Podría creerse que el malo de la asfixiante situación económica actual no es Mariano Rajoy, sino Joaquín Almunia, excandidato a la Presidencia del Gobierno en 2000 por el PSOE y actual comisario europeo de la Competencia, que acaba de exigirle nuevamente mayores sacrificios a los españoles.
Quo vadis, Almunia? ¿A dónde vas, Almunia?, debía preguntarle el secretario general del Partido Comunista entre 1998 y 2009, Francisco Frutos, que acudió coaligado con él a las elecciones que José María Aznar ganó con mayoría absoluta.
Almunia presentaba un programa electoral adaptado a las exigencias del duro dirigente del PCE y de Izquierda Unida, cuyo mensaje ponía como ejemplo a seguir el socialismo del recién llegado al poder en Venezuela, ahora fallecido, Hugo Chávez.
Almunia, y no la tan denostada Angela Merkel, reclama mayores gravámenes, como el incremento del IVA, que afecta más a los pobres que a los ricos, el retraso urgente de las jubilaciones y ajustes más drásticos del déficit.
Lo que supondrá mayor reducción de burocracia en entidades locales y autonómicas, y mayor privatización administrativa de hospitales y otros centros públicos.
Pero el socialdemócrata Rajoy se resiste a ampliar los recortes actuales y promete no incrementar impuestos durante este año: resulta más socialista que Almunia, que milita aún en PSOE.
Pero el que fue uno de los principales reformadores de UGT, y después dos veces ministro con Felipe González, no se ha vuelto de derechas, como diría Francisco Frutos y denuncian sus herederos Centella y Cayo Lara, los Hermanos Marx de Sopa de Ganso.
El “quo vadis” de Almunia no va por ese camino.
Es que el mundo y sus estructuras económicas y sociales han cambiado tanto en la última década que no queda otra solución para sobrevivir que devolver los créditos y reducir nuestro nivel de vida.
Sin embargo, prosperan los creadores de riqueza y trabajo, como Amancio Ortega, el maquinismo de Dickens, el robotismo contemporáneo e internet como opio de los pueblops, que dice Rufus.
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SALAS