La primera vez que los animadores gráficos de Disney vistieron a Rapunzel, la protagonista de largos cabellos de Enredados (adaptación del cuento de los hermanos Grimm), se toparon con un problema. Cuando hicieron que se girase con rapidez frente a un espejo, ella se quedó paralizada y los múltiples pliegues de su vestido permanecieron rígidos. Los informáticos se enfrentaban a una dificultad que, durante años, ha supuesto la pesadilla del sector.
«Desde un principio nos propusimos lograr vestimentas más elaboradas que las utilizadas hasta el momento [en animaciones computerizadas]», recuerda Rasmus Tamstorf, uno de los principales técnicos de animación de Disney. «Cuando un personaje ataviado con ropas sueltas o de múltiples visos se mueve, los balanceos de la tela crean una gran cantidad de problemas.»
Para resolverlos, Tamstorf y su equipo entablaron contacto con Eitan Grinspun, informático de la Facultad de ingeniería de la Universidad de Columbia y experto en la respuesta de los materiales ante las colisiones. En 2002, Grinspun había filmado la caída de un sombrero y su rebote contra el suelo. Después de estudiar durante horas las imágenes a cámara lenta, halló la ecuación más sencilla que describía los movimientos del sombrero. Las variables relevantes incluían la fricción, la elasticidad y la cantidad de movimiento del objeto al golpear contra el suelo. Después, tradujo esa ecuación a un código informático simple que predecía el movimiento de cualquier material flexible o elástico, ya se tratase de goma, tejidos o planchas de metal.
Pero el elaborado vestido de Rapunzel constituía un desafío aún mayor. Simular el movimiento de ropas con varias capas requiere tener en cuenta miles de colisiones potenciales al mismo tiempo. Cuando la cantidad de datos resulta excesiva para un ordenador, este recurre a un programa auxiliar de prevención contra fallos (fail-safe); en estos casos, uno que evite posteriores colisiones entre las capas del tejido. En el pasado, los programas permitían el movimiento de la ropa, pero no el desplazamiento relativo entre las capas de tela. Ello otorgaba a la vestimenta una apariencia rígida. Tras meses de trabajo, Grinspun y el equipo de Tamstorf dieron con una solución: si bien su código también detenía las colisiones, las capas del vestido aún podían deslizarse unas sobre otras. Además, el programa daba cuenta de la fricción, con lo que el resultado adoptaba una apariencia mucho más realista.
Grinspun se enfrenta ahora a un nuevo problema: un código que prediga el movimiento del cabello, cuyas colisiones son aún más complejas que las de la ropa. Espera que sus soluciones aparezcan el año próximo en otra animación.
Artículo publicado en Investigación y Ciencia nº 413, su autor es Adam Piore.