Revista Cultura y Ocio

Ralph, el demoledor

Publicado el 05 diciembre 2019 por María Bertoni

Como el personaje animado de Disney, el saliente presidente del INCAA fue creado para destruir.

Ralph, el demoledorRalph, el demoledorEl Ralph animado es un villano que se cuestiona su accionar.

Pocos días antes del cambio de gobierno presentó su renuncia como presidente del Instituto Nacional de Artes Audiovisuales, Ralph Haiek. En la película de Disney, su tocayo hace el papel de malvado de un videojuego: en cada partida destruye un edificio que el héroe debe reconstruir. El funcionario comparte con su par en la ficción el espíritu arrasador pero se diferencia en dos cuestiones: no le tocó lidiar con héroes salvadores ni muestra arrepentimiento.

Por algo nos gusta el cine independiente…

De cómo llega nuestro demoledor a estar al frente del Instituto podría escribirse largo. Pero una síntesis posible es que la operación político-mediática que lo colocó al mando manifestó la necesidad del macrismo de profundizar el ajuste y el desguace. Una frase define esta carrera de Cambiemos contra el tiempo: “Iremos en la misma dirección pero lo mas rápido posible”.

Antes de que le pidieran la renuncia, el predecesor de Haiek, Alejandro Cacetta, dejó un plan de fomento economicista y meritocrático. Su reemplazante profundizó esta línea apostando al ocaso del cine independiente de ficción y documental y de la producción regional, que prácticamente ha desaparecido.

El Ralph de carne y hueso intentó manipular la Asamblea Federal, órgano de co-gobierno del INCAA con participación de las provincias. En mayo pasado, sus integrantes se negaron a convalidar el Balance de 2018, que finalmente fue aprobado en octubre por los votos que Haiek obtuvo bajo presión.

La realidad es que, entre 2017 y 2018, el INCAA sub-ejecutó el presupuesto destinado al fomento para la producción cinematográfica. A este incumplimiento de la Ley de Cine se sumaron otros: la virtual eliminación del crédito, que obligó a las productoras a buscar financiamiento en el desierto financiero, ahogando la producción y llevando zozobra a miles de trabajadorxs del sector; el abandono del control de la cuota de pantalla en las salas privadas, que agravó el monopolio de exhibición en Argentina; la precarización de la red de cines estatales cuya situación lastimosa fue denunciada este año por decenas de representantes de salas públicas reunidos en Jujuy.

Ralph, el demoledor
Ralph, el demoledor
Captura del video mencionado. Gentileza de Juan Mascaró.

Haiek demoró hasta hoy la designación del nuevo Consejo Asesor, órgano de co-gobierno que había hecho criticas sustanciales al ajuste en el sector. El año pasado, cuando aprovechamos una sesión para presentar un petitorio con 1500 firmas, este otro Demoledor golpeó una cámara dispuesta para registrar esta intervención (aquí, el video). Aquella reacción, muy representativa de una gestión, fue mucho menos dura que la agresión propinada a nuestro cine.

Esta semana, cuando trascendió la carta de renuncia, lxs trabajadorxs del INCAA se refirieron a la “falta de transparencia», a la «subejecución presupuestaria», a la «disolución de áreas claves y despidos de trabajadorxs» de esta gestión. Los empleados también mencionaron al gerente general Juan García Aramburu: «Mucho más que la mano derecha de Haiek, y de trato cínico y violento hacia lxs trabajadorxs, instrumentó el ajuste al fomento cinematográfico, la dedocracia, el nombramiento de gerentes sin idoneidad”.

En la fábula de Disney, Ralph narra su historia en una reunión de «Malvados Anónimos» y confiesa que ya no quiere seguir siendo el malo. Nuestro Ralph, en cambio, se despide por la puerta grande, haciendo gala de sus actos.

En las películas de Hollywood, los finales felices suelen cumplir con la función de restituir la normalidad, de resolver las alteraciones provocadas por algún conflicto. Hoy, en nuestro país, un cierre justo para la impunidad de Ralph Haiek debería consistir en un juicio por el desvío de fondos públicos entre otros incumplimiento de los deberes de funcionario y por la sistemática violación de la Ley de Cine. Sólo de esta manera protegeremos a nuestro sector de este demoledor y de posibles sucesores.


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