Revista Cine
Recomendación de la semana: 13 asesinos (Takashi Miike, 2010)
Publicado el 10 agosto 2012 por Marinneri
Para las películas de samuráis del Japón feudal –conocidas popularmente como jidaigeki– hay un momento clave en la historia del cine: los años 50 y 60. Muchas de las perlas que atesora este subgénero de acción y drama –Yojimbo, Seppuku, Samurai– nacieron durante estas décadas. Luego, las artes marciales y Bruce Lee enfebrecieron al público durante los 70. La katana seguía en activo, pero la imagen histórica del samurai –espadachín medieval regido por un código que exige honor y lealtad hasta la muerte– quedó difuminada por personajes de época, estética y motivaciones contemporáneas. Cosa distinta sucede en la nueva película Takashi Miike, autor de relatos ultra-violentos de terror y yakuzas, que ahora firma una película sobre el clásico samurai. Se trata de un remake respetuoso y homónimo de 13 asesinos (Kudo, 1963).Nos encontramos a finales de la era Edo (1600-1868). Corren tiempos difíciles para un samurai cada vez más decadente. El que ya no sirve a nadie, el que ya no es necesario, se convierte en ronin, en samurai sin amo, en espadachín freelance. Mientras, el sádico y perturbado hermano del shogun, Lord Naritsugu, llega al poder y está a punto de desatar el caos en el país. Un honrado oficial tratará de impedírselo contratando secretamente a un importante samurai llamado Shinzaemon, para que reúna a un grupo de expertos en el arte de la espada y acabe con la vida de Naritsugu.El guión, ambientado en el Japón feudal y con los tres actos muy delimitados –decisión respecto a un problema, selección y entrenamiento de un grupo y apoteósica batalla final– recuerda mucho al de Los siete samuráis (Kurosawa, 1954): obra maestra del séptimo arte. En el cine de Kurosawa no sólo hay humanismo, también cierta estética de la violencia. Bien presenta agitadas masacres desde un sobrio blanco y negro; bien se atreve con inmensas batallas a todo color envueltas por una atmósfera de tragedia y pesadumbre: Kagemusha (1980) y Ran (1985).Al joven Miike, en cambio, no le va mucho lo de ser humanista, pero sí lo de cuidar la forma de sus sangrientas coreografías de espada y flecha. Quiere ser explícito, abrumador, incluso escalofriante a la hora de mostrar enfrentamientos y dolor. Su nueva película es una curiosa mezcolanza de intriga, conspiraciones, destellos de terror y acción desenfrenada. Sus imágenes, muy cuidadas, impactan al espectador. Sedimentan en la memoria.Y qué decir de la dilatada batalla final… tan mencionada y alabada por la crítica últimamente. Los trece espadachines que integran el título del film, unidos como un puño de hierro contra la injusticia y la crueldad –dibujados sin aristas ni profundidad y uno de ellos, como réplica al Kikuchiyo de Los siete samuráis– acaban enfrentándose a un pequeño ejército durante 45 minutos de clímax espectaculares y sorprendentemente rítmicos que, en el fondo, por lo increíbles y encarnizados que son, tienen más de cine de ostias actual, Los mercenarios (Stallone, 2010) y épica hiperbólica a lo 300 (Snyder, 2007), que de jidaigeki clásico.En cualquier caso, Takashi Miike ha pergeñado un film de acción encantador, a lo grande, visualmente poderoso y con buenas pinceladas de humor negro y surrealista. La película no emociona. Tampoco aburre. Su guión es esquemático y sus personajes, maniqueos. Pero el cineasta nipón ha troquelado su particular sello en un producto que complace al fanático de matanzas en pantalla y dispone de un magnífico diseño de producción que fue premiado en la Edición 2010 del Festival de Sitges. Vamos, que no hace falta esperar a la 2011 para ver festines de Gillete que afeitan más de la cuenta.Valoración: 3,5/5