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Quo vadis, democracia?

Publicado el 16 agosto 2013 por Indignado @gritopoliticoes

Seis años de cataclismo económico y social y aquí seguimos, bueno, no todos. Algunos hace ya tiempo que dejaron nuestras fronteras, a otros la desesperación les ha hecho poner fin a su angustia. Mientras, las injusticias, las tropelías y la nostalgia continúan apoderándose de nuestro día a día.

El poder económico se ha antepuesto a todo uso racional de la toma de decisiones. Los intereses, la borrachera económica, los ambiciosos deseos y las codiciosas aspiraciones de muchos, han nublado toda ética en nuestras relaciones poder-súbdito.

Todos nos preguntamos inacabablemente cómo puede un país consentir que haya miles de vidas humanas en su territorio pasando necesidad mientras se prodigan fortunas en privilegios para terceros y otros gastos superfluos de cuestionable necesidad. Y cómo puede un Estado permitir tener a conciudadanos sin techo mientras campan a sus anchas los estafadores, gorrones, y culpables de esta situación. ¿Dónde se ha ido la ética y el sentido común? ¿Por qué no vuelven a quienes poseen el privilegio de la toma de decisiones?

Además, la Constitución Española, aquella de la que solo se acuerdan cuando en el noreste gritan independencia, es ya papel mojado. Su permanente violación y utilización interesada pone en riesgo nuestros derechos y libertades. Ahora ‘descubrimos’ que el problema de la malnutrición infantil es culpa de los padres, o que debes dejar tu carrera universitaria por que no llegas al 6’5. Ya les da lo mismo una carta magna de derechos y deberes, porque atrás dejaron la ética y moral política pero sin embargo, se enorgullecen.

quo vadis democracia

Lamentablemente con tanta inoportuna y nefasta decisión ya no podemos hablar de representación absoluta entendida como tal entre el ciudadano y el político, pese a mantenerse el gozo de la legitimidad. Y no, por que no te representa quien actúa y decide contra ti, aquel que no es capaz de actuar con valentía frente a tus adversarios, y frente a las decisiones exteriores que empeoran nuestra calidad de vida. No te representa por que no afronta con firmeza los problemas cotidianos y no es eficaz ante los mismos. Y taxativamente no te puede representar quien te usurpa. Y la política democrática, no es esto.

Se ha desvirtuado el espíritu democrático en detrimento de la calidad de las personas por malévolas pretensiones y perversas ambiciones que han contaminado el mejor modelo de convivencia y pluralidad que ha conocido la humanidad, disipando el sentido del mismo.

Quienes creemos en la democracia por encima de todo sentimos una profunda frustración por la violación de su esencia. Es por ello que reivindicamos una reformulación profunda del sistema, por que este no solo no es el camino, sino que además va a convertirse en la vía que conducirá al fin de un ciclo y la llegada de una nueva era que cambiará las relaciones del poder.

Los valores de la solidaridad, la igualdad, el respeto, la lógica, la ética y el sentido común, han de ser los que abanderen esta nueva era, este nuevo ciclo político que está por llegar y que supondrá una regeneración trascendental y valiosa. Llegará dado que no se entiende esta democracia en la que el ciudadano ha perdido el poder y lo que es más preocupante, se empieza a decidir contra él.

Ningún motivo puede servir de excusa para mermar al ser humano. Ni su campo de actuación, ni sus derechos conquistados, ni sus libertades  debieran verse afectadas más allá de lo estrictamente legal y deductivo. No podemos consentir ni admitir que las decisiones de nuestros mandatarios supongan sufrimiento para el ciudadano de a pie, por que la dignidad, la igualdad y la justicia son fundamentos base de este sistema nacido para unas tolerantes e inmejorables relaciones humanas y de poder.

Por ello, no es que sea necesaria, se hace imprescindible una reformulación de nuestro sistema en el cual las personas ocupen el epicentro y sean quienes decidan por ellas mismas y no así una élite clasista ajena a toda realidad cotidiana. Esto solo será posible si como ciudadanos indignados pero esperanzados somos capaces de acrecentar nuestro espíritu crítico y el de cuantos nos rodean. O nos involucramos o seguirán decidiendo por nosotros, o participamos o cada vez resultará más dificultoso hacerlo.

Esta indignación sumada por tanta injusticia, atrocidad y disparates de quienes toman decisiones por nosotros se ha de transformar en ilusión por cambiar el modelo en el que se fundamentan nuestras relaciones. Y esto no es solo política, es la vida misma. Así somos, así queremos ser, así estamos y así anhelamos estar.

Mientras tanto luchemos para no consentir que haya más ciudadanos pasando necesidad. Luchemos para que no acaben en los suelos las aspiraciones de las gentes, y para que las ideas y prosperidad que albergan cientos de mentes no se vean lastradas por incompetentes.

Aprovechemos ese capital humano brillante para decidir desde la sabiduría. Utilicemos esos corazones humanos solidarios para relacionarnos. Y empleemos la razón y la bondad para no volver a explotar de necesidad e indignación.

A la tarea, la historia está por escribir.


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