Textos e fotografías* por Javier Girón
Desde hace varios años, el comisario catalán Àlex Mitrani, con el apoyo de la Cambra de la Propietat Urbana, se dedica a impulsar a jóvenes artistas salidos de las principales escuelas de arte de Barcelona. En esta ocasión es el artista Rafael Guerrero (Perú, 1980) quien, comisariado por Mitrani, presentó el pasado 15 de marzo sus trabajos en la sala de exposiciones de la Cambra.
Guerrero desarrolla una obra a medio camino entre la pintura y el dibujo, en la que la línea se combina con un universo cromático mínimo centrado en el blanco. Su interés se acerca a las ideas de tránsito, de viaje, y por ello recorre el mundo de los aeropuertos y de la aviación comercial. Su enfoque se centra en explorar las formas y los contornos, en composiciones con una gran economía formal de reminiscencias minimalistas. Su línea es precisa pero no rehúye el accidente. Los fondos, neutros a primera vista, son en realidad activos, de una locuacidad que reside en sus matices. Las huellas de trazos semiocultos otorgan complejidad a sus pinturas, a la vez que remiten vagamente a los ‘pentimenti’ de la tradición renacentista y barroca.
Guerrero nos traslada su fascinación por el diseño de las aeronaves y por los paisajes que conforman, verdaderos iconos de lo contemporáneo. Esta fascinación oscila entre la técnica y la ensoñación, entre la mirada hipnótica y la frialdad de la máquina. Sus pinturas aluden a un espacio y un tiempo que no nos pertenecen, interludios congelados de un ir y venir constante. Miradas absortas que apuntan a otro lugar. Y ello podría parecer paradójico, pues el elemento espacial es fundamental en su obra. Pero no se trata de un espacio lleno. No es el aquí provisto de cotidianeidad. Son no-lugares que encierran siempre un antes y un después: recuerdos en forma de palimpsesto, y a la vez la promesa incierta del trayecto. El palimpsesto, también, como reflejo de otros lugares, de otras posibilidades.
Sin embargo, no son espacios en los que no sea posible habitar. Heidegger concibió el habitar como un residir junto a las cosas, es decir, acoplarse a su orden. Habitar no es fijar una morada que sea el centro de nuestro mundo. No es instalarnos en una determinada geografía para construir en ella un refugio perenne. Habitar es acarrear por la vida este acoplarnos al orden de las cosas: convertir en propio, en cada momento, el lugar donde nos encontremos. Establecer en él nuestra morada itinerante. Un ver el mundo en movimiento por la ventana de nuestro vehículo-hogar.
La obra de Rafael Guerrero remite a todo esto. Instalado en la cotidiana espera de una nueva partida, el artista establece esa mirada nómada con el mundo. Al contrario que Kundera quizá nos trate de decir que, después de todo, la vida no sólo está en otra parte.
Cambra de la Propietat Urbana, Barcelona. Hasta el 18 de mayo.
*Excepto imagen #1