Perrone presentó su película más reciente días atrás, en el 30° Festival de Cine de Mar del Plata. El título, ‘Samuray-s’.
Después de haberlas presentado en festivales nacionales y extranjeros, Raúl Perrone exhibe en la Ciudad de Buenos Aires dos de sus películas más recientes: Ragazzi y Favula. Hasta el sábado 21 de noviembre, se proyectarán juntas en la sala Leopoldo Lugones. La primera también se exhibirá -sola- en el Malba, hoy y los demás viernes del presente mes a las 21.30.
A contramano de la proclama ‘anti-autor’ que se cuela entre los créditos de apertura de sus largometrajes, el realizador oriundo de Ituzaingó le imprime un sello inconfundible a su obra. Por las dudas corresponde aclarar: el golpe de timón que parece haber dado con P3ND3J05 no implica un cambio de barco.
Ante todo, Perrone es un transgresor. Desde siempre contravino las reglas estéticas y narrativas que la industria cinematográfica considera imprescindibles para producir éxitos de taquilla. Con la mencionada P3ND3J05, se atrevió a deconstruir su propio lenguaje cinematográfico; de ahí las diferencias estilísticas con títulos anteriores, menos disruptivos, como Las pibas y Los actos cotidianos.
Porque no vio Favula, quien suscribe se limita a recomendar Ragazzi, película en blanco y negro que primero perturba y luego hipnotiza a partir de la superposición de fotogramas y de parlamentos reproducidos al revés y subtitulados. La reversión cumbiera de ‘Stairway to heaven’ de Led Zeppelin y de ‘Sarabande’ de Friederich Händel contribuye a sumergirnos en una dimensión desconocida donde algunos espectadores tenemos la sensación de estar experimentando algo similar a la relación mágica que nuestros ancestros más remotos establecían con imágenes y melodías: una relación emocional antes que intelectual.
Dicho esto, el film también bulle en nuestro cerebro. De manera explícita, el primer movimiento (son dos en total) evoca recuerdos de textos, películas, declaraciones de Pier Paolo Pasolini. Cuando buscamos la transcripción parcial de la última entrevista que el realizador italiano concedió justo antes de ser asesinado, nos topamos con la siguiente reflexión que parece legitimar lo que percibimos en este encuentro cinematográfico con Perrone:
Yo no sólo expermiento con el pensamiento mágico; también creo en él. Pero no en un sentido extrasensorial sino porque sé que martillando sobre el mismo clavo puedo derribar incluso una casa”.