Revista En Femenino

¿Rabenmütter?

Por Mamaenalemania
Habiéndose convertido en un término empleado rutinariamente con humor y cariño dentro de nuestra pequeña familia (y con mis amigas del mierdapueblo, claro), le llamó la atención a mi marido la última portada del Rotary Magazin en casa de mis suegros y ahí que se lo agenció para darme el gusto:
Neue Rabenmütter? Die Selbstbestimmung der Frau und die Anforderungen der Gesellschaft” reza el título del prometedor reportaje.
(En cristiano: ¿Las nuevas madre-cuervo/malas madres? La autodeterminación de la mujer y las exigencias de la sociedad).
Digo prometedor porque en la foto de portada se ve a una mujer tirando a joven (o juvenil) con su hija en brazos, que obviamente tiene estudios superiores y trabaja (pondría la mano en el fuego por que su trabajo es chachi-creativo-súper-estimulante), ha tenido tiempo para arreglarse por la mañana, para arreglar a su hija (y todo lo que implica esto: preocuparse por la moda, irse de compras, ganar lo suficiente en su trabajo guay como para comprar cosas a la última)… y muy sonriente y orgullosa.
Yo me estaba relamiendo, para qué negarlo. Me imaginaba que el término Rabenmütter en esta editorial se utilizaría para quitarle importancia al mismo, para reivindicar la maternidad “regulera” (o sea, la normal, la de madres que ponen tortilla 2 días seguidos para cenar, que se han olvidado de cortarle las uñas al retoño, que no enceran los muebles todas las semanas ni hornean su pan cada mañana…) que aquí en Alemania no gusta nada.
Me he quedado con la miel en los labios (y me he cogido un cabreo de aúpa): de los 5 artículos que forman el reportaje, el único del que se podría decir que se centra en el tema de la maternidad en sí, de la autodeterminación de la mujer cuando tiene hijos y de las exigencias de la sociedad, es el primero. El resto se concentra en cosas como el reparto de las tareas en casa y demás sobre igualdad (a los que no quito importancia pero que, en mi opinión, no tienen demasiado que ver con el título).
Por supuesto (y de ahí mi cabreo), el artículo en cuestión se titula “Wider die Avantgarde des Mutterstolzes” (En contra del vanguardismo del orgullo de madre) y critica las tesis de E. Badinter, cuyo último libro (que comenté aquí y trajo cola) acaba de salir en alemán.
Ya conté que Badinter habla bastante de la situación de las mujeres en Alemania (y de toda la ideología que favorece esta situación). Y no le queda más remedio que hablar mal, porque la situación es mala.
En algunos sitios la situación es extremadamente mala y en otros es mala a secas. Yo hablo normalmente del mierdapueblo, ejemplo de extremadamente malo en el que durante la última encuesta de la guardería para ver si compensa ampliar horarios y quizás ofrecer comida (no tienen niños suficientes y no quieren despedir personal), no sólo pocas madres se alegraron, sino que muchas (¡tantas como para desechar la osadía!) se opusieron a tal medida, impidiendo así que las mujeres que quieran, puedan trabajar (o hacer un curso, o pintar, o coser o lo que sea) algo más de 4 horas al día cuando sus hijos ya tienen 3 años. Conocidas y amigas españolas por estos lares, en grandes ciudades como Múnich, me cuentan que allí la situación es ligeramente menos peor, pero tampoco hay muchas opciones y también está muy mal visto. O sea, no es cosa del mierdapueblo, sino del país entero.
Teniendo en cuenta que Alemania es constantemente citada como ejemplo de país occidental rico y ultradesarrollado (incluso avanzado) y que corren rumores sobre la estupenda política familiar que aquí existe, no es de extrañar que Badinter lo utilice como ejemplo de engañabobos a evitar.
El artículo del Magazin al que me refiero tiene delito: lo escribe una mujer, alemana, catedrática de literatura, mayorcita y fea como un calamar (esto tiene cierta importancia, ya se entenderá). He mirado varias biografías suyas y de su situación familiar (casada/hijos) no se dice nada, así que casi doy por hecho que no tiene descendencia. Y que, por tanto, no tiene ni puñetera idea de lo que es ser madre y tener que renunciar a tu carrera entera porque el país en el que vives te veta profesionalmente en cuanto el Clearblue te anuncia la buena nueva (o moralmente si decides no ser sólo madre).
Ya comenté que Badinter se centra en los peligros que conlleva reivindicar según qué cosas de según qué manera. Y ya he dicho que pone como ejemplo de esos peligros a Alemania y su política (y sobre todo, su moral) familiar, ya que aquí la amenaza se ha convertido en realidad. La articulista arremete contra Badinter diciendo que ese estadio de la “liberación femenina” que tanto critica ha sido superado ya, que hemos entrado en una nueva fase: El orgullo de las madres (Mutterstolz).
Esta tercera (y estupendísima) fase de la liberación femenina sería algo obvio: No hay más que ver el baby-boom que se ha desatado entre las famosas guapas. Como ejemplo, cita la portada de Vogue en la que Claudia Schiffer posa desnuda y embarazadísima y a Carla Bruni (ya ya, aquí se me empezó a fruncir el ceño a mí también). Habla de que la maternidad está de moda, que todas las famosas están teniendo hijos y los enseñan, los llevan, los traen y los pasean; lucen bombo orgullosas, figura post-parto (y pre-parto) de infarto, ideales ecológicos y pedagogías alternativas. Y el colmo de los colmos: para las mujeres en puestos directivos, aunque de momento sólo se dé en el mundo de la cultura (a.k.a. de la farándula), los niños hace tiempo que se han convertido en Statussymbol (símbolo de status). “Eine Frau, die ein Museum leitet, beweist mit zwei Kindern, dass ihr Talent als Manager über männliches Mass hinausreicht“ (para que se pongan los pelos como escarpias, en cristiano: Una mujer que dirige un museo, demuestra con dos hijos, que su talento como gerente supera al de un hombre).
¿Rabenmütter?
¿Está de broma? Lamentablemente no.
No me entra en la cabeza cómo se puede poner como ejemplo de “buena-madre-a-pesar-de-que-trabaja” (este concepto en sí ya tiene delito) a Claudia Schiffer y Carla Bruni. Las dos modelos, inmensamente ricas antes de tener hijos, que se pueden permitir que alguien les haga la compra, les limpie la casa y prepare la cena macrobiótica y variada de sus hijos todas las noches mientras ellas apuran los últimos minutos de parque con ellos (y les hacen sentirse queridos, claro), que viajan en avión privado con ayuda de toda clase, que les lleva las bolsas, el carrito o se ocupa de calentar el potito mientras ella guía a su retoño de la manita por el aeropuerto (y se hace la foto que demuestra lo estupenda que es), que posan en el Vogue desnudas luciendo tripa pero no estrías ni celulitis (que tendrán, supongo, porque con 40 años cumplidos no se puede lucir el cuerpo de una modelo veinteañera) y hablando de lo bien que se sienten y de la energía renovada que tienen durante el embarazo…etc.
Que no se me entienda mal: no creo que sean malas madres, ni que no tengan sus conflictos, preocupaciones y sentimientos de culpa varios.
Lo que ocurre es que no creo que representen un número significativo en el grupo de madres “reguleras” o Rabenmütter ni que su estilo de vida/estilo de maternidad vaya a influir de forma positiva en la mentalidad de este país para con las demás mortales que, en la recta final del embarazo, nos las vemos y deseamos para agacharnos a fregar el baño (porque la energía renovada será para ir a la clase de yoga, digo yo), que si queremos apurar unos minutos de parque con el niño (o llegamos agotadas de trabajar), este cenará tortilla otra vez (y no menú probiótico), que tenemos que amargarles la tarde en el supermercado (porque no tenemos quién haga la compra por nosotras), que tenemos que “abusar” del cochecito (porque nadie factura el equipaje por nosotras), o del parque (porque nadie puede freir los filetes o vaciar el fregaplatos por nosotras)…etc.
Me parece muy bien que aplaudan a Angelina Jolie por llevar un niño en cada mano y un bebé colgando en cada una de sus apariciones aeropuertiles. Lo que no me parece bien es que se basen en ese patrón para poder criticar a la madre ni rica ni famosa que empuja un cochecito con un niño desesperado por salir de él y arrastra con la otra mano a un 4añero en plena rabieta de los Kinder… por abusar del cochecito y no estar a la altura de la necesidad de atención inmediata del mayor.
Mutterspass (maternidad divertida) es de lo que se enorgullece la articulista, el supuesto paso adelante en la liberación femenina.
Desde aquí le agradezco enormemente su artículo y su postura, de verdad.
Ahora, cuando mi marido llegue agotado del trabajo y poco empático, tendrá un documento escrito que demuestra que yo en casa me lo he pasado pipa todo el día y que no necesito que me eche una mano con la colada (porque el bombo me da energía, no te digo).

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