¿Qué son una botella de vidrio o una lata? No son más que el envoltorio, el continente, de un producto listo para el consumo que se ha disfrutado durante segundos, minutos, años quizás… En su interior hubo un día vida que se disfrutó en todo su esplendor o se diluyó, desbravó y perdió el sabor original con el uso y el paso del tiempo. Cada uno con su historia a cuestas. Si no se reciclan, se pierden para siempre. La asociación Retorna ha emprendido un tour por varias ciudades españolas con el objetivo de recuperar esos envases que, de otro modo, con suerte acaban en un contenedor de reciclaje y, la mayoría de veces, lo hacen en la basura ordinaria o en las aceras, listos para hacer soñar a un niño que es Messi durante unos metros. Retorna da cinco céntimos por unidad y la idea no es nueva: hace unas décadas era práctica habitual, una fórmula rápida y ecológica de ahorrar unos (te devolvían unas pesetas) y otros (las empresas recuperaban la materia prima) y ese envase de ida y vuelta podía ser reutilizado nuevamente.
Las entidades financieras deberían tomar buena nota de la iniciativa y recuperar los cascos que, al fin y al cabo, nunca han dejado de ser suyos, hipoteca mediante. Las aproximadamente 700.000 viviendas construidas y no vendidas que hay ahora en el país son cascos nuevos listos para contener una vida. Pero hay otros muchos cascos usados (la cifra es incalculable) que contuvieron vida en su interior y podrían ser reciclados para una nueva mediante la dación en pago, por la que devolviendo el envase se salda la deuda con el banco. Sin acritud ni rencores. Mientras no haya voluntad de reciclaje de esos activos llamados peyorativamente tóxicos, tendremos desechos para rato dando vueltas por los vertederos de la economía.
