Para caminar hacia un cambio de mirada el apoyo por parte del equipo de maestros es indispensable. Si bien no es necesario que sea la totalidad del grupo, el ideal es conseguir que todo el conjunto se encuentre cómodo con la propuesta a llevar a cabo, sienta suyo el proyecto y sea considerado como una unidad con unos mismos objetivos.
En la escuela privada sueles poder elegir al profesorado con el cual trabajar en base a su currículum o su experiencia. En cambio en la escuela pública te toca trabajar con quien te toca y a veces tienes mejor suerte y a veces peor.
A veces encuentras compañeros muy abiertos, con ganas de cambiar el anclado sistema tradicional y a veces encuentras verdaderos especímenes del triásico que no hay quien los mueva de entre las páginas de unos libros que tú ya viste cuando estabas en parvulario.
Otras veces encuentras maestros que llegan al centro en el cual ya se ha instaurado una línea metodológica y la tienen que llevar a cabo crean en ella más o menos. Estos maestros a veces se muestran encantados, a veces no dejan de generar una preocupación tras otra y a veces te hacen la vida imposible.
No en pocas ocasiones nos encontramos junto a compañeros que están bien como están, no tienen ganas de complicarse ni de implicarse más de la cuenta y, sobretodo, no están dispuestos a estar ni un minuto más en la escuela de lo que marca su horario laboral.
Esta opción, totalmente respetable, puede vivirse con cierta angustia por parte de un maestro o un grupo de maestros que tengan inquietudes, sed de cambio y de aplicar nuevas metodologías en el aula.
¿Qué podemos hacer ante estas situaciones?
Hay varias vías de acción pero dos son las principales opciones que se pueden llevar a cabo:
(1) Cambiar a un centro en el que sepas que utilizan una metodología afín a tus ideales.
Esto es importante porque el hecho de cambiar de centro no garantiza que tus ideas puedan tener mayor acogida que en tu centro de origen, es necesario saber hacia dónde nos dirigimos.
También es importante tener en cuenta en este punto que encontrar una escuela en la cual lleven a cabo los ideales de uno al 100% es si no imposible, muy difícil, ya que el ideal de escuela de cada uno dista mucho entre unos y otros, así que debemos aceptar esta premisa y conformarnos con tener ideas afines y construir en conjunto algo con lo que todas las partes estén conformes.
Esta acción implica un cambio rotundo.
(2) Generar la necesidad de cambio en tu centro
Para esta segunda opción has de estar preparado/a, ya que puede demorarse varios años y el futuro es muy incierto.
Consiste en ir planteando poco a poco pequeños cambios de una manera muy sutil, con pequeñas acciones para ir generando esa necesidad de cambio en los compañeros con los que trabajamos (un artículo por aquí, una frase por allá, un vídeo…).
Yo, después de estar un tiempo intentando la segunda opción, acabé escogiendo la primera…
Los motivos para el cambio
Hace poco acudí a una reunión a la cual asistíamos varias escuelas, dos institutos y algunos inspectores educativos.
Habíamos sido citados entre otras cosas para que los centros que llevamos a cabo planes de innovación educativa explicáramos al resto de escuelas en qué consistían nuestros métodos.
Cuando se acabaron las presentaciones entre muecas más o menos acordes al discurso, dudas y preguntas, una de las profesoras de instituto insistía en que no tenían necesidad de cambio ya que los resultados académicos eran buenos y por lo tanto avalaban sus formas.
El caso es que una de las inspectoras respondió: “Es cierto, los resultados académicos son buenos, pero no podemos pensar solo en resultados académicos sino que también hay que tener en cuenta si el nivel de motivación del alumnado es bueno, si los alumnos se sienten bien, respetados y escuchados, si se atienden sus necesidades y si las familias se sienten incluidas”.
Y no, la verdad es que no era el caso, aparte de buenos resultados el grado de motivación del alumnado era muy bajo y el descontento generalizado. ¿Existe entonces un motivo de cambio?
En cualquier caso, es importante respetar el punto en el que se encuentra cada uno y no presionar ni intentar convencer a nadie.
Darse cuenta del equipo con el que contamos, ser conscientes de quiénes somos cada uno dentro de este equipo y valorar la individualidad de cada uno y su necesariedad dentro del mismo.
Cada uno de nosotros somos únicos y todos tenemos cosas valiosas que aportar, todos necesitamos sentirnos valorados dentro del grupo, solo así podemos abrirnos, soltar y confiar en él.
Cada uno de los integrantes del grupo es más hábil en ciertas cosas que otros, encontrémoslo y démosle su importancia dentro del equipo, de esta manera se sentirá parte de él y su capacidad de implicación y voluntariedad se hará mucho más grande.
Cuando el claustro del centro está abierto a nuevas propuestas
En el caso de que dentro del claustro haya una cierta flexibilidad y una abertura hacia nuevas propuestas o si ya hemos llegado al punto en el que llevamos tiempo trabajando con la segunda opción antes mencionada, podemos iniciar una serie de acciones para ir contagiando, poco a poco, al profesorado.
(1) Formación:
Encontrar una formación con unas buenas bases, con buenas referencias, en la que el contenido del programa y de los ponentes sean de calidad. Es verdad que la formación no garantiza nada, puedes realizar muchos cursos o leer muchos libros sobre metodologías innovadoras o respetuosas con los ritmos de la infancia que de nada sirven si realmente no estás dispuesto a confiar y abrir tu mente, pero ayuda.
Hace tiempo publiqué un artículo donde mencioné alguna formación interesante, mira aquí.
(2) Visitas a escuelas:
Algo que ayuda mucho a plasmar la teoría en la práctica es hacer visitas a escuelas afines. Algunas escuelas que vale la pena visitar son estas.(3) Asesoramiento externo:
Para mi centro fue vital que una persona ajena a la escuela, objetiva y con experiencia en el campo del asesoramiento pedagógico y la mediación pudiera venir de manera puntual al centro para hablar de la escuela que queríamos y unificarnos para llegar a ella.
(4) Reuniones temáticas:
Cada día, después del horario lectivo, los maestros tenemos una hora más de estancia en el centro para realizar reuniones de equipo, tutorías con las familias o para trabajar sobre las propuestas que hacemos al alumnado.
A lo largo del día surgen muchos aspectos para tratar con el resto del equipo y es importante poder tratarlos todos de una manera organizada.
Si los días en los cuales hacemos reuniones de equipo no establecemos un criterio o un tema a tratar acabamos hablando de todo pero sin llegar a concretar mucho.
Una solución a esto es establecer reuniones temáticas en las que cada día se aborden temas sobre los cuales tengamos necesidad.
(5) Relaciones exteriores:
No encerrarse en uno mismo y dar a conocer nuestro proyecto es una labor muy enriquecedora que aporta beneficios tanto a quien hace la labor de difusión como a quien la recibe.
(6) Red de escuelas:
Continuando con el discurso anterior, a veces necesitamos estar en contacto con otras escuelas con igualdad de inquietudes y pensamientos, para compartir dudas, miedos, alegrías, inseguridades, progresos…
En la escuela pública parece que solo pueda existir un camino válido para hacer las cosas y en el momento en que te aventuras a proponer algo diferente puedes sentir mucha soledad por eso se hace tan necesario poder compartir con personas que estén en el mismo momento.
En mi propio proceso, he necesitado encontrar a estas personas que se hallaban cuestionando la educación tradicional y la mirada que se estaba proyectando sobre la infancia, para poder sentirme acogida, comprendida y acompañada, para no sentir que estaba sola o que estaba inmersa en una batalla perdida.
¡Nos leemos el mes que viene!
Turquesa