Revista Ciencia

Radicales Libres: Shakespeare in the lab... a veces

Por Jmmulet

Mi Monsanto particular se llama @aberron y de vez en cuando hace de intermediario para que alguna editorial me regale algún libro. En este caso ha tenido el detalle de regalarme "Radicales Libres" de Michael Brooks, editado por Ariel, con el riesgo de que luego publique en este blog lo que opino de él.
Leyendo el libro me vino a la cabeza una anécdota con un amigo canadiense muy fan de South Park, serie que a mi me deja bastante indiferente. Según él solo ver a los niños hablando como carreteros ya hacia que se partiera de risa. Claro, ese es el problema le repliqué. En España nadie se escandaliza por que un niño suelte palabrotas, solo tienes que ir al patio de un colegio.
El libro tiene un título horrible y confuso "Radicales Libres" que parece que te vaya a hablar de la dieta Dukan, pero no. Describe anécdotas de los grandes cientificos y de como en el proceso para realizar sus descubrimientos han saltado por encima de la ética y de las normas. Muchas anécdotas son ciertas, aunque algunas un poco cogidas por los pelos para entrar en la teoría. En ciencia, como en cualquier gremio, hay de todo. Quizás un lector no relacionado con la ciencia puede escandalizarse cual canadiense oyendo a un párvulo cantar "Eres un cabrón hijodeputa", pero este factor sorpresa deja bastante frío a cualquiera que conozca minimamente el mundillo. Dicho esto, a mi juicio el autor cae en la falacia de la parte por el todo. Pensar que un laboratorio solo es un teatro shakespiriano donde se desatan las más elementales pasiones humanas no es del todo cierto. Obviamente los cientificos son humanos y como decía Shylock en el mercader de venecia "If you prick us, do we not bleed? if you tickle us, do we not laugh? if you poison us, do we not die?" y por supuesto las pasiones humanas tienen su presencia y su importancia, más si tenemos en cuenta que a diferencia con otros gremios pasas muchas horas en un espacio reducido. No obstante, leyendo el libro uno puede llegar a pensar que para ser premio Nobel tienes que drogarte, experimentar contigo mismo o con menores sin autorización, robar las ideas de un colega o asesinar a alguien. Estas cosas pasan, pero también hay excelentes científicos que son amantísimos padres de familia o anodinos adictos al trabajo que de vez en cuando van al cine o corren por el parque. Es más, casi que diría que estos últimos son mayoría. 
Un ejemplo de estas exageraciones es cuando habla del efecto de las drogas en los descubrimientos científicos. Uno puede concluir que con un chute de LSD te conviertes en premio Nobel cuando la realidad es que quien tiene ideas brillantes las tienen con o sin LSD. Un mediocre que se droga no se convierte en un genio, es un tonto drogado. Por reducción al absurdo, dada la gran cantidad de gente que consume drogas, si esto fuera verdad y el LSD aumentara tanto la creatividad, cada fin de semana nuestra civilización rebosaría de ideas brillantes, pero no parece el caso. El autor cuenta la conocida anécdota del famoso sueño o desvanecimiento de Kekulé que le sirvió para descifrar la estructura del benceno. Yo siempre les cuento esta anécdota a mis alumnos y les incidó en que la moraleja es que si trabajas en un laboratorio de química orgánica, asegúrate que la ventilación sea adecuada.
Radicales Libres: Shakespeare in the lab... a veces.
Yendo a la parte más científica, es cuestionable alguna que otra afirmación que hace sobre el tema de los priones, sobre todo cuando deja abierta la puerta a la intervención de acidos nucleicos y también es muy pueril el tratamiento que hace del DDT y de la figura del Rachel Carson. Partiendo de unas premisas correctas (escasas evidencias científicas y fuerte componente emocional) justifica su actitud sin ninguna referencia a los multiples efectos negativos y al costo en vidas humanas que ha tenido hacer caso de forma acrítica a sus postulados. De hecho menciona el libro "Merchants of Doubts" cuyo capítulo dedicado al DDT es de vergüenza ajena (ya le dedicaré un post).
Dicho esto, la lectura es agradable, con anécdotas interesantes, aunque alguna un poco cogida por los pelos. Tampoco puedo negar que me tocó la fibra sensible el párrafo dedicado al Barça, en el cual el autor demuestra que ha entendido el concepto de "més que un club", algo que la caverna mediática madrileña no ha conseguido en 50 años (¿a que os he dejado intrigados?). 
Lo dicho, que la lectura vale la pena, principalmente para el lector ajeno al mundo de la ciencia y un poco más crítico para un lector no tan ajeno. Aberron, cuando gustes el siguiente.Compartir 


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