La vitalidad que nace del eterno y extremo enfrentamiento entre blancos y azulgrana convierte al fútbol español en dominador mundial, y debería servir de ejemplo y estímulo para superar la crisis
Fuente: notasdefutbol.com
Real Madrid y Barcelona protagonizan el eterno enfrentamiento de dos clubes deportivos colosales, que representan a dos magníficas ciudades, también siempre enconadas, que encabezan dos potentes comunidades, cuya competencia y rivalidad engrandece un país, en las que viven dos pueblos diferentes pero complementarios. Y esa máxima rivalidad les ha llevado a necesitarse el uno al otro, hasta el punto de que ambas entidades no serían tan potentes sin la existencia de su principal rival. Y este choque de titanes desprende tanta energía y vitalidad que ha conducido al fútbol español a lo más alto de la cúpula mundial de forma aplastante. Eso es lo que se pudo comprobar en la Gala del Balón de Oro que se ha celebrado en la localidad suiza de Zúrich, donde los integrantes de ambos clubes han copado los principales premios del balompié internacional.El hecho de que los once jugadores elegidos para formar el mejor equipo europeo, lo que equivale al más fuerte del orbe, formen parte de la Liga española es claramente revelador. Es algo insólito que ni en los mejores momentos del fútbol alemán o inglés se pudo disfrutar. Y todavía resulta más esclarecedor que Real Madrid y Barcelona se repartan, con cinco puestos cada uno, el equipo ideal: Casillas, Marcelo, Ramos, Alonso y Ronaldo, por los blancos; y Piqúe, Älves, Xavi, Iniesta y Messi, por los azulgrana, con el punto sobre la i del atlético Falcao. Si además se añade que los tres mejores jugadores (Messi, Ronaldo e Iniesta) visten las camisetas de estas mismas entidades, así como los tres mejores entrenadores (Del Bosque, Mourinho y Guardiola) desarrollan su actividad en las competiciones patrias, se obtiene el dominio más absoluto nunca jamás visto en deporte alguno. Y esto se debe en gran parte al inigualable nivel de competencia que nace de este duelo sin par.
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Varias son las razones que justifican este poderío avasallador. Y, posiblemente, la que más pesa en estos momentos es la potencialidad económica de ambos clubes, capaces de incrementar sus ingresos de manera espectacular incluso bajo la presión de una crisis económica sin precedentes, que ha llevado a prácticamente todos sus competidores españoles y europeos a ajustarse el cinturón. Este nivel ingente de retribuciones está apoyado en el reparto de los ingresos televisivos, pues en ninguna otra liga europea la desigualdad es tan demoledora como en la española. Y de este desequilibrio surge la gran potencialidad de ambas sociedades deportivas, que han logrado empequeñecer a la tradicional clase media española futbolística, léase los Valencia, Atlético de Madrid, Sevilla, Athletic de Bilbao, etcétera. Un fiel reflejo de lo que está pasando en la sociedad española, donde los ricos son cada vez más poderosos, mientras que los menos pudientes disponen cada vez de menos recursos.Otro consecuencia también evidente de que el monumental duelo entre Madrid y Barcelona ha situado al fútbol español en lo más alto es la selección nacional, en la que el exquisito y preciso toque del estilo azulgrana, combinado con las tradicionales entrega y eficacia blancas han conducido al equipo de Del Bosque al vértice superior de la pirámide mundial durante el último lustro, tiempo en el que ha conquistado dos Eurocopas y un Mundial de forma consecutiva, hito nunca visto en este planeta. De tal forma, que la selección española es hoy un ejemplo a imitar que impone estilo.
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Y si la España futbolística destaca por encima del resto del orbe gracias a los magníficos resultados que se obtienen de la acertada combinación de estas dos fuentes de energía vital, las autoridades de este país deberían tomar nota y trasladar esta suma de voluntades a la vida política y social. Porque seguro que nos iría mejor a todos, no solo a los ciudadanos de estas dos destacadas comunidades, sino a todos los que hoy sufren en esta castigada piel de toro. Porque la suma siempre aporta más que la división, y si, además, los sumandos son enteros y creativos, el resultado puede ser todavía más esperanzador. Por eso hay que hacer todo lo posible para convencer a los que dudan de que juntos somos capaces de lograr mucho más que separados. Lo hemos demostrado muchas veces y tenemos que ser capaces de repetirlo muchas más. Las diferencias y los desacuerdos existen, pero hablando y con buena voluntad siempre serán más pequeñas que lo que nos une y lo que podemos llegar a conseguir.Los adalides de la separación no se cansan de repetir que a los catalanes les iría mucho mejor solos, pues tendrían más que repartir, al no tener que aportar nada a la caja común de la que se nutren los que menos tienen. Pero nada más lejos de la realidad, pues de la ruptura nace la debilidad, el odio y los deseos de venganza, ingredientes que estropean cualquier manjar del que formen parte. Y si no, que reflexionen cómo le iría al Barcelona sin la referencia constante y continua de su eterno rival. Sin duda, su dominio sería incontestable en una supuesta Cataluña independiente, pero desde luego nunca tendría el valor, el estímulo y el orgullo que ofrece la victoria sobre el eterno enemigo, aunque muchas veces acabe siendo un compañero.
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