En el último tiempo, sobre todo en lo que respecta a los últimos 40 años, se ha dado especial atención a los trastornos mentales en los niños, sobre todo a lo que tiene que ver con la depresión durante la infancia, la que anteriormente se pensaba que era solamente cosa de los adultos, pero que en los pequeños puede representar una serie de consecuencias en su desarrollo y crecimiento.
Gracias a las diversas investigaciones realizadas al respecto se ha podido descubrir que las reacciones depresivas, tanto las transitorias como las permanentes, tienen en los niños una mayor frecuencia que hasta el momento se había considerado propia de la infancia.
Son muchas las pautas que dan a entender si se presta atención que los niños son sensibles a los trastornos y a los casos de depresión, inclusive desde el momento del nacimiento, cuando hay casos de bebés que sufren de gran ansiedad, lloran mucho, gritan y duermen mal, cosas que luego los van acompañando mientras van creciendo, a lo que se suman otros cuadros como la enuresis, que es la emisión involuntaria de la orina, sobre todo mientras duermen.
Cuando el niño llega a la edad del preescolar y luego en la adolescencia, los cambios se pueden notar en su forma de expresarse, en sus elecciones, en los modos que se mueve dentro de sus entornos cotidianos, como la familia o la escuela. Así entonces se podrá notar que el niño se aisla, que tiene sentimientos de inferioridad, que entra en crisis de forma rápida frente a situaciones sin mucha importancia, que tiene miedo a enfrentarse a las diversas dificultades escolares, que encuentra dificultad en entablar amistad con sus pares.
Todo esto hace notar que el niño esta atravesando por algo que requiere si o si de la ayuda adecuada, para que pueda superar su depresión y tener una infancia feliz, ya que luego al llegar a la adolescencia todos los síntomas se incrementan notablemente, dado que esa es una edad de fuertes repercusiones emocionales por si misma.
Otros síntomas frecuentes en los niños depresivos son el nerviosismo y el cansancio constante, así como el malestar, dolor de estómago frecuente o dolores de cabeza. Frente a situaciones que lo superan el niño se irrita rápidamente o por el contrario se retrae y deja de hablar por largos ratos. Puede tener muy mal genio, come poco y mal, duerme de la misma forma, es apático, falto de energía, de vitalidad y de iniciativa aun con aquello que tenga que ver con juegos o diversión, nada parece llamarle del todo la atención.
Vía | El periódico Mediterráneo
Foto | MiikaS
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Reconocer casos de depresión infantil