Revista Cine
Seres desamparados, desesperanzados habitan en la nueva novela de Rafael Chirbes, personas que se sienten solas y que sufren por estarlo, que se hablan y se cuentan sus penas con rabia y desilusión, sabedoras de que han perdido mucho y han encontrado poco que merezca la pena en este valle de lágrimas que es la época en la que nos ha tocado vivir, con poco trabajo y mucha necesidades, con muchos desencuentros y demasiados sentimientos oprimidos o falsos, con tanta voluntad y tan poco premio. Narra como apenas uno o dos escritores más de nuestro país podrían hacerlo (equilibrando muy rigurosamente realidad y literatura), cuenta Chirbes cosas necesarias y evidentes, palpables para cualquiera que sale a la calle con los ojos abiertos y el corazón sin armadura, con tanta sabiduría narrativa y vital que casi se queda solo en su cénit autoral: por amargo, sí, pero también por sincero, por atrevido, por radical y por auténtico. La narración de un carpintero que ha perdido su empresa y ha tenido que despedir a su empleados tras haber querido invertir en el ladrillo y haberse dado de bruces contra la realidad de la quiebra de las empresas y del paro y la crisis galopantes se alterna con los monólogos y los diálogos de otros personajes imprescindibles para comprender mejor qué pasa ahora y aquí mismo: una empleada del hogar colombiana, un ex trabajador que por su avanzada edad laboral teme que nunca más volverá a trabajar, el fracasado que no sabe encauzar de nuevo su vida si no es partiendo del respeto que se le tiene a quien sale cada mañana a cumplir un horario y a ganarse el pan joven, la mujer que solo en su perro ve alegría y bondad y ternura. Y en ese ir y venir, en el repaso a lo último no hace más que acertar una vez y otra el gran escritor valenciano sacando de la realidad fragmentos representativos y furiosos diálogos y agonizantes quejas que a nadie se le ocultan ni le parecerán exagerados ni insinceros: corremos hacia la desgracia, dice Chirbes, y no nos paramos ni siquiera cuando vemos el abismo, así es el hombre de nuestro tiempo. En la orilla se quedan los que han sabido mentir o mentirse a tiempo, los que han ganado mucho dinero sin escrúpulos, pero los que sufren caen y los que aún tienen capacidad de empatía caen. Es tiempo de borrón y cuenta nueva: Chirbes ha levantado acta y deja para el futuro la crónica de un suicidio colectivo, esta novela dura, brava, cabreada, esta obra mayor de nuestras letras que es una sacudida y un epitafio, sí, pero también un saludo a lo que vendrá después, alguna vez, mejor y limpio, de una vez limpio y para todos, sin excepciones.