La melodía sobrevive al laúd, el significado a los símbolos,
el alma al cuerpo
Philip Kapleau
Escribo esto mientras duermes, papá. Ya queda muy poco para que duermas del todo y por fin despiertes. Siento un inmenso amor por tu vulnerable decrepitud y una callada piedad por tu dolor. Podrías ser cualquier viejecito, cualquier hombre, cualquiera en la frontera
La muerte y el dolor me ponen de pie. Aparezco. Lo falso se me cae inconsistente. Un desgarro en el tejido del sueño, un atisbo al otro lado. Se me revela el apego, inútil pataleta autocompasiva de lo que no puede ser o no sé vivir, falso dolor de impotencia, boba resistencia a ceder la ilusión que muere con la muerte
Yo no era yo, sólo luz negra consciente de sí misma. Se hizo un destello, yo? Quise ver y fui mirada. Como mirada miré y entonces me vi mirado. Mirado en sus ojos vi y entonces me vi mirando. No era a él quien yo miraba, no era a él! Era a un lugar al que yo miraba. Un lugar que me miraba, ay! Era ella ese lugar! Mi mirada estaba en ella. Un día miró a otro lado, ay! Entonces yo se cayó. Y perdí aquella mirada creyendo perder la mía. Ya no era yo, sólo negra sobra, olvidado de sí mismo
Siendo una cuestión de sitio, porque así yo lo creí, cada vez que toqué un sitio, cada vez que yo me fui. Por no caer otra vez, por evitar el hueco enorme. Por escapar. Cada vez me fui a otro lugar. Cada vez pude ser otro, otra vez. Cada vez me descartaba. Un viejo inútil dejaba y de nuevo una mirada, nueva y limpia me salvaba. Porque así yo lo creía. Lo hice una vez y otra, y algunas más cada vez. Así cada marcha fue como una pequeña muerte, una excitante manera de renacer otra vez
Ay! Pero que mentira! El que tan contento huía de un lugar a otro lugar, tan contento se llevaba una mochila llenita de piedras pa tropezar, las mismas naturalmente. Las mismas que por sabidas, fueron siendo queridas. Pero cuanta mentira he llegado a acarrear!
Cuánto cuesta deshacerla! Cuánto deshacer la trama. No es gratis, ni en tiempo, ni en dinero, ni en vergüenza. Cuesta el desencanto y erosiona la tontería. La insistencia de mi incómoda sospecha y la certeza de que es cierto este anhelo, van abriendo brecha. Hay un paisaje habitable, una sencilla soledad habitable, aquí debajo. Aquí econdida, donde piso, lo sé. Pues este lugar habito, aunque no sea el lugar, lo sé. Algo rellena el guante
Sólo un lugar de retorno, donde surge la mirada. Sólo ahí. Punto que me sostiene la vida y me la cuida, que siempre está ahí. Aunque yo me olvide, eso no se olvida. De día, de noche, despierto o dormido. Ahora y antes de ser. Mi mente no se acuerda, no estaba. Y todo alrededor es un juego de destellos fruto de su inconmensurable creatividad. Tan bello, tan terrible. En fin, nada de que asustarme. Todo es de regalo. Hasta el dolor… hasta la muerte.
RAMÓN BALLESTER
“Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver, y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo.
El que perdona, dulce, cuando odio.
El que pasea por donde no estoy.
El que quedará en pie cuando yo muera”.
Juan Ramón Jiménez.