Revista Cultura y Ocio

Quiero que sean ellas

Publicado el 10 febrero 2016 por Molinos @molinos1282

Quiero que sean ellas

Bolt Poetry. Tobbe Malm

Cuando tienes un hijo te entra pánico, porque te das cuenta de que no tienes ni idea. Ni de lo que hay que hacer, ni de qué piensa, quiere o le pasa hijo.
Dudas y piensas ¿soy peor que mis padres, que parecían saberlo todo? ¿Peor que otra gente, que parece controlar? ¿Acaso todos fingen? ¿Es una mentira compartida por todos: "cuando seas padre finge que controlas"? ¿Todos están en el ajo menos yo? 
Después, poco a poco, te vas confiando, como un niño. Como todos en todas las facetas de la vida, aprendes rutinas, interpretas gestos, frases, pautas y comportamientos de tus hijos; y te crees que los conoces. Que levante la mano el que no ha dicho o pensado alguna vez: "Yo conozco a mis hijos". 
La realidad es que sigues sin tener ni idea, pero te crees que sí. No pasa nada, es así como funciona. Estás tan confiado que te pones a hacer proyecciones de futuro. Algunos, confiados e irresponsables como yo, dejan esas proyecciones por escrito... y 5 años después las repasas y te tronchas. 
Tus hijos son un misterio, tienen ideas, vidas, pensamientos, preocupaciones, inquietudes, preguntas, virtudes y defectos que eres incapaz de anticipar y que cuando aparecen te sorprenden. 
Ahora mismo, M tiene 12 años y C 10 y medio. Repasando lo que escribí hace 5 años me doy cuenta de que son personas distintas de lo que imaginé. Distintas entre sí y distintas de mí. No tengo ni idea de qué van a hacer con su vida, qué van a querer, lo que les va a ocurrir ni cómo lo van a sobrellevar. Y me parece bien, me parece perfecto. Es como debe ser. 
De todo lo que escribí no he acertado en casi nada. Curiosamente, sólo en lo que depende de mí, lo que prueba que me conozco bastante bien. 
"Serán insoportables. Exactamente como era yo".
Lo son a ratos. Curiosamente, no se sincronizan. Durante un rato, unas horas o unos días, hay una a la que no soporto y, por tanto, fantaseo con que la otra sea mi heredera universal, pero luego los papeles se cambian y es la otra la que está para verla sólo de lejos. Soy consciente de que, también a ratos, la que está insoportable soy yo. Me hace gracia el "era yo" de mi frase de hace cinco años: sigo siéndolo a ratos. 
"M se pasará toda la adolescencia torturada por su madre (o sea yo), que no sabe bien cómo tratar a su primogénita. Creerá que la quiero menos que a C".
Tal cual. La torturo muchísimo. En mi descargo diré que trato de no hacerlo y que cuando no consigo evitarlo me tiro de los pelos. 
"Sacará buenas notas porque es extremadamente responsable y será buena estudiante. No habrá que perseguirla para que estudie y, probablemente, haya que decirle que sacar un 7 es perfectamente aceptable".
Me troncho. M es una estudiante resignada. Hay que perseguirla y sobre todo hay que conseguir encontrar que lo que estudia le haga "clic" en la cabeza y le encuentre el gusto. Si no consigue ese clic el estudio es para ella una tortura absoluta; y para nosotros también. 
"Querrá ser policía". Si algo tiene M, y esto no es adivinación porque es un hecho, es que tiene las ideas clarísimas y una obstinación a prueba de bombas. En mis días malos lo llamo cabezonería. Cuando tenía 7 años y decía lo de ser policía la gente comentaba "qué mona". Cuando lo dice ahora la gente comenta "¡pero qué dices!". Le da igual, es lo que quiere. 
"Como será guapa, alta, flaca, rubia y con los ojos azules no sufrirá por su aspecto e irá siempre en vaqueros. Nada de bolso, nada de pintarse, y el pelo en coleta".
M ha llevado lo de no sufrir por su aspecto a un nivel superior. Un nivel superior de absoluta indiferencia que me ataca los nervios. Se supone que con 12 años debería estar preocupadísima por su aspecto y su ropa. Bien, pues no consigo ni siquiera que se compre ropa. Desde la puerta de la tienda, cualquier tienda, se asoma y dice "no hay nada que me guste". No sé si tiene superpoderes o lo hace para sacarme de quicio. 
"El pelo en coleta". Otra proyección optimista que hice hace 5 años... que debió ser la última vez que me dejó que la peinara. 
"Discutirá con nosotros cuando le digamos que no a algo y su frase será ‘Es injusto’”.
Esto sí lo hace. No es injusto pero le quedan 20 años para comprenderlo. A veces llora, pero no nos lo creemos.  
"Pasará de los tíos y cuando por fin se enganche con uno, éste le romperá el corazón. El ingeniero querrá matarle".
- Pero a ti ¿quién te gusta?- Ninguno. 
Mira que me extraña -dice El Ingeniero sonriendo feliz. 
*****
"C. se pasará toda su adolescencia torturando a su padre. Sabe que babea por ella y que le perdonará cualquier cosa en cuanto le ponga ojitos y le dé 3 besos". 
Tal cual. El Ingeniero es el conejo de la chistera de C. Ella consigue absolutamente todo lo que se propone con él. Son tan parecidos que cualquiera pensaría que se repelerían, pero no. Se complementan perfectamente. 
"No se planteará que sus padres la quieran o no... Ella es porque yo lo valgo y todo es maravilloso y el mundo seguirá sin perturbarla para nada". 
C tiene una autoestima a prueba de bombas pero es extremadamente sensible, no sólo a lo que le afecta a ella directamente. El otro día, me preguntó por el cambio climático y acabó llorando de angustia. 
"Habrá superado su adicción al rosa pero será una esclava de la moda y pretenderá renovar su vestuario cada temporada. Dejará de molarle heredar toda la ropa de M. 
No es una esclava de la moda pero le gusta la ropa. Le gusta y tiene criterio. Mientras M cabecea desesperada desde la puerta de la tienda ("vámonos a casa, vámonos a casa, estoy cansada"), C recorre las estanterías como un perro perdiguero, con las orejas de punta y la mirada afilada buscando exactamente lo que quiere. Sabe qué ropa quiere, sabe cómo ponérsela y se desespera hasta el infinito con mi ropa. 
Quiere ser veterinaria y dice que tendrá gato. 
"Llevará el pelo largo y será un motivo constante de preocupación".
No le preocupa su pelo, le preocupa el mío. "Mamá por favor, no ves que no puedes ser guapa con el pelo corto?".
"Tendrá varios novios. El Ingeniero querrá matarlos a todos también".
- ¿Sabéis que C le gusta a tres chicos de su curso?- Pues no, no lo sabía. C, ¿a ti te gusta alguno? -pregunté.- Pocos me parecen -sentencia El Ingeniero. 
Hace mucho tiempo, y a propósito otra cosa, mi hermana me dijo una frase muy inteligente, como casi todas las suyas: 
"El problema de las relaciones es que cuando hablamos con otra persona anticipamos una respuesta, esperamos que la otra persona diga algo, y cuando no lo hace nos cuesta encajarlo. No pensamos en que eso es justo lo que el otro quiere decir, pensamos en lo que nos gustaría que dijera, que hubiera dicho". 
Todos los días en los que discuto con mis hijas, o que hacen, dicen, piensan o actúan de alguna manera que no espero, recuerdo esa frase. 
M y C son personas distintas. Entre sí y con respecto a mí. Son diferentes de cómo las había imaginado, diferentes a lo que creo de ellas. Distintas a como me gustaría que fueran. Tienen reacciones, ideas y opiniones que no comparto y que, además, soy incapaz de anticipar. Estoy aprendiendo a disfrutar de ese desconocimiento, a valorar ese descubrimiento aunque sea muy diferente de lo que yo había imaginado e imagino cada día. Apreciarlo aunque no me guste. 
Quiero que sean ellas.

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