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Quieran o no: “The Outfit”, el thriller a la mandíbula de los 70. John Flynn en el mundo de Richard Stark

Publicado el 10 abril 2012 por Esbilla

Quieran o no: “The Outfit”, el thriller a la mandíbula de los 70. John Flynn en el mundo de Richard StarkThe Outfit

Director: John Flynn

1973

USA

105 min.

Fotografía: Bruce Surtees

Montaje: Ralph E. Winters

Música: Jerry Fielding

Guión: John Flynn segun la novella de Richard Stark, The Outfit, 1963

Reparto: Robert Duvall, Karen Black, Joe Don Baker, Robert Ryan, Timothy Carey, Richard Jaeckel, Sheree North, Felice Orlandi, Marie Windsor, Jane Greer, Elisha Cook Jr.,

The Outfit, un título muchas más conciso y sugerente que el ahora españolizado La organización criminal, es un thriller como una patada en los dientes; directo desde esa edad de plata que fueron los 70. Rugoso, amoral y cínico. También, a su manera, épico. Sus héroes, anti-héroes en puridad, son los tipos que todavía tiene código en un mundo donde estos valores se encuentran en proceso de disolución. Como otras piezas coetáneas aparece como la más contundente continuación de la ética del western, donde el individuo, el personaje con rostro y motivaciones (más abstractas, más inmediatas, más primarias… como se quiera) se enfrenta a un conglomerado anónimo, poderoso pero anquilosado, que lo supera en número pero que, al contario que él, no tiene motivación, aunque esta sea monomaniaca. Un independiente -el personaje del mobster interpretado por un Robert Ryan todo presencia y potencia icónica le dice la protagonista encarnado por Duvall que no es más que un independiente, un heist-man que va por libre, sin apoyos- al viejo estilo frente a la modernidad

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organizativa del crimen de despachos.

Así que, básicamente, el film vuelve a ser la historia de una venganza entre criminales donde una par de independientes golpean sin parar a una gran organización a cuenta del asesinato del hermano de uno de ellos, todo por un viejo trabajo en un banco que funcionaba como tapadera para la susodicha organización. Así la estructura de asalto tras asalto, cada uno más audaz que el anterior,  permite un ritmo en constante progresión donde la acción física se impone sobre unos diálogos minimalistas y un perfilado psicológico de pura escuela serie b; es decir, sobre la marcha, con las maneras de hacer de cada personaje explicándolo por si mismas.

Adaptando una novela de Richard Stark (esto es; Donald Westlake) perteneciente al ciclo Parker (una vez más con el nombre cambiado, esta vez por Macklin) el film bien puede verse como la versión no-deconstructivista del A quemarropa de John Boorman. Presentado no como reflexión/experimentación alrededor de la imaginería/galería de arquetipos/situaciones del género, sino como un film de una pieza: lacónico, directo, monolítico. Aquí no hay pretensiones (logradas por completo en el film de Boorman

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además) de iconificación, solamente espíritu crudo de serie b. Lo primero por voluntad y naturaleza. Pero también porque los materiales disponibles no invocan por si mismo ese estilo. Lee Marvin es capaz, de modo natural, de plantear una frialdad que Robert Duvall no tiene. Su personaje es, por tanto, mundano, frente al arquetipo sublimado, congelado en tiempo-espacio y género, de Marvin. Por otro lado tampoco Duvall, fuera de comparaciones con Marvin que ya vemos no vienen al caso, termina de funcionar bien del todo como el implacable anti-héroe protagonista. Es un actor con ciertos tics interpretativos que no le sientan bien al conjunto. Desde luego se esfuerza, y cuenta con la ventaja de que las posibles carencias de su trabajo quedan compensadas  por un andamiaje perfecto de secundarios: desde el gran Robert Ryan  ya mencionado a Elisha Cook  Jr. o desde Joanna Cassidy a Richard Jaekel, pasando por el excéntrico Timothy Carey. Entre ellos brillan un par de actores tan excelentes como Karen Black, guapísima encima en esta ocasión, y Joe Don Baker; un actor a revalorizar, que aquí roba gran parte del protagonismo con
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su estilo parsimonioso. No hay más que ver como domina el tempo de la secuencia del restaurante, donde un par de asesinos profesionales aparecen dispuestos a liquidarle.

Más allá de la obvia conexión con A quemarropa (pro cierto que tanto The Hunter como The Outfit han sido trasladadas al cómico por Darwyn Cooke como autor completo en unos volúmenes que todavía no he leído, por desgracia), tampoco disimulada por la película, esta  guarda más parentescos con, en especial, el Charley Varrick de Don Siegel (presencia de Joe Don Baker y Sheree North, similitudes argumentales y de estructura, localizaciones…), La huída de Sam Peckinpah ( a la cual se cita en la secuencia donde Duvall abandona la cárcel) o incluso con la cazurra Carne viva de Michael

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Ritchie. Todas ellas, realizadas en el lapso de un año, comparte un inteligente uso de la ambientación rural del Medio Oeste, diurna y sin grandes urbes, contrapuesta pero de similar estilización que los interiores de hoteles y locales perfectamente anónimos. Resulta curioso que estando todas ellas formuladas según un áspero naturalismo – capital la distintiva fotografía “dura” del periodo; el formidable Bruce Surtees en este caso, no pro anda uno de los operadores favoritos de Don Siegel- y un estricto realismo en exteriores e interiores, esto mismo repercuta en una sensación de vaciado, de abstracción. Cuando probablemente no había ninguna intencionalidad en este sentido. Quizás la idea estuviese más cerca de dar continuidad espiritual a la figura mítica del outlaw de la década de los 30 (evocación del look de Faye Dunaway en Bonnie & Clyde inclusive) o incluso,
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en cuanto a textura y ámbitos, al western, más específicamente al dirty western setentero, del cual este thriller es, ya quedó dicho, primo hermano.

Disquisiciones aparte, innecesarias para disfrutar de una película con cero pretensiones, genuino cine de acción americano, The Outfit merece una revalorización. La misma que su John Flynn, el cual bien mereció más durante su carrera, y que aquí dirige con nervio, elegancia y sin florituras. Brillando en las secuencias más visuales, demostrando instinto espacial y sentido del ritmo, -ayuda clave del infeccioso score de Jerry Fielding, un músico clave del thriller y el western de la década- y la progresión de las secuencias; con un prólogo resulta ejemplar de puro ascético. A sumar a otros dos títulos soberbios como Rolling Thunder o la estilosa Best Seller, que ya pasaron por aquí.


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