Revista Cultura y Ocio

Razones para no bajarme del barco España

Publicado el 30 junio 2013 por Benjamín Recacha García @brecacha
Concert per la llibertat

Mosaico independentista en el ‘Concert per la llibertat’ – ara.cat

Sabéis que en Catalunya existe un encendido debate sobre el derecho a decidir, que viene a ser el eufemismo que se utiliza para referirse a la convocatoria de un referéndum por la independencia. Estoy completamente a favor de que se permita dicho referéndum.

Una democracia es algo más que votar cada cuatro años a nuestros representantes políticos, dándoles vía libre para que se fundan los recursos públicos como mejor les apetezca. En una democracia la ciudadanía debería tener voz y voto para decidir sobre las cuestiones que le afectan directamente, y más cuando los gobernantes toman decisiones que en ningún momento plantearon en su programa electoral, pero esa es otra cuestión que ya he abordado en otros artículos (y que volveré a abordar, desde luego), y que se escapa del propósito de esta reflexión.

En Catalunya existe un amplio sentimiento soberanista, que según las encuestas es cada vez más mayoritario, hasta el punto que (según las encuestas, insisto) si se celebrara ahora una consulta vinculante sobre la independencia, el ‘sí’ ganaría holgadamente. Mi teoría, y la de otros muchos, es que ese deseo separatista está siendo alimentado desde los sectores nacionalistas españoles y especialmente por el Partido Popular, gracias a una estrategia política de lo más lamentable. Intentan apagar el fuego con gasolina. Cada vez que un dirigente del PP abre la boca para referirse a Catalunya otros diez catalanes se suman a las filas independentistas. Y no sólo son torpes los populares, sino también buena parte de la cúpula socialista, que se ofende tanto o más que el más conservador de los conservadores cuando se cuestiona la integridad territorial del Estado. Cerrándose en banda a la convocatoria de un referéndum no van a frenar la deriva independentista, sino todo lo contrario: la aceleran.

Esta noche se celebraba en el Camp Nou, el mundialmente famoso estadio del FC Barcelona, el ‘Concert per la llibertat’. De hecho, mientras escribo estas líneas sigue en marcha. Más de cinco horas de música y actividades culturales reivindicativas del derecho a decidir. Más de 90.000 personas entregadas a la causa soberanista. El estadio repleto de estelades (la bandera catalana que simboliza el Estado propio) para reclamar un referéndum. El pasado 11 de septiembre un millón y medio de catalanes se manifestaron en Barcelona, una movilización histórica que marcó el punto de inflexión en la estrategia política de los partidos catalanistas, que desde aquel momento, y en respuesta a una demanda surgida desde la sociedad, iniciaron el camino hacia la independencia.

El próximo 11 de septiembre volverá a ser histórico. En esta ocasión no habrá una manifestación multitudinaria, sino que el reto es formar una cadena humana que atraviese Catalunya de norte a sur. Estoy seguro de que significará un nuevo éxito del independentismo. Y mientras desde Madrid continúen cerrándose en banda y amenazando con todo tipo de represalias políticas, administrativas e incluso militares, el independentismo seguirá sumando simpatías entre la población catalana.

Yo reconozco que ha habido momentos en que tenía muy claro que votaría a favor de la independencia. Catalunya despierta recelos en muchos sectores españolistas. Los catalanes estamos mal vistos en algunas zonas de España, y es incuestionable el agravio económico del que somos víctimas. El nivel de vida en Catalunya es más elevado que en la mayor parte del resto del Estado. Los precios son más caros, los impuestos más altos y, sin embargo, los sueldos son igual de miserables y el retorno que recibimos en forma de inversiones y recursos públicos proporcionalmente inferior al del resto de comunidades autónomas. Y aún así tenemos que aguantar las críticas de insolidaridad, egoísmo y discriminación respecto a nuestros compatriotas.

Este es el sentir general en Catalunya, de ahí que cada vez más gente diga aquello de “si no nos quieren, mejor nos vamos” y crea que siendo independientes gozaremos de una situación económica mejor.

Yo no lo sé, sinceramente. Pero últimamente mi percepción ha cambiado y ya me cuesta pensar en votar a favor de la independencia. Explico por qué (el post amenaza con ser un tocho de cuidado):

1)   Saturación: el dret a decidir (cuando en realidad quieren decir ‘la independencia’) aparece hasta en la sopa. Si es una sopa de letras, no tengáis dudas de que la frasecita de marras se formará espontáneamente. El concierto de esta noche y la cadena humana de la próxima Diada dicen los organizadores que es para reclamar la consulta, y que están invitados a participar todos los catalanes, aunque no estén a favor de la independencia. Sí, ya, pero aquello está infestado de estelades y cánticos a favor de la independencia. Las tertulias radiofónicas son monotemáticas, y los políticos es prácticamente de lo único que hablan. Total, que estoy cansado del tema, aunque, insisto, estoy totalmente a favor de que se haga el referéndum.

2)   Sentimientos: yo no soy nacionalista, ni catalán ni español. Tampoco soy independentista. No tengo ningún sentimiento especial cuando veo enarbolar la ‘senyera’ ni cuando escucho ‘Els segadors’, igual que no lo tengo con la bandera española ni con el himno. No me dice nada (literalmente, porque no tiene letra…). En Catalunya hay un número muy respetable de personas que sólo se sienten catalanas, que no tienen el más mínimo apego por España, y ven que éste es su momento, que nunca antes en Catalunya había habido tanto apoyo a su sueño de formar un Estado propio. Si lo consiguen será gracias al voto de miles de catalanes de raíces profundamente españolas: andaluzas, extremeñas, murcianas, gallegas… Son los hijos de la inmigración de mediados del siglo pasado quienes están decantando la balanza. Mis raíces son andaluzas y extremeñas, y probablemente tengo mucho más en común con un pacense o una sevillana que con un gironí o una viguetana, que sueñan con una Catalunya independiente desde que nacieron.

3)   Apertura de miras: abrir este blog ha sido un factor muy importante a la hora de disipar dudas. Estoy conociendo a un montón de gente estupenda con la que tengo muchas cosas en común. Compartimos puntos de vista respecto a la situación que padece este país en particular y el mundo en general muy coincidentes. Estoy haciendo amigos de Madrid, Andalucía, Valencia, Euskadi, Castilla y León, Extremadura, Murcia… pero también de México, Puerto Rico, Argentina, Uruguay, Costa Rica… No veo por qué debería poner más barreras con ellos, sino…

4)   Construir juntos: la situación política, económica y social en España es alarmante. Lo más fácil probablemente sería desentendernos desde Catalunya y abandonar el barco, que me temo que es la postura que muchos (los no nacionalistas de corazón) están adoptando, pero yo no me quiero resignar. Yo quiero pelear por cambiar las cosas, quiero poner mi granito de arena para construir una España mejor, más solidaria, socialmente justa, que aparte y condene a los corruptos y a sus cómplices, que nos han llevado a esta crisis miserable que castiga a los pobres para que haya más ricos. Sólo con la unidad de las personas decentes podremos sacar esto adelante.

Ahora bien, insisto, con el discurso del “Soy español, español, español…”, de lo bonitos que son las playas y los toros, del “no se puede hacer un referéndum porque no” y del “hay que ver qué egoístas e insolidarios son los catalanes” el problema no se va a solucionar.


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