Mariano Rajoy, durante su comparecencia este mediodía
Mariano Rajoy ha intervenido hoy ante el comité ejecutivo nacional del PP, en abierto pero sin permitir ninguna pregunta de los periodistas convocados en un nuevo ejercicio sin precedentes de transparencia. Durante su monólogo, el presidente del Gobierno ha calificado de “falso” lo “que de mí se dice y lo que a mí se atribuye”. Y lo que se dice y se le atribuye es haber sido destinatario, cómplice y testigo en silencio de pagos irregulares y sobresueldos periódicos a la cúpula de su partido por parte de donaciones de empresarios principalmente de la construcción, algunos de ellos imputados en el caso Gürtel. Todo está recogido minuciosamente en la contabilidad que llevaba el ex tesorero del PP Luis Bárcenas y servido en cómodos capítulos diarios en El País. Rajoy salía así al paso este mediodía frente a quienes están poniendo en entredicho su honorabilidad como si no estuviera ya bastante maltrecha tras incumplir punto por punto el programa electoral que le convirtió en presidente y tras recortar en sanidad, educación, dependencia, tras disminuir el poder adquisitivo de las pensiones, tras poner precio a la justicia o tras culpabilizar sibilinamente a los parados de parásitos de la sociedad. Eso dice poco de la honradez y de la honestidad de alguien. Y ahora, ¿qué se puede esperar? Su dimisión ni la de cualquier otro responsable del partido o del Gobierno, no. Se puede esperar un próximo capítulo de este clamor, de esta vergüenza de dirigentes y empresarios que rigen nuestros destinos vía los papeles de Bárcenas, donde está la contabilidad B de un Gobierno que prohibe las preguntas de los periodistas porque no tiene respuestas.
Pero tiene razón Rajoy en algo: “Es importante que los ciudadanos puedan confiar en la honradez de sus dirigentes”. Por eso va a publicar la semana que viene su declaración de renta y de Patrimonio en la web de Moncloa. Pero el problema del dinero negro es que no figura en las declaraciones a Hacienda. De figurar en la suya, debería dimitir igualmente por tonto. Pero no lo es, así que Mariano publicará on line sus más que aburridas declaraciones del IRPF y de Patrimonio sin el más mínimo rastro de dinero B.
Molesta el desprecio, el ninguneo constante, ahora de “los sobres que supuestamente corrían por los pasillos de esta casa”. Mariano, esos sobres no corrían, volaban. Y lo hacían en carpetas o maletines, a buen recaudo, con destinatarios muy concretos de la cúpula del PP. La infamia no es denunciarlo (matar al mensajero es de cobardes), sino el hecho en sí, y también lo es vulnerar la confianza de quienes les votaron, gracias a la que ahora ostentan una mayoría absolutista. Ahora, Soraya Sáenz de Santamaría anda más despeinada que nunca corriendo, ella sí, por los pasillos, preguntándose por qué a ella no le llegaron ni unas sobras de los sobres. Que todo este entramado mafioso salga a la luz no hace daño al PP, ni al Gobierno ni a España, como ha afirmado, don Mariano. No hay que lamentar la luz que ahora se enciende, sino el momento en que empezaron a financiarse de forma ilegal, a recibir pagos en negro para sus cosas que no tributaron, a corromperse y verlo todo tan normal como regalar un Vuitton. Y tampoco basta negar la mayor para convertirla en falsedad, ni que nos diga su vicepresidenta que es usted buena persona. Franco, por poner un ejemplo reciente y cercano a muchos dirigentes de su partido, fue un abuelo entrañable para sus nietos, mientras fabricaba cientos de miles de huérfanos en su afán por “alcanzar unos resultados para los españoles” y seguramente también tenía “un rumbo marcado para su tarea que no se va a torcer”. Lo difícil, Mariano, es ser un hombre bueno y, en la vida pública, no dejar margen para ninguna sombra de duda. Aquí, el margen se ha desbordado y hasta las sombras tienen sus propias sombras, tan sólidas son ya.