Un pletórico Quique González, devolvió el cariño del público de Gijón, con un concierto de dos horas y media que contó con la colaboración especial de Cesar Pop
Quique González ya no es aquel tipo que salía al escenario con la mirada cabizbaja y cuyas únicas palabras las hacía entre tartamudeos. Ahora sale con paso firme, mostrándose seguro de sí mismo. Comienza el concierto con los brazos alzados, agradeciendo al público su entusiasmo. Pero, algo debe de quedar de aquel muchacho tímido y huidizo, cuando a la vez que levanta los brazos, aprieta fuertemente los labios acompañándose de un movimiento afirmativo con la cabeza.
Una aparente chulería bien aprendida, aunque quizás demasiado influenciada, de amigos como Johnny Burning o Leiva de Pereza. Donde antes tartamudeaba, ahora suelta largos parlamentos. Sigue atascándose en las frases, buscando la siguiente palabra, pero lo disimula con entonaciones ascendentes y cortos enunciados. Uno no sabe muy bien si está viendo a alguien dispuesto a ofrecer un concierto, o a alguien que desde la barra del bar te invita a una ronda.
Y es que Pedreira, con su ejército de posturas y sobreactuaciones, consigue que en algunos momentos, estés más pendiente de él, que del propio protagonista del concierto.
El personaje sobre el escenario imagino que no tendrá nada que ver con el real Enrique González Morales. No sé si es alguien mejor o peor, pero lo que sí sé es que es alguien distinto. Transmite una seguridad aplastante y da la sensación de que disfruta como nunca sobre el escenario. En esto creo que algo tiene que ver la complicidad que consigue con la banda. Incluso me atrevo a sospechar que, con la vuelta de Javi Pedreira a su lado, se crece todavía más. Por una parte, le ofrece a Quique una energía que complementa bien con la languidez de algunas de sus canciones, y por otra, le permite desviar la atención del público. Y es que Pedreira, con su ejército de posturas y sobreactuaciones, consigue que en algunos momentos, estés más pendiente de él, que del propio protagonista del concierto.
El tema de Javi Pedreira puede dar para largo. Tiene una cosa positiva para triunfar en este mundo: no deja indiferente a nadie. O le odias, o le amas. Personalmente a mí me pone muy nervioso. Creo que su repertorio de posturas y caras orgásmicas encajarían mejor en otro tipo de bandas más dadas a estas sobreactuaciones. Pero no para la imagen que acompaña a Quique.
El problema no es sólo su postureo. Si se le perdona a bandas como a Pereza, se le puede perdonar a cualquiera. El problema es que rara vez acertó con alguna de las notas del disco. De acuerdo que no se puede comparar el nivel de un disco tan cuidado con un directo. Pero da la sensación de Pedreira se empeña en ir por su cuenta, intentando ir más allá de la canción. Tanto ruido y tanto efecto, me muestran que dedica muchas horas a estudiar el instrumento. Pero no consigue aportarme nada más que eso. Di Stéfano solía decir que un portero tiene que parar lo parable, no lo imparable. Lo imparable quizás te sirva para salir bien en las repeticiones o en los resúmenes de los partidos, pero de nada sirve si no eres capaz de parar lo parable. De nada sirve que controles muchos efectos y trucos de la guitarra, si luego no eres capaz de ceñirte a las notas de la canción.
Ya sé que Bob Dylan pocas veces interpreta las canciones como lo son en el disco. Pero aquí no estamos hablando de cambios de interpretaciones. Estamos hablando de que todos los miembros de la banda intentan ajustarse al contenido del disco, siendo el punto exótico la libre interpretación de Pedreira.
Entiendo también que algunos periodistas se queden maravillados ante el talento del guitarrista. Eso es algo lógico cuando estás viendo tal sucesión de gestos en cada canción. Pero para mi gusto se aleja mucho de lo que representan los discos de Quique. Tenía la esperanza de que la experiencia reciente de Pedreira con artistas como Amaia Montero le dotase de cierta profesionalidad. No lo digo en broma. Muchos músicos suelen crecer cuando tienen que colaborar en conciertos o discos que nunca escucharían. Pero me temo que la cosa sigue igual a como estaba hace dos años, aunque quizás con más compenetración con Quique. Tendremos que aceptar a Pedreira como es. A muchos nos costará tiempo, otros ya lo consideraran un genio. Pero no estaría de más que su gran talento y su enorme conocimiento técnico, no se perdiesen entre tanto efecto.
Gijón mostró un enorme cariño hacia Quique. Este respondió con una actuación memorable, cercana a las dos horas y media. Cantando canciones que no estaban incluidas en el set-list
No quiero con esto pertenecer al grupo de gente que acude a los conciertos de Quique a buscar el error. No me gustaría caer en ello, porque realmente fue un gran concierto. Desde el primer minuto, el público que llenó el Teatro Jovellanos de Gijón mostró un enorme cariño hacia Quique. Este respondió con una actuación memorable, cercana a las dos horas y media. Cantando canciones que no estaban incluidas en el set-list como ‘Torres de Manhattan’ y algunas otras a petición del público. El final tuvo dos bises. Uno tradicional y otro después de saludar y habiéndose quitado ya el pinganillo. Este último bis, con ‘Miss Camiseta Mojada’, pilló por sorpresa a los encargados del Teatro, que llegaron a abrir las puertas de acceso para seguidamente volver a cerrarlas. Tal fue la cantidad de canciones tocadas que no estaban previstas, que en la parte final del concierto tuvieron que saltarse algunas que sí creo que lo estaban, como ‘Hotel los Ángeles’.
Quique cada vez canta mejor. Creo que ha dado con el equilibrio perfecto. Aunque hay algunos momentos de canciones rápidas como ‘Suave es la noche’ o ‘Restos de stock’ en las que apenas llega a vocalizar, haciendo inaudible sus palabras. Por otra parte, también sigue teniendo la capacidad para emocionar. Hubo dos canciones en las que me emocioné especialmente. Quizás más por la canción en sí, que por la interpretación del concierto. Fueron ‘Deslumbrando’ y ‘Su día libre’.
Como es costumbre, a muchas de las canciones les cambió la letra. Me llamó la atención en ‘Hasta que todo te encaje’, que fue interpretada ciñéndose a la maqueta y no al disco. Es decir, sustituyendo el “lo empiezas a entender” de la primera estrofa por “me cruzo a Russian Red”. También tuvo Quique la oportunidad de explicar el significado de algunas de las canciones, como en ‘Nadie podrá con nosotros’, que inspirado a raíz de una conversación con una amiga que se dedica a la atención de niños maltratados, compuso una canción recordando a los abusones de los colegios.
Entre las sorpresas de la noche se encontró la colaboración de Cesar Pop, quien aprovechando que se encontraba en su tierra, fue invitado a subir al escenario para interpretar desde el piano ‘Riesgo y Altura’ y ‘Algo me aleja de ti’. Decir que hasta ese instante, Julián Maeso estaba cumpliendo un papel digno desde los teclados. Pero el dominio que demostró Cesar Pop no fue superado en ningún momento del concierto.
La noche del jueves será recordada por Quique como la noche en que se rindió ante Gijón. La noche en que por fin pudo agradecer todo el sentimiento que esta región tiene hacia él, alargando el concierto lo que más que pudo. Y consiguiendo lo más importante, que durante más de dos horas no nos acordemos de nuestras hipotecas, exámenes, trabajos y demás problemas.