Lo mío con el ramo de novia es una espinita clavada que tengo y que, como ya he dicho en alguna ocasión, me quitaré algún día.
Por eso mismo, a mí más que a los vestidos de novia los ojos se me van desde entonces a los ramos de novia. No lo puedo evitar. Ramo que veo, ramo que se lleva mi atención. Es una de las primeras cosas en las que me fijo de una novia y no son pocas las horas que he pasado navegando en la red en busca del ramo perfecto. Y en una de esas búsquedas y en una de esas charlas con mi Marina/Martina me habló de los ramos de La Florería. Y amor total y verdadero.
Los ramos de La Florería me enamoraron por ese toque de ramo natural pero muy elaborado que todos llevan, por ese romanticismo salvaje que arrojan aún más personalidad a los looks de sus novias y por ese punto justo de originalidad.
Los ramos me enamoraron pero tengo que reconocer que lo que más me enamoró de ellos fue algo que vi por primera vez en el perfil de Instagram de Miss Bancarrota. Su packaging. Creí que me derretía de amor a este lado de la pantalla. No miento. No exagero.
Esas preciosas cajas llenas de esas flores dibujadas, personalizadas para cada novia con la fecha de la boda y el nombre de ella en la tapa, esas cajas con forma geométrica perfecta que abrazan el ramo hasta que lo cogen las manos de la novia y que, cuando va a llegar este momento, se abren para que los nervios o unas manos torpes eviten que el ramo sufra cualquier percance.
Unos ramos bonitos se merecen una caja bonita y éstas lo son.
La grandeza de cuidar los pequeños detalles, de hacerlo todo todavía más bonito, de que hasta una caja de cartón sea después del gran día, un recuerdo bonito.