo difícil que sería alcanzar a sus competidores apostó por superarlos con nuevas tecnologías en el emergente campo de la electromovilidad.
Los vehículos eléctricos (VE) resurgieron requiriendo menos complejidad mecánica y un desarrollo más intenso en lo relativo a la electrónica.
Por ejemplo, si nos fijamos en el motor eléctrico de un Chevrolet Bolt (que tampoco es de los más avanzados del segmento) podemos observar que contiene únicamente 24 piezas móviles, según un estudio realizado por la consultora UBS.
Si lo comparamos con el motor de combustión de un Volkswagen Golf, éste tiene 149 piezas móviles. Es decir, una relación de 1 pieza del motor eléctrico por 6 piezas del motor de combustión.
En lo relativo a la electrónica, China ya era un potencia, contando con una muy desarrollada cadena de suministro para la fabricación de productos electrónicos gracias a su producción para abastecer al mundo de dispositivos electrónicos (incluidas sus baterías) a nivel global.
Esto unido a los planes del gobierno chino para sustituir los motores de combustión por versiones eléctricas a un ritmo que ningún otro país puede alcanzar. También es de destacar que el 17% de los buses de China son ya eléctricos.
Comentar que el vehículo eléctrico es uno de los 10 pilares estratégicos de los planes para 2025, que persiguen convertir a China en el líder mundial en industrias de alta tecnología.
Acorde a esto, China ha establecido ciertas medidas que ayuden a generar demanda. Desde 2013, se han creado unas 500 empresas de vehículos eléctricos en China para cumplir con los planes gubernamentales y aprovechar las subvenciones puestas en marcha para incentivar el cambio.
Una medida que destacan a nivel de consumidor es la posibilidad de conseguir matricular un vehículo en las contaminadas ciudades chinas.
Precisamente para combatir la contaminación atmosférica, el número de matrículas que se pueden emitir al año está estrictamente limitado. Las matrículas de los vehículos eléctricos no solo se obtienen más rápido, sino que además, son gratis.
Lo que es una situación insostenible en las grandes urbes chinas, la contaminación atmosférica, se ha convertido en una oportunidad de impulsar la economía, eliminando la dependencia de los combustibles fósiles y sus emisiones que pueden acabar por ahogar a sus habitantes en sus propios humos.
Sería de agradecer, tanto para los habitantes chinos como para los del resto del mundo, que el cambio a la electromovilidad fuera acompañado de un cambio en el modelo de movilidad en las ciudades, no quedándose esto en la mera sustitución de un coche de combustión por uno eléctrico.
El despiste de los grandes de la automoción a nivel mundial sumada a la vertiginosa velocidad china en el impulso al vehículo eléctrico ha propiciado un nuevo escenario en el que las estrategias globales de electrificación empiezan a ser una realidad, y en el que las compañías chinas parten ya con ventaja.
Esto ha provocado que el centro de gravedad de la industria de la automoción se esté desplazando, de manera inexorable, del eje Japón – Europa – EEUU al eje asiático dominado por China y al que se pueden incorporar países como India y Corea del Sur.
Y tú, ¿eres consciente de la inminente presencia de la electromovilidad en nuestras vidas?
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