Revista Cultura y Ocio

Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso

Publicado el 24 mayo 2012 por Ruta42 @ruta42

 

Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso Con un guión de Sydney Gilliat y Frank Launder que parte de una novela de intriga de Ethel Lina White llamada The Wheel Spins, Hitchcock (quien nunca sintió demasiado apego por la verosimilitud) nos presenta un filme de espionaje, romance y pinceladas de humor eminentemente británico situando la acción en un país imaginario con notables coincidencias con la Alemania Nazi en pleno 1938. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso El afán de Hitchcock en hacernos ver que los entornos sociales no son escenarios seguros tiene como germen una leyenda francesa que el propio cineasta escuchó en sus comienzos cinematográficos. Una señora y su hija en el París de 1880 se instalan en un hotel, y cuando la madre cae enferma la hija va en busca del médico. A la vuelta todos los empleados del hotel afirman no conocer a la madre, y desesperada, la chica corre a la habitación donde su madre yacía para encontrarse a otra familia instalada y los muebles cambiados. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso La historia comienza con un grupo de viajeros de tren que por incidencias del clima se ven obligados a parar en un hostal en un país irreal pero cercano a la realidad del momento. Mientras diferentes viajeros de diferentes nacionalidades deben pasar una noche en este abarrotado hospicio con puntos de comicidad se nos presenta a los personajes, mientras las notas de color de fondo que se dibujan en esta historia de bajo presupuesto nos plantea una reflexión sobre la política internacional del momento. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso Una risueña señora hospedada en el hotel mira y escucha por la ventana de su habitación a un músico tocando una bella sonata. Sin embargo el “ruido” que tocan los del piso de arriba no la dejarán escuchar la obra del artista. Pero el presunto ruido resultará no ser otra cosa que “una danza perdida antigua de centroeuropa que están documentando para la posteridad”. La tradición y los viejos pensamientos que tanto estaban calando en los fervientes nacionalismos autoritaristas de Europa caben así representados por Hitchcock (en un momento en el que no era descabellado creer en una guerra mundial inminente), como un ruido que oculta el sonido de lo hermoso. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso Hasta que en cierto momento una institutriz (símbolo de la nación como madre de sus hijos los habitantes de sus tierras) se presenta a la protagonista, y en un conveniente momento de ruido maquinario del tren la protagonista, que parece estar medio amnésica, equivoca su nombre, Froy (que rima con Joy, dicha en inglés) con Freud, que se pronuncia parecido pero que contiene una connotación bien distinta. Parece que con este pequeño detalle se vaticina el desarrollo de los futuros acontecimientos que ocurrirán en los vagones de este tren mediante ese alarde de inventiva y dominio de la puesta en escena del cine típicamente hitchcockiano. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso Hasta que de pronto, y volviendo al ejemplo que contaba como inspiración para esta película, la institutriz (la nación) ha desaparecido. Iris (Margaret Lockwood) es tomada por loca y entra en una crisis en la que perseguirá (junto con un apuesto Gilbert Redman) la confirmación de su cordura dejándonos inmersos en una historia llena de subterfugios e intereses ocultos que acaba tomando tintes de intriga de espionaje político internacional. El tren de Alarma en el expreso es un lugar donde todos parecen tener un pretexto para no colaborar, aún a sabiendas de estar volviendo majara a una inocente joven. Finalmente, el entuerto se resuelve con la confirmación de sus sospechas, que son una argucia de complot de un Eje del mal poco disimulado en el que los pasajeros bienintencionados acaban a tiros contra los adversarios y ayudando a salvar el orden europeo recordando una melodía que se ha de presentar en el próximo consulado de la ciudad amiga. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso Un guión sólido, una trama intrigante combinada con “remansos” de comicidad, dos protagonistas con química y, sobre todo, una realización de clase de cine hace que no nos extrañemos de que a Hitchcock, mientras rodaba esta película con un plató de noventa pies, un vagón de tren y un puñado de maquetas le llamasen de un Hollywood que sabía que ofreciéndole mejores condiciones de rodaje sería capaz de plasmar todo su potencial en el celuloide y con ello llenar las salas de buen cine y ganar obscenas cantidades dinero en taquilla. Recordando a Hitchcock (III): Alarma en el expreso

Esther Miguel Trula

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