Desahogarse sienta bien, pero cuídate de sus trampas.
Todo el mundo se queja. Al quedar atrapados en medio del tráfico, por calcinarnos al sol en un evento deportivo o porque los precios aumentan y las cuentas se acumulan… todos nos quejamos. Aún cuando quejarse sea algo inherentemente negativo, en el fondo tiene algún valor: es un gran unificador social. Las personas pueden, y de hecho lo hacen continuamente, crear vínculos a partir de las quejas compartidas.
Cuando la fila en la tienda es larga y lenta, compartes tu queja mirando a la persona que tienes frente a ti y tal vez terminan entablando una relación. Eso me ocurrió hace poco y la mujer y yo terminamos conversando tanto que nos encontramos en Facebook… ¡mientras salíamos de la tienda! Esta clase de experiencia quejosa o denunciante es positiva: nos desahogamos, nos conectamos y terminamos siendo amigas.
El problema comienza cuando la queja se convierte en parte de tu personalidad, a tal punto que pone en marcha todo un círculo de negatividad. Tengo una amiga que siempre inicia cualquier conversación con una queja. Sólo con preguntarle “¿Cómo estás?” suscita en ella un sinfín de quejas sobre cualquier tema, desde los hijos y su esposo hasta el [drama de] no tener suficientes cupones para Bed Bath & Beyond. Estar cerca de ella resulta cansador e incluso ella misma admite que de tanto quejarse termina agotada.
En suma, ¿cuándo resulta útil quejarse? ¿Cuándo es perjudicial? Para encontrar la respuesta, he creado dos categorías: la queja positiva y la queja negativa.
Estos son algunos ejemplos de cómo usar la queja de manera positiva:
- Quejarse puede servir como liberador emocional.
Hay veces en que contener los sentimientos puede provocar estrés y ansiedad. Si en el trabajo tienes complicaciones por un compañero o un cliente difícil, desahogarte o lamentarte ante un compañero de confianza te puede ayudar a manejar e incluso, a veces, encontrar alguna solución al problema o a la situación. Si te sientes exhausta porque tus hijos pequeños te despiertan durante la madrugada o no se preparan para ir a la escuela, quejarte con ellos probablemente no mejore la situación pero compartir esos temas con alguna amiga que pueda entenderte y apoyarte, al menos, hará que te sientas mejor.
- Quejarse puede ayudar a obtener apoyo comunitario, social o afectivo.
Manifestar abiertamente tus problemas en el hogar, en tu trabajo o a una escala más amplia, en la escuela de tu zona o en tu ciudad, puede acercarte el apoyo y relacionarte con personas de ideas afines. Incluso podrías descubrir que pueden unirse o agruparse para lograr cambios. Los sitios web como change.org se han convertido en grandes plataformas donde las personas con quejas o denuncias similares colaboran para actuar y generar cambios sociales.
- Quejarse puede crear lazos y establecer contactos.
Como mencioné anteriormente en el ejemplo de la tienda, quejarse puede ser una manera de relacionarse con los demás. En mi trabajo con empresas y organizaciones, una técnica que usamos frecuentemente es la del grupo de reflexión. Los empleados se sientan en una sala conmigo, sin jefes o altos directivos, y tienen la oportunidad de descargar sus cuestiones y sugerir ideas para mejorar el entorno laboral. Estos encuentros no sólo resultan eficaces para la compañía, sino que por lo que descubrí, a partir de ellos también los empleados perciben un sentido de unidad mutua.
- Quejarse puede facilitar la resolución de problemas.
El hecho de dedicar tiempo a enfocarnos en lo que nos molesta nos inspira a mejorar la situación. Muchas veces les digo a las parejas que hagan una lista de lo que se reprochan entre sí para poder comenzar a resolver problemas y así mejorar la relación.
Estos son ejemplos de quejas con consecuencias negativas:
- Quedar atrapado en el círculo quejoso.
Cuando nos quejamos, muchas veces deseamos dos cosas: que alguien escuche y que alguien recomponga la situación. Cuando estamos inmersos en el círculo de la queja y quedamos perdidos entre las medidas que adoptamos para intentar resolver el problema, nos sentimos frustrados o impotentes. A menos que te estés desahogando y seas consciente de eso, cuando te lances en una letanía de quejas, piensa: ¿tengo en mente alguna solución o es sólo una obsesión que hace que me enfoque en lo negativo? Si no estás conforme con algo, ¿cómo podrías cambiarlo?
- Quejarse tanto que repercute en tu estado de ánimo.
Los pensamientos negativos pueden generar sentimientos negativos. Pasar demasiado tiempo en un estado de preocupación y ansiedad continua, pensando solamente en todo lo malo de tu vida, puede afectar tu sensación general de bienestar. Si te encuentras dando vueltas en un círculo de quejas o si te enfrentas a situaciones que muchas veces hacen que quieras lamentarte, esfuérzate por impregnar tu vida de pensamientos más positivos.
- Quejarse por cuestiones que no podemos controlar.
Si bien quejarnos a veces nos ayuda a resolver problemas, esto no es tan así cuando la situación problemática está fuera de nuestro control. Este tipo de queja nos puede poner en un circuito de negatividad que nos hace sentir atrapados e impotentes.
Una vez tuve una cliente que constantemente pensaba que su vista era deficiente por lo que necesitaba usar gafas o lentes de contacto. Pensaba sólo en eso tan seguido que todas las mañanas mientras se vestía para salir, se ponía muy fastidiosa. Su esposo comenzó a irse mucho antes de que ella se despertara para evitar escuchar sus quejas. Las mañanas eran tan malas, me confesaba, ¡que ni ella misma podía soportarse! Si te encuentras en este tipo de dilema, busca las maneras de aceptar las cosas que no puedes cambiar y concentra toda tu energía en aquellas cosas que sí puedes cambiar.
Fuente: espanol.livehappy.com/relaciones/qu%C3%ADtate-esa-costumbre-de-quejarte?id=www