Revista Cultura y Ocio
Por Ezequiel Tena
Siempre he pensado y creído firmemente que Israel tiene el derecho y el deber de defenderse. Lo que no debe tener es el derecho y privilegio a barra libre en el plano de la acción. Y lo tiene. Hay que entender que la comunidad judía de Nueva York, la más numerosa del mundo (mayor en número que la de Israel), y por ende la de USA, no es una quinta columna del sionismo en el resto del mundo occidental; es en sí constitutiva de los Estados Unidos, forma parte de su ADN original como la comunidad irlandesa y la anglosajona. No es, como en los países europeos, un segmento considerado vírico que penetra en el núcleo celular de una sociedad, se mimetiza o asimila a ella y produce mutaciones de carácter que con el tiempo se perciben como indeseadas. Por un lado tenemos su característica racionalizadora extrema: el elemento judaico tiende a destruir las formas de transacción tradicionales y a la larga eso conlleva la amenaza interna al orden establecido. No es lo mismo el ser racional que el ser razonable; la racionalidad es el ámbito de lo que puede realizarse como posibilidad lógica, entendiendo la lógica como formalidad matemática positivista que no atiende a criterios éticos, como una mera justicia numérica: ¿quién va a negar que dos y dos son cuatro? Lo razonable es otra cosa. El trato equitativo es razonable, el trato igualitario es racional. Por otra parte, concebir la historia como la realización de una misión, mesianismo, sacrifica los medios al fin perseguido. Es una peligrosa conjugación (presente en el judaísmo aunque de ninguna manera general en él) la de racionalidad y el determinismo histórico a la que se opone esencial y difusamente el binomio formado por la razón y el devenir abierto y expectante. Ciertamente los gobiernos usan de esa herramienta en la escala relativa a su tendencia a perpetuarse. A la ingeniería social se enfrenta el futuro por escribir y, sí, la sociedad abierta. Al sacrificio del hombre para la Ley se opone, como dijo Cristo, la ley para el hombre; a la fe de la letra grabada en piedra, la libertad. La racionalidad no miente. Pero la racionalidad elevada a la concepción totalitaria y excluyente de lo que significa ser humanidad es la más perversa de todas las concepciones del hombre.