Revista Opinión

Raza, civilización y otras chicas del montón

Publicado el 21 marzo 2016 por Vigilis @vigilis
Desde que en Europa occidental tenemos historia se ha empleado la palabra civilización para marcar una diferencia entre el hombre civilizado y el hombre salvaje (o bárbaro, según el término griego βάρβαρος que se usaba para señalar a quienes no hablaban bien, es decir, a quienes no hablaban griego). En el contexto de sociedades políticas que no comparten espacio, las palabras salvaje, bárbaro y extranjero son intercambiables (el hombre no pertenece a varias civilizaciones: "Igual que no caben dos soles en el cielo, no caben en la Tierra Darío y Alejandro", para los griegos los persas eran bárbaros).


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Chenofobia.

Civilización y barbarie 
Hágase notar que la carga peyorativa de estos conceptos es muy posterior a la aparición de estos conceptos (¿la carga peyorativa aparece con el humanismo, con el horror que supuso la Edad Moderna para el luminoso y alegre hombre medieval?). Nótese también la dificultad que plantea hablar de ideas esencialistas en un mundo, el nuestro actual, caracterizado por el antiesencialismo y la infinita gama de grises (de hecho, esta es la misma dificultad que plantea hablar del pasado sin caer en el presentismo, cosa que hoy es casi imposible y así nos va: "es que los romanos eran malos porque eran esclavistas", vete a pastar con las cabras, anda).
En nuestro rincón del planeta, históricamente, hablar de civilización era hablar de una serie de tratos, hábitos, costumbres, creencias, modos y operaciones que definían ciertas líneas compartidas por los hombres civilizados (definición circular). Dentro del espacio geográfico de la civilización había gente incivilizada (célebre el caso del niño de L'Aveyron). Más allá de las "fronteras" (Urales, Elba, Danubio, Jutlandia, Atlas y Bósforo, aunque estas fronteras siempre han sido permeables y cambiantes) estaban los que inevitablemente eran bárbaros.

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Talas, Kirguizistán. Batalla en el siglo VIII que marcó el límite oriental de la expansión islámica.

Hasta época reciente no había problema en hablar de civilizados e incivilizados. Es el mayor conocimiento que empezamos a tener, a partir del XIX, de los que no considerábamos civilizados lo que nos lleva a replantearnos la idea de bárbaro. El ejemplo más claro de esta dificultad lo tenemos con China. Los chinos no formaban parte de la civilización occidental (ya aparece la palabra "occidental") sin embargo tampoco se pueden clasificar como incivilizados (tienen sociedades políticas complejas, ciudades, leyes y la capacidad de influenciar a sus vecinos). Esto nos lleva a decir que existió una civilización china (que por su extensión a lo que hoy es Corea, Vietnam y Japón, podríamos llamar civilización del extremo oriente, o confuciana o como queráis). Lo mismo puede ocurrir con las gentes precolombinas aunque la carencia de datos nos impida profundizar (gracias a los descubridores españoles sabemos un pelín de aztecas e incas pero no hay mucho donde rascar, de los anteriores (toltecas, olmecas) todo son especulaciones y mentiras de oficinas de turismo).
Donde con más insistencia se emplea el término de bárbaro es a la hora de hablar del proceso de cambio de la propiedad de la tierra en lo que era el Imperio Romano de Occidente en el siglo V. Ahí aparecen los reinos bárbaros o las invasiones bárbaras. Curiosamente hablamos de gente muy poco bárbara en el sentido de ajena a la civilización romana (el ejército romano y sus oficiales tenían muchos "bárbaros" y los caudillos bárbaros se mezclaban con la nobleza romana). Los caudillos bárbaros que fundan nuevos reinos buscan su legitimidad política en la herencia romana (piden ser nombrados cónsules por el emperador de Oriente, celebran triunfos romanos, adaptan las leyes, imitan las cecas, etc). El azucarillo bárbaro poco dura en el disolvente civilizatorio (con excepción de Inglaterra, los reinos bárbaros europeos son "varias Romas").

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Memorial de la batalla de Muhi construido en 1991 para recordar a los caídos húngaros en combate contra el mongol (1241).

Para estrujar todavía más la complejidad del asunto podemos añadir que tras las conquistas mongolas la Rusia medieval era una sociedad civilizada que rendía vasallaje a los bárbaros (Crimea, Kazán, Horda de Oro, etc.). Ciudades con sus catedrales y su comercio tenían al pie de las murallas campamentos de yurtas donde los príncipes rusos depositaban tributos en forma de oro y niñas. Esto nos debe hacer entender que civilización no significa dominación ni la relación civilizado-incivilizado una relación de asimétrica superioridad.
Hasta aquí bien la cosa ¿no? Pregunto porque hay gente que se siente ofendida por cualquier cosa (supongo que es el precio a pagar por la desaparición de la sensación de peligro en nuestra sociedad de estufas, televisión, neveras, ambulancias y policía en la calle).
El salto ilustrado
La paz religiosa en Europa, las buenas cosechas y el tiempo libre del rentista hacen aparecer lo que entendemos por Ilustración. Ya todos los sitios habitados del planeta son conocidos y los que no lo son nunca serán relevantes. El pensamiento occidental sigue siendo esencialista (Aristóteles ahí funcionando) pero un tal Manuel Kant juega con la idea ilustrada de universalidad y tiene que hacer piruetas para explicar un mundo que tiene que ser universal pero no lo es. Es que hay muchas gentes distintas y a pesar de todo el conocimiento (compartido) sigue habiendo guerras y conflictos. Kant se esfuerza por explicar este nuevo mundo a partir de coordenadas que sirvan para cualquier hombre. Empieza a funcionar el racionalismo y la idea de que la ciencia redimirá a los hombres y la aplicación del conocimiento y la inteligencia les llevará a una época dorada de paz universal y perpetua.

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Manuel Kant después de comerse un miguelito.

Intríngulis chíngulis, en lugar de paz universal lo que obtuvimos fue el fenómeno del colonialismo. Que es como ir a comprar merluza al mercado y llevarte macarrones. El racionalismo no provoca la creación de una Sociedad de Naciones en los albores del XIX sino que sirve para justificar racionalmente las cosas que se hacían antes y para continuar haciéndolas. Es la época en la que los ingleses compraron y vendieron a más personas en la historia y luego inventarán el sistema de castas que hoy conocemos en la India (ya que estamos, aprovecho para añadir que es la época en la que intentan matar a todos los irlandeses y en la que casi matan a todos los indígenas de Tasmania). Estos son los que hoy nos escriben la historia a nosotros y nos llaman cosas.
La mezcla de ciencia y conquista era una cosa. Añadir Darwin al cóctel es otra. El hombre deja de estar por encima de los animales (¿el Génesis os suena?) y pasa a ser un animal más (¡ay!). Y entonces llegan en manada los listos de la Facultad de Sociología, Antropología, etc. con sus sombreros, su olor a porro y sus caras de loco. Si en su Teatro Crítico Universal el padre Feijoo se preguntaba por el color de la piel de los etíopes sin establecer apriorismos peyorativos, la nueva ciencia racial entrará en el asunto como un elefante en la cacharrería.
—Las razas del hombre son tres: europeo, africano y asiático; lo demuestro en mi nuevo seminario que me paga la diputación.
—Yo digo que son cuatro porque creo que el americano no es asiático. Y además me han llamado los de la tele.
—Pues yo escribí un nuevo libro en el que explico que hay cinco razas, porque la raza monstruosa* también hay que contemplarla, jodeos.
—Esperad ¿y qué me decís de los judíos...?
—Oooh.
—Aaah.
*No me invento nada: Homo Monstrosus, Linneo.
De considerar al hombre "un animal más" al partido nazi hay el salto de un grillo... el problema es que el hombre sí es un animal pero es un animal diferente a todos los demás. El hombre es el único animal que hace pan y esto los que escribieron la Biblia ya se lo barruntaban (me pregunto si está permitido decir esto).
Desde el XIX se emplean las ciencias profusamente para ampliar el conocimiento sobre el hombre y el universo. El conocimiento científico y las aplicaciones tecnológicas descubiertas en los últimos doscientos años son casi tan importantes como el número de fotos que le sacan a Cristiano Ronaldo mientras se toma un té. Casi. Tampoco quiero pasarme.
El problema es que una cosa es la ciencia basada en la evidencia (ley de la gravedad) y otra cosa muy distinta es la "ciencia social" que está más relacionada con vender discursos. A principios del XX estas dos cosas se mezclaron en una moda de gran éxito que llamamos eugenesia que fue la derrota de la humanidad frente al determinismo.

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Merendola en la herriko taberna.

Doble hélice, fin del asunto
Cuando se trataba de definir al hombre, la ciencia científica y la ciencia social se acercaron tangencialmente hasta el desarrollo de la genética moderna. Lo que nos dice la genética después de la segunda guerra mundial es que distinguir al hombre en razas es de vagos. Los genetistas pasaron a investigar la forma de combatir enfermedades hereditarias y se dedicaron a seguir con sus asuntos mientras que en un rincón los científicos sociales quedaron rumiando.
Lo curioso del caso es que pese a que la evidencia científica no nos puede llevar a hablar de razas humanas y a que puedes recibir un transplante de alguien "de otra raza", el racismo sigue contando con una legión de seguidores. Sólo hay que ir a un país árabe y preguntar por subsaharianos o ver canales de youtube de (algunos) libertarios gringos.

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WAT

La pervivencia del racismo la vemos también profundamente instalada en el pensamiento progresista: esa idea de tratar África como a una guardería es un residuo del pensamiento colonial y la idea de que la banca internacional está controlada por judíos también es una buena chifladura. No insisto por aquí que si no esto se hace infinito.
Algunos científicos sociales (supongo que la mayoría) acabaron adaptándose al concepto de variación clinal. Las diferencias externas que vemos entre negros y esquimales se deben a una adaptación climática con resultados en el fenotipo (hay gente más morena que otra y hay gente con la nariz más ancha que otra, también hay gente que vota al PSOE, son cosas que pasan). Sin embargo, si en lugar de comparar a un negro ugandés con un esquimal comparamos a poblaciones nativas geográficamente más cercanas (un sirio y un griego), las diferencias se van suavizando o son inexistentes (curiosamente este continuum también aparece con los idiomas). Que los niños de uniones "interraciales" sean fértiles también nos dice algo, digo yo. (Paso por alto la mezcla resultante del movimiento de población, hablo de población nativa).
Posmodernidad

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Estoy de acuerdo con la frase de este señor de Palencia pero no comparto la ingenuidad con la que se suele interpretar.

Parte de los científicos sociales se pusieron a explorar las variaciones clinales y otros se decantaron por la Kultur y el estudio de la costumbre, formas sociales, organización de la población, economía, transmisión de información, etc. A mí me gustan los libros de antropología que cuentan batallitas, creo que son una gran fuente de inspiración para escribir historias.
En esta época posmoderna en la que se pone en cuestión todo hasta el punto de que hay gente que vende libros hablando de chemtrails y que decide no vacunar a sus hijos (y no los fusilan ni nada), el racismo ha derivado en un culturalismo extremo, por llamarlo de alguna manera. El culturalismo extremo es la explicación vaga de las acciones humanas: la gente de este sitio se comporta así porque es de ese sitio. Si hablamos de sitios donde el aspecto humano es muy diferente y tradicionalmente señalado como de otra raza, nos resultan afirmaciones como "se comportan así porque son de tal raza", afirmación que nos hace retroceder doscientos años ("la leche de las africanas es copiosa").
La pervivencia del racismo tiene que ver con conocidas fórmulas de propaganda. En una época de incerteza como la nuestra, da igual si tienes razón o no, lo que importa es que hables con autoridad y transmitiendo certeza, siempre hay alguien que te comprará el discurso. Enseñar la foto de una modelo sueca y una anciana aborigen australiana para decir que son de dos razas distintas o hacer referencia a tests de inteligencia raciales de los años 30 son mecanismos que funcionan entre una muchachada educada entre imágenes impactantes y frasecitas de publicista ocurrente.
Lo dramático no es que existan los charlatanes propagandistas, esos siempre existirán. Lo dramático es que precisamente las armas que empleamos para combatir el discurso del odio no las usamos para combatir discursos de odio ajenos.
Vaya, mi sentido arácnido detecta que empiezo a meterme en aguas pantanosas. Avancemos con cuidado.
Sí amigos, hay gente que no es blanca, cristiana (donde incluyo ateos cristianos) y europea que da asco escuchar lo que dice. Uh. Peligro Will Robinson. La autocrítica es bienvenida pero no puede instalarnos en un permanente sentimiento de culpa. Que la muy tardía descolonización inglesa y francesa en zonas de extracción de recursos no haya dejado nada parecido a una base institucional sobre la que construir nuevos estados no puede alejarnos del intervencionismo civilizador (lo que hay ahora es un intervencionismo clientelar que es continuador del colonialismo de forma discreta). Yo entiendo el problema que conlleva esto, siempre estamos a dos minutos de que se nos vaya la mano, por eso suelo recordar que —por ejemplo— nuestro problema no es con el islam sino con una doctrina de odio que parte del islam, igualmente el problema no es con los subsaharianos sino con cierta élite subsahariana intermediaria en la extracción de recursos (la verdad es que los subsaharianos tampoco nos preocupan demasiado y queramos que no gracias al comercio internacional se están haciendo importantes progresos en pacificación y mejora de la calidad de vida en África).
Contra la armonía

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:S

En el fondo y en resumen lo que quiero es hacer una crítica total a la idea de armonía. No existe tal cosa como la paz universal, no existe tal cosa como la convivencia pacífica. Mientras haya quienes se resistan a la civilización habrá conflicto ("no caben en la Tierra Darío y Alejandro"). Los Derechos Humanos son una piltrafa para hacernos sentir mejor, vete con los Derechos Humanos a una madrasa de Baluchistán. Si queremos paz universal y justicia universal tenemos que preguntarnos dónde está la policía (Πολιτεία) universal. Claro, nada de esto existe. Cuando tras una guerra se establece un tribunal internacional (Ruanda, Yugoslavia) es porque alguien entró ahí y/o ganó la guerra. En occidente ya no existe la idea de ganar una guerra ("en la guerra todos pierden", "la guerra es el fracaso de la política y de la diplomacia") porque hemos contemplado el horror de cerca.
Las guerras ya no se ganan, se sufren (o todos pierden) pero extrañamente sí funciona la idea de paz (cada vez más dificil de definir por culpa del terrorismo internacional). "Queremos la paz" dice gente que parasita el eterno mayo francés mental del 68. Claro, el problema es que para que haya paz alguien tiene que ganar una guerra (definición circular, non sequitur).

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Titular facha.

La idea de armonía se opone a la existencia de diferentes sociedades políticas, de diferentes religiones, de diferentes ideologías y de diferentes costumbres (estas cosas que antes iban acompañadas del concepto de raza). Pero constatamos que existen estas diferencias —las niñas yazidíes lo constatan en carne viva— por lo tanto la armonía es imposible y la paz universal es imposible hasta que ganemos o nos ganen. Yo prefiero ganar, ya lo adelanto.
¿Por qué la diferencia hace imposible la paz? Pues porque hay proyectos religiosos, políticos, etc incompatibles. Si una doctrina dice que debe haber un califato en las tierras que conquistaron los omeyas, abur la Junta de Extremadura. ¿Qué parte de esto no se entiende? ¿Lo explico con muñequitos?
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Paradójica y sorprendentemente la paz entre occidente y el Imperio del Mal era posible —y no sólo gracias a las armas nucleares— porque pertenecían a la misma civilización y por tanto se entendían las razones del enemigo y podía haber comunicación. Pero cuando dos proyectos políticos están tan alejados y son tan incompatibles hasta el punto que no comparten civilización (los terroristas de Daesh no los puedo calificar de civilizados, ellos a mí ni siquiera me llaman extranjero sino cruzado, enemigo), el choque es total y su resolución es inevitable (esto no es de mi cosecha, aquí más).

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1969, conflicto entre dos países socialistas, ¿cómo puede ser esto posible si buscaban el mismo —horroroso— fin?

Esta es la parte que entiendo que puede llevar al malvado a pensar en el racismo: decir que hay proyectos humanos incompatibles. Pero es que yo no estoy en posición de negar que esto sea así. Yo no puedo defender que todo cabe en la misma cesta porque no es verdad (claro, esto pica porque en la posmodernidad afirmar que existe la verdad es un acto revolucionario). Cuando la doctrina de un fulano es que tú dejes de existir ahí no hay convivencia ni paz ni pimientos de Padrón. Y por mucho que no lo queramos ver, la doctrina de muchos fulanos es que nosotros dejemos de existir.
Problema ético

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Limes romano, Saalburg.

¿La imposibilidad de la paz significa que hay que buscar la guerra? No. Yo personalmente confío bastante en el inmenso poder del intercambio, el mestizaje y el comercio. Si comparamos las zonas de influencia de la civilización occidental de hace cien años con las de hoy podemos decir que estamos ganando terreno. Y cada vez los cambios son más rápidos (quizá por ello cada vez la resistencia es más encarnizada: hasta época reciente no existió ninguna doctrina islámica concretamente antioccidental ni reclamaciones en occidente para levantar grandes muros en las fronteras).
Sería falso afirmar que el conflicto no presenta problemas éticos. El intervencionismo que yo defiendo conlleva una larguísima lista de problemas éticos, pero es que cualquier acción humana conlleva problemas éticos. ¿Hay que dar de comer al hambriento y descalzo que llega a nuestra costa? Claro que sí. Y si vienen mil, también, eso (aquí) es lo ético. Pero qué ocurre si tu país es Malta y te llegan mil al día. Tienes un problema y tienes que poner límites. El mundo es gris.
Yo comparto el principio político de la frontera abierta y además creo que con el invierno demográfico y la obesa complacencia occidental incorporar nueva población es imprescindible (sobre todo con Estados del Bienestar que exigen cierta proporción de población trabajadora). Ahora bien, no ignoro que tal cual se produce la inmigración sur-norte a Europa es un drama humanitario que hay que frenar (argumento ético). Las patrullas en la frontera y la interceptación de pateras, salvan vidas. Los escáneres y los perros en los aeropuertos, salvan vidas (creo que se salvarían más despenalizando el consumo de drogas, pero es otro tema). Luego están los problemas que aparecen dentro de nuestros países: ¿cómo afecta la nueva población a los salarios de los nativos pobres? El estatus de "ilegal", ¿cómo influye en la criminalidad y el fraude fiscal? La creación de guetos y el poder de las mafias ¿cómo erosionan la lealtad al estado de acogida? Todas estas cosas hay que ponerlas en una balanza y no caer en el mito de la paz universal y de la armonía: aquí no todo el mundo viene a abrazar ositos de peluche.
Compartiendo el punto político de partida de la frontera abierta al final del día llega uno a la conclusión de que tiene que poner un guardia para no dejar pasar de cualquier forma a todo el mundo ("no darles de comer", la contradicción ética). Y entonces volvemos a la politeia y a los griegos.

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Cero conflictos.

¡Qué bonito sería no necesitar politeia por vivir todos desnudos en el jardín del Edén! ¡Qué bonito sería ser como vacas! Pero no somos vacas, qué le vamos a hacer. Tenemos conflictos y hay que administrarlos, usar palabras para designar ideas y aceptar que va a existir una contradicción ética esperando tras cada esquina... lo que nos volvería una sociedad de cínicos...
... esto es infinito. Mirad, el que cree que existen razas que determinan el comportamiento es que no ha leído un libro en su vida y el que cree que todos somos iguales y queremos lo mismo es tan tonto como el primero. Fin, que se hace largo.

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