Es algo así como cuando te faltan cotilleos que contar y te remontas a hazañas o a tonterías de aquel tiempo que vivimos juntos. Te relames los labios, te reconfortas en “Qué de tiempo ha pasado desde eso…”, “Se me ponen los pelos de punta…”, “¿Te acuerdas de cuando…?” o en lo de “Tampoco hemos cambiado tanto, ¿verdad?” y todos nos echamos unas risas en compañías de viejos recuerdos que siguen vigentes.
Por eso y porque me ha entrado ganas de releerme (cosa que, en la mayoría de las ocasiones, me da recelo…), voy a revivir algunas entradas de esas que me aportaron algo desde los comienzos y que podrían haber sido escritas hace unos días, incluso hoy.
Porque hay momentos en los que, en vez de mirar al futuro, es mejor saborear un poco el pasado y darle un reabrazo, uno bien merecido.
Ahí van mis reabrazos de hoy…
(El comienzo…)
(…) En esas cuatro horas de las que disponían a solas tres veces por semana, Hans y Sophie pasaban de los libros al catre y del catre a los libros, buscándose en las palabras y leyéndose los cuerpos. Así, sin proponérselo, fueron alcanzando un idioma común, reescribiendo lo que leían, traduciéndose mutuamente. Cuanto más trabajaban juntos más se daban cuenta de lo parecidos que eran el amor y la traducción, entender a una persona y trasladar un texto, volver a decir un poema en una lengua distinta y ponerle palabras a lo que sentía el otro. Ambas misiones se presentaban tan felices como incompletas: siempre quedaban dudas, palabras por cambiar, matices incomprendidos. Ellos también eran conscientes de la imposibilidad de lograr la transparencia como amantes y traductores. Diferencias culturales, políticas, biográficas, sexuales actuaban como filtro. Cuanto más intentaban mediar en ellas mayores se volvían los peligros, los obstáculos, las malinterpretaciones. Pero al mismo tiempo los puentes entre lenguas, entre ellos mismos, se volvían más anchos.>> El viajero del siglo (Andrés Neuman- Premio Alfaguara de novela 2009
Desafortunadamente, estas palabras no son mías. Ya me gustaría. Pero en cuanto las leí hace unas noches supe que iban a ser el detonante para crear un espacio en el que poder compartirlas y quién sabe, a lo mejor, seguir compartiendo más.) (¿Quieres seguir? Pincha aquí)
“Mientras los presidentes comían las hamburguesas, dos hombres traducían la conversación, sin comida de por medio.” (Elpais.com)
Y es que, el trabajo del intérprete no está pagado. A simple vista, por las fotos, uno puede pensar- como lo hice yo- ¿Quienes son esos dos pobres a los que no les dan nada de comer?” (¿Quieres seguir? Pincha aquí)
Ya sea porque los políticos también están en crisis (?) , porque desean (¿necesitan?) acercarse al pópulo o quieran innovar en la foto diplomática; lo cierto es que últimamente la tan controvertida fast food está de moda en los States. Obama ya nos deleitaba con sus bocados hamburguesiles y ahora el alcalde de NY y el presidente de UK nos enseñan que da igual cuántas clases de protocolo tengas en el body: una salchicha con pan se come con los dedos, se te cae por los lados y te obliga casi a mancharte. (¿Quieres seguir? Pincha aquí)
Uno de los momentos más traumáticos y angustiosos del ser humano con pelo más que corto es la búsqueda de la(s) gomilla(s) perdida(s).
Es bien sabido por todos que cuando te llega ese momento, te enrolas en un desesperado rebuscamiento por cada mesa, caja bolsito, cada hueco de tu casa. No hay cajón de tu cuarto que se te resista. No hay joyerito o cajita sin supervisar. (¿Quieres seguir? Pincha aquí)
“Siempre he aspirado a leer El Quijote y a escuchar ópera, pero finalmente escuché El Quijote (por capítulos, en la radio) y leí un folleto sobre ópera para poder opinar en público. Todo al revés.”
Juan José Millás, Los objetos nos llaman
Hay veces que las cuatro paredes se derrumban cual mina chilena, el polvo no me deja ver la realidad y mis ojos se llenan de lágrimas. Tengo que dejar de leer, de escuchar o de reformular la información. No puedo más. (¿Quieres seguir? Pincha aquí)