El otro día hablaba con una persona que ante la situación económica actual y la falta de oportunidades, decidía embarcarse en un proyecto como emprendedor. Le escuchaba, le aconsejaba humildemente, le animaba y le decía que tuviera presente la “travesía del desierto” que le esperaba. Cuando acabé la conversación, pensaba que a esta persona le vendría muy bien un acompañamiento, alguien con experiencia que le aportara serenidad y visión en los momentos difíciles, que sin duda, los habrá. Ilusión mucha, algo de ingenuidad necesaria, capacidad técnica enorme, personalidad fuerte, pero ¿y la experiencia?
Cuando los políticos hablan de apoyar al emprendedor, siempre hablan de subvenciones, de ventanillas únicas, de laxitud fiscal, etc, etc, cosas que están muy bien pero que no resuelven el problema fundamental con el que se encuentra todo emprendedor. Si a estas medidas, se le añadiera un acompañamiento, una persona que apoyara las decisiones, que diera perspectiva de negocio y de mercado, es decir, un Mentor, otro gallo cantaría. Sería una medida no cara, de continuidad, de personalización, y encima se podría ayudar a que personas de más de 50 años cuya recolocación en el mercado laboral es complicada pero que atesoran ingentes cantidades de experiencia, pudieran dar un enorme valor añadido.
Creo que un programa de estas características tendría un éxito enorme y haría incluso que capital inversor se decidiera a apostar por los proyectos. Muchas veces no lo hacen porque encuentran carencías de dirección por la excesiva juventud y la duda lleva a la decisión de no invertir. Alberto Trallero - Optima Management